Pocos clubes hay más
pintorescos, caóticos e inverosímiles en el inmenso espectro del fútbol que el
Inter de Milán y creo que cualquier hincha neroazurro
que está leyendo mis palabras concordará con esa declaración. Seamos sinceros: pocos equipos en la
historia moderna del fútbol han tenido en sus filas una plétora de talento,
jugadorazos y fracasos económicos de proporciones babilónicas en las
dimensiones portentosas del club lombardo –son una institución que ama un gran
desembolso de dinero. Massimo Moratti era el Vince Lombardi de los fichajes
rimbombantes; durante sus décadas de gestión del Inter gastó y gastó para
asegurarse que el club que amaba –nadie puede negar el cariño de Moratti para
con la institución, aunque a veces rayara en lo insano y lo perjudicara en
muchos casos- siempre contara con lo mejor del fútbol mundial y adjudicarse
como uno de los más grandes del balompié europeo, como demandaba la historia
del club. Nadie puede negar que esa
metodología tuviera éxito; al final del día el Inter consiguió varios títulos
de Serie A, Coppas Italia, una UEFA Champions y un Mundial de Clubes; pero
también consiguieron desequilibrar muchas veces sus plantillas trayendo
jugadores que tal vez no eran necesarios, que nunca se adaptaron a las
exigencias del equipo y la rigurosa Serie A o que simplemente ya no era lo que
fueron en su apogeo. En nuestra historia de hoy –que hace tiempo que no les
traía un Fichaje Estrellado, hombre-,
tenemos un ejemplo de lo último, a mi criterio: el más que deficiente paso de
Diego Forlán al Internazionale.
Vamos a retrotraernos al año
2.011 –sí, amigos, ya ha pasado tanto tiempo-
y analizar dónde estaban nuestros protagonistas en ese momento en particular de
sus respectivas historias. El Inter comenzaba lo que sería una trepidante y
aguda caída al abismo de la mediocridad deportiva; tras tocar el Olimpo del fútbol con aquel fabuloso equipo del ’10, sus
componentes comenzaron a deshacerse tras una campaña negativa con Rafa Benítez y,
posteriormente, el brasileño Leonardo; entraba a la dirección técnica para
otorgarle al equipo lombardo la renovación y transición necesaria de la era de
triunfos de escuadrón veterano de Mourinho a uno que pudiera sacarlos adelante
tras una campaña tan decepcionante como la 2.010/11. Por el otro lado,
Diego Forlán no pasaba sus horas más lúcidas en el Atlético: el uruguayo era un
ícono del club después de campañas que supusieron triunfos a nivel colectivo
(UEFA Europa League del ’10 y la Súpercopa Europea de ese mismo año contra el
Inter, entre todos los rivales) e individuales (una Bota de Oro en el ’09,
además de ser el mejor jugador del Mundial de Sudáfrica en el ’10 con el
seleccionado charrúa); pero su actualidad en el 2.011 cargaba con el peso de una
temporada bastante pobre en la institución colchonera –solo 10 goles en 42
partidos, lo que es una cifra paupérrima para las que ostentaba Diego en esa
época- y terminó marchándose a Milán para ser el reemplazo de Samuel Eto’o tras
la bombástica llegada de Radamel Falcao al Calderón.
De cierta forma, ambos se
necesitaban: el Inter necesitaba a un nuevo punta y a un jugador que ilusionara
a la afición y Forlán necesitaba de un reto en una liga diferente y sentirse
importante, además de alejarse de las múltiples críticas y ambiente nocivo que
se respiraba en el Atlético. El club
colchonero le dio al uruguayo los cinco millones de euros que le debían de su
ficha y se fue gratis al San Siro, cosa que en su momento parecía una ganga por
un atacante de indiscutida clase mundial como era Forlán, pero ninguna de las
dos partes se imaginaba (bueno, ¿quién se lo imagina en un fichaje?) el
desastre venidero: Diego Forlán solo haría dos goles en toda una temporada en
la Serie A y se convertiría en una de las peores contrataciones de la historia
reciente del Inter –y eso es decir mucho.
Hay muchos factores que
influenciaron en el mal rendimiento de Forlán. El primero de todos, fue el
hecho de que llegaba a la ciudad italiana con 32 años de edad, con su mejor
momento ya en el pasado y cargando con el peso de una exitosa Copa América con Uruguay
en el 2.011; el segundo de ellos fue el hecho de que el Inter comenzó un
declive importante que se transformó en esa campaña en una espiral descendente
de locura –hasta tres técnicos tuvieron durante la campaña-; lo tercero fueron
las diferentes lesiones que padeció el charrúa y finalmente queda el simple
hecho de que nunca supo adaptarse a los rigores de la Serie A.
Las cosas se vieron
prometedoras al principio; Forlán debutaría con un buen gol de zurda en una
derrota cuatro a tres frente al Palermo y se vería bastante bien, en líneas
generales. Pero aunado al gran momento
goleador de Diego Milito, quien “volvía” después de una campaña decepcionante
en el año anterior, al uruguayo se le comenzó a cerrar el arco y nunca terminó
de cuajar en una institución que se hallaba en un momento crítico y donde se le
necesitaba para sacar adelante el barco. De todas maneras, el rendimiento
de Forlán también pudo haber sido catalizado por el pésimo ambiente del Inter
por esos años donde casi todos sus jugadores se encontraban languideciendo y
donde la irregularidad estaba a la orden del día. El arribo de Claudio Ranieri no significó una mejoría en las fortunas
del club y de Forlán; al contrario, hay malas lenguas que dicen que los dos
tuvieron desavenencias por el hecho de que el experimentado entrenador italiano
le pidió que jugara por la banda en un partido y Diego se negó, cosa que el
crack charrúa ha negado en el pasado.
Tras estar de baja por tres
meses por lesiones en el bíceps femoral, Forlán anotó otro gol y finiquitó su
campaña con tan solo dos tantos en veintidós partidos –una cifra absolutamente desconcertante
considerando lo efectivo que había sido durante toda su trayectoria. La situación estaba tensionada y no ayudaba
que Moratti declarara que Forlán había tenido un rendimiento bastante pobre y
que “cuando jugaba, no hacía nada”. De todas maneras, Forlán reconoció que
no había estado a la altura de las expectativas, que quería cumplir su contrato
con el Inter para mostrar su mejor versión y que quería irse dejando al club en
una buena posición, mientras que su padre también declaraba algo bastante en
consonancia con lo que su hijo decía. La temporada siguiente se fue al
Internacional de Porto Alegre.
En retrospectiva, fue un
traspaso que no suponía ningún beneficio para las dos partes, pero es
importante recordar el contexto en el que constituyó la contratación: el Inter
necesitaba de una figura tras la marcha de Eto’o a Rusia (cosa que era Forlán)
y el Diego Forlán quería permanecer en el máximo nivel (cosa que era el Inter).
Lo que sucedió después fue el resultado
de una unión que se llevó a cabo en el peor momento de los dos hasta ese punto
de sus existencias; como alguien que ha visto a Forlán desde sus tiempos en el
Villarreal, no dudo que de haber arribado en otra época –una más estable para
ambos-, su paso al Inter hubiera sido más lúcido y memorable. Tristemente,
no pudo ser y quedó en la enorme lista de flops
que el club ha hecho, siendo algo así como un caso Bergkamp del siglo XXI.
Not all great things in
life are free; sometimes you have to pay a bit. If you like the Blog and you
want to keep reading new articles, please click in the ads so that this project
can grow onto bigger and better things. Thanks
in advance.
No todas las cosas en la vida son gratis; muchas
veces debemos pagar un poco. Si les gusta el Blog y quieren seguir leyendo
artículos nuevos, por favor hagan click en los anuncios para que este proyecto
crezca hacia cosas más grandes y mejores. Muchas gracias por adelantado.