Todos
somos una historia; todos somos una narrativa inmersa en incontables anécdotas
que encarnan las vivencias que hemos experimentado en toda nuestra existencia. Podría
sentarme aquí y contarles mil historias acerca de Messi, Cristiano, Bale,
Neymar, Zlatan, etc… pero me he decantado por una sección titulada Historias
de Interés para hablar acerca de esas
anécdotas de individuos que son un pequeño retazo de la enorme conglomeración
de elementos que es este hermoso deporte. Como abreboca, les presento el debut
de la sección con la historia del inglés Jamie Vardy: un delantero que comenzó
su sueño de ser futbolista desde lo más bajo y fue ascendiendo con incontables
traspiés hasta convertirse en parte del seleccionado de Roy Hogson. Fiestero,
peleador, de carácter recio, torpe y siendo incómodamente parecido, Vardy ya ha
logrado mucho de qué presumir. Y no es para menos.
El partido había terminado y tenía que volver
pronto a su hogar. A pesar de que su equipo ganó y él hizo un gol, sentía una
carga que no podía sacudirse –era entendible; era la tobillera de la cárcel lo
que le obligaba a regresar al radio establecido por su libertad condicional.
Así fue la vida del actual máximo goleador de la Premier League en esta
temporada, Jamie Vardy del Leicester City, en sus comienzos como futbolista en
la liga no profesional. El inglés es uno de esos casos de dedicación y trabajo
que las tuvo que pasar bien feo para poder llegar a donde está y es importante
que nos tomemos un tiempo para hablar de un jugador que tal vez nunca entre en
la historia del deporte, pero que es una inspiración para todos. Tanto se ha
banalizado y comercializado este deporte que al escuchar una historia de este
talante uno no puede hacer más que sentirse reconfortado; es imperativo que
comprendamos el valor del trabajo duro y de la dedicación para poder cumplir
nuestros sueños y metas.
La historia de Vardy nos retrotrae a sus
comienzos en el 2.002 en las inferiores del Sheffield Wednesday, un equipo
pequeño de las divisiones más bajas de Inglaterra, donde sobresalía como
atacante y por las bandas, pero donde le acabarían rescindiendo el contrato.
Muy bajito para jugar al fútbol, decían. Jamie estaba totalmente abatido por
esto y dejaría el fútbol por todo un año que giró en torno a la bebida, meterse
en peleas en bares y uno que otro problema con la ley –todo a la tierna edad de
los 16 años. El fútbol le seguía atrayendo y hallaba en el mismo un enfoque
positivo por lo que decidió retornar al deporte jugando para un equipo de la
división no profesional del balompié inglés, el Stocksbridge Park Steels. El chairman
del club por ese entonces, Allan Bethel, comentó recientemente que aunque Vardy
dejaba entrever en más de una ocasión su personalidad tan propensa a la
rebeldía y a meterse en problemas, el chico siempre fue un ejemplo en lo que concernía
a todo lo deportivo –siempre era el primero en llegar al entrenamiento y el
último en irse. Sobresalía en la cancha anotando goles desde los tres
puestos de ataque, pero luego salía las noches de sábado y acababa inmerso en
pleitos con diferentes personas –sin mencionar una pelea en un pub que
lo obligó a permanecer en libertad condicional. Por más que suene a un
concepto hollywoodense, Vardy jugaba sus partidos y tenía que regresarse a su
casa enseguida para no romper la normativa de libertad que se le había
impuesto.
A pesar de los
percances y de las vicisitudes, Vardy continuó hablando en la cancha y haría
más de sesenta goles en poco más de cien partidos con el Stocksbridge en la
octava división inglesa para irse en la temporada 2.010/11 al Halifax de la
séptima división. Uno de los primeros contactos que tuvo con sus compañeros fue
un tanto vergonzoso porque el muchacho en cuestión no contaba con las botas
adecuadas para el entrenamiento y tuvo que ir a ejercitarse con zapatos
regulares; cosa que, naturalmente, desconcertó a sus compañeros. El entrenador, Neil Aspin, había negociado
todo el verano por su contratación y Jamie, batallador como él solo, no lo
decepcionó jugando en un nivel más alto –ésa sería la normativa durante toda su
trayectoria como profesional. Haciendo casi treinta goles en un poco más de
cuarenta partidos, Vardy fue votado como el jugador más valioso del club e
incluso estaría cerca de anotar tres hat-tricks seguidos, pero fallaría en el
último partido quedando en un doblete. En la siguiente temporada jugaría cuatro
partidos con el club y anotaría tres goles antes de ser vendido al Fleetwood
Town de la quinta división.
