Uno
de los motivos por el cual los intelectos superiores de La Soledad del Nueve, un ente de mente colectiva que trasciende la
mera mortalidad humana, decidimos crear la categoría de Pasados Posibles es que pensábamos que habían muchas historias
interesantes que podían ser contadas acerca de jugadores que prometieron tanto
y al final del día se convirtieron en un manojo de sueños rotos y potenciales
incumplidos. Hasta el momento hemos hablado
de futbolistas que no lograron lo que se esperó de ellos por muchos motivos:
falta de fortaleza mental, arrogancia, un mal entorno o por una mezcla de razones fuera de la cancha y falta de dedicación. Y así como ésos casos,
hay muchos más que esperamos contarles en el futuro. Pero el que nos agracia
hoy es una mezcolanza de todos los anteriores y se le suman componentes como la
tragedia, los encontronazos, las malas elecciones y la realidad de que tal vez
su declive fue por motivos de las ilusiones que se fraguaron a su alrededor. Muchos ya se han olvidado del una vez crack
mexicano Nery Castillo; la gran mayoría de los de su país lo han hecho con
gusto y los que no, aprovechan cada oportunidad para regodearse de su
infortunio. Pero antes de que se desvirtuara la carrera de Castillo,
estábamos hablando de tal vez el mayor talento que tuvo el país desde Hugo
Sánchez –tal vez es hipérbole de mi parte- y un jugador que parecía
predestinado a una carrera brillante. O como lo llamó un amigo mío una vez: el
mejor jugador de la historia de México por diez partidos.
La
figura de Nery Castillo siempre estuvo rodeada de complicaciones en lo que a su
entorno se refiere desde sus comienzos. El atacante había nacido en México,
pero sus padres eran uruguayos y se crio en dicho país e incluso inició su
periplo futbolístico en las inferiores del Danubio, que es un equipo muy dado a
la formación de talentos jóvenes en Uruguay. Ya en el 2000, con solo 16 años
de edad, partió a Europa para jugar con el Olympiacos de Grecia –el equipo más
grande de ese país- donde despuntaría y se haría notar. Cuenta la leyenda que
hizo pruebas con el Manchester United, pero que nunca pudo conseguir el permiso
de trabajo para ejercer la profesión en Inglaterra –cosa muy irónica
considerando hechos posteriores y lo que pudo haber significado la enseñanza de
Sir Alex Ferguson. Luego de un par de
temporadas en las que no jugó mucho por su corta edad, se asentó como uno de
los mejores jugadores del equipo y un favorito de la intensa afición griega que
incluso pidió que se le diera el número ‘7’ como una prueba de que era el
jugador por antonomasia del plantel. Hizo una muy buena cantidad de goles –más
de treinta en poco más de cien partidos- sin ser un delantero centro y ya
algunos equipos grandes merodeaban el mercado helénico para hacerse con los
servicios de ese atacante que era rápido, habilidoso y que destrozaba defensas
por deporte. Como en muchos relatos, estaba en ese punto donde ya había llamado
la atención y todos los que lo conocían estaban pendientes de cuál sería su
próximo paso.
Entre
toda esa vorágine de ídolo del Olympiacos, de jugador ascendente y que pintaba
para ligas más desafiantes, surgió el tema de las selecciones nacionales.
Verán, hasta el año 2006, Castillo no había jugado para ningún seleccionado; y
considerando que había nacido en México, criado en Uruguay y crecido
deportivamente por seis años en Grecia –lo suficiente para tener la
nacionalidad-, el prospecto a crack tenía para elegir tres selecciones. Al final tomó la que pudo haber sido una de
las decisiones más importantes (y tal vez una de las más desafortunadas, pero
esto es mera especulación) de su carrera a la hora de elegir a México, que era
una selección que comenzaba un nuevo ciclo con Hugo Sánchez al mando y éste
quería contar con el aporte del “extranjero” Castillo –término que usan en
dicho país para aquellos mexicanos que juegan en otras ligas. Los
mexicanos, en el ámbito futbolístico, son conocidos por tener una prensa
bastante implacable con aquellos que no les gusta y un tema que siempre han
criticado es el uso de jugadores foráneos nacionalizados en el seleccionado
nacional, renglón en el que incluyeron sin escrúpulos a Nery. Lo veían como un
uruguayo y solo como un instrumento para conseguir resultados en el balompié,
pero la cosa no acabaría ahí. Ni siquiera cerca.
Si hubo un momento, un pequeño
espejismo, si lo prefieren, de lo que fue Nery Castillo, o más bien lo que pudo
haber sido, solo hay que ver sus partidos con el Tri –el apodo a la selección
mexicana- en la Copa América 2007. En ese torneo, Nery
Castillo fue de los mejores y para el recuerdo queda aquel gol donde hizo lo
que le vino en gana contra un Brasil que a posteriori sería campeón de la
competición que se llevaba a cabo en Venezuela; lo que al principio de su
experiencia como internacional mexicano habían sido críticas prejuiciosas ahora
eran halagos y cumplidos a un jugador que hasta ese momento estaba en una forma
envidiable. A partir de ahí, todo lo
demás debió haber sido una progresión natural a la cima: el traspaso a un
equipo grande, los títulos, los premios individuales, las propagandas, las
mujeres… pero el protagonista en cuestión estaba maldito con un temperamento
bastante negativo y eso terminó por jugarle una mala pasada.
Luego
de la Copa América, dejaría su amada Grecia para irse al Shakhtar Donetsk de Ucrania
por unos veinte millones de Euros en el 2007. Muchos acusaron este traspaso de
ser un movimiento de Castillo para ganar más dinero, cosa que no suena para
nada descabellado, pero el equipo dirigido por Mircea Lucescu tiene fama de
saber mejorar jugadores y de ser un escaparate para ascender a clubes de mayor
predominancia –el problema de esta unión yació en el carácter de Nery y el
estar inmerso en una situación bastante delicada. Su padre, figura que siempre
fue clave para él, estaba muy enfermo de un cáncer mortal estando en Uruguay y
Nery se había marchado a la lejanía de Ucrania, cosa que lo mantuvo
desconcentrado. Posteriormente su madre padecería lo mismo. Aunado a eso, se metió en problemas con Lucescu
–un entrenador conocido por haber formado grandes jugadores- al quitarle la
pelota a un compañero para que él pateara un penal y lo fallara en el proceso.
El técnico de origen rumano dijo que nunca había visto a un profesional hacer
algo así y fue exiliado del plantel, hasta que se fue cedido al Manchester City
en el 2008 por un año. No jugó mucho, padeció lesiones y aunque volvió al Shakhtar
y ganó la Copa UEFA, nunca recobró la confianza de su entrenador y se marchó
otra vez cedido; esta vez al Dnipro de la liga ucraniana. Entre todos esos
problemas en la cancha, su entorno se desmoronaba en todos los ángulos
posibles.
En
2009, en plena complicación de la selección para clasificar al Mundial de Sudáfrica,
encaró con una bronca bastante pronunciada a algunos miembros de la prensa con comentarios
ofensivos donde señalaba que ellos no sabían nada de fútbol… pero no terminó
ahí la cuestión. En plena rueda de prensa sentado junto al capitán Pavel Pardo,
Nery Castillo increpó verbalmente a un periodista diciendo que él no sabía nada
y que la diferencia entre ambos es que él estaba en Europa y el periodista, no.
Éste fue el punto de inflexión del
atacante con su país: la prensa mexicana se abalanzó contra su persona y se volvió
un enemigo, un rechazado de la comunidad futbolística de su país, por el hecho
de explayar su arrogancia a sus anchas. Tal vez lo que hizo no estuvo mal –estaba
bien merecido algún comentario a un gremio periodístico tan radical como el
mexicano, sin ánimos de ofender a mis lectores de ese país-, pero las formas
definitivamente fueron las peores. Y
aparte de todo eso, perdió a sus padres por el cáncer en un espacio de once
meses, dejándolo totalmente desorientado y envuelto en un tornado de
vicisitudes que no hicieron más que acrecentar el estrepitoso descenso de un
ser humano que ya no sabía qué hacer con su existencia.
Le
ha tardado años superar el deceso de sus padres y lo que vino luego de su paso
por el Shakhtar fue una infinidad de cambios de equipos en los que nunca supo
cuajar. Ni en Dnipro, ni en el Chicago
Fire, ni en el Aris de Grecia, ni en México –donde lo fastidiaron diciendo que
ya no estaba en Europa- con Pachuca o León, ni en España con el Rayo Vallecano –en
ninguno de esos equipos se adaptó. Al contrario, se vio inmerso en más
problemas de vestuario como en aquellos que tuvo con los directivos de Pachuca
o con el entrenador Matosas en León, además de sus diferencias con el del Rayo
Vallecano. Desde su marcha del Olympiacos en el 2007, ha jugado menos partidos
en todos esos equipos juntos que los que jugó con los griegos. Actualmente tiene
31 años, está sin equipo y vive en Uruguay con un poco más de un año sin
actividad como futbolista profesional, sin nadie interesado en hacerse con su
ficha. Totalmente perdido y abandonado.
Y
es difícil no ver su caso con cierta tristeza. Sí, al final del día fue un
individuo arrogante, déspota, hablador y que fue víctima de sus arrebatos de
ira. Pero también fue un hombre que perdió a sus padres en muy poco tiempo por
la misma enfermedad y que halló muchas dificultades para poder continuar con su
vida profesional como antes. También está su enemistad declarada con la prensa
de México cuando tal vez solo fue el chivo expiatorio de éstos para poder cebarse
con ganas y mancillar su nombre, que de todas formas ya lo estaba y podían
disfrutar de sus desgracias. La historia
de Nery Castillo es un caso arquetipo de Pasados
Posibles con todas sus resoluciones y giros; es una carrera que podría
servir como una advertencia para cualquier juvenil que se deja llevar por el
éxito tempranero y se deja mangonear por su arrogancia. Ahora es el hombre
sepultado por los medios de su país. Un jugador que pudo haber sido el mejor
jugador de su país desde el que le dio su debut y su momento de gloria contra
Brasil en el 2007; pero que hoy en día no es más que el hombre olvidado de
México.
Sin ánimos de chismes por ahí me entré que poco después de perder a sus padres su novia lo dejó.
ResponderBorrarExcelente relato. Deseaba saber sobre el paradero de Nery y ahora sé que lleva poco más de año y medio sin jugar.
La verdad yo siempre fui su fan y me causa mucho asombro además de morbo cómo un jugador se pudo perder de esta manera con el talento que tenía.
Abrazo desde México.