En el Halifax había
encontrado un mentor en Aspin y éste reconocía que la personalidad del de
Sheffield era de armas tomar, pero siempre apostó por él y, aún más importante,
logró que se enfocara en el balón para que no se metiera en más problemáticas. Interesantemente, su traspaso al Fleetwood
estuvo rodeado por controversia por el monto voluminoso del mismo (150.000
libras esterlinas) y muchos clubes de la quinta división cuestionaban el juicio
de un equipo dispuesto a pagar un monto tan alto en la liga no profesional; pero
Vardy dio la cara y se despachó un gran total de 31 goles en 36 partidos para
su nuevo equipo. Una anécdota muy jocosa es que en uno de sus primeros
partidos, el chairman del club lo
invitó a su padre y a él a un hotel para que cenaran y así el jugador se
relajara un poco de la presión de su nuevo entorno. Su padre, hombre muy
sincero por lo que entiendo, preguntó si era verdad eso de que no iban a tener
que pagar nada por la comida y el chairman
le dijo que eso era verdad; entonces el señor Vardy dirigió su mirada a su hijo
y le dijo “Maldita sea, Jamie, ¡debiste haber hecho algo muy bueno”. Volvió a
ser el jugador más valioso de la temporada y lideró al Fleetwood Town a su
primer ascenso a la cuarta división, la Football League.
Una de las pruebas de
fuego más duras iba a venir en camino para el chico malo de las divisiones
inferiores: el Leicester City, equipo del Championship, iba a pagar un poco más
de un millón de libras para hacerse con sus servicios –cifra record por un
jugador no profesional. De la quinta división, Vardy ascendía a probablemente a
la segunda división más desafiante de toda Europa. Su primera temporada, la
2.012/13, estuvo rebosante de altibajos por una más que entendible etapa de
adaptación a un rango mucho más exigente; pero sería en la siguiente donde
haría 16 goles y sería uno de los estandartes del equipo para ganar el
campeonato y ascender a la tan anhelada Premier League. Por todo lo que había trabajado, finalmente estaba ahí enfrente de él:
la posibilidad de jugar en la liga más competitiva del mundo y enfrentarse a
algunos de los mejores en su profesión. De tener que tener un trabajo a
tiempo completo y alternarlo con el fútbol a jugar contra Wayne Rooney, Eden
Hazard o Sergio Agüero; de comer en estaciones de camión a hospedarse en los
mejores hoteles de las islas. Para un hombre de clase trabajadora, con
antecedentes penales y con un mal genio, todo esto no era más que un loco
sueño. Pero aún faltaba mucho.
En sus primeros
partidos de la temporada no pudo jugar mucho por molestias. En su primer
partido de titular, en el estadio del Leicester contra el Manchester United de
Di María, Rooney, Van Persie, Mata y Falcao, Jamie Vardy cuajó la mejor
actuación de toda su carrera. El equipo
logró una remontada de un 1-3 que acabaría en un 5-3 donde Vardy hizo un gol,
dos asistencias y le hicieron dos penales. Vardy estuvo por todos lados y
fue un terror para el equipo de Louis Van Gaal en una de las actuaciones
individuales que más me han sorprendido en mi vida y que me hizo prestarle
atención durante el remanente de la temporada. Posteriormente, el Leicester se
embarcaría en una cruzada memorable para no descender y Vardy -aunque tan solo hizo
cuatro goles esa temporada- fue uno de los jugadores más importantes del equipo
para realizar una gesta histórica en una de los mayores rescates de la memoria
reciente de la Premier League. Y fue recompensado: Roy Hogson, seleccionador nacional
de Inglaterra, lo convocó a un partido amistoso de la selección y entraría como
substituto en el partido por el mismísimo Wayne Rooney.
Esta temporada, Jamie
Richard Vardy es el máximo goleador de la Premier League hasta el momento
mientras guía a un sorprendente y efusivo Leicester de Ranieri a los primeros
puestos de la tabla. Probablemente a sus
28 años de edad ya se encuentra en el mejor momento de su carrera y aunque
nunca llegue a ser un delantero de clase mundial, es uno de esos casos que
demuestra que entre tanta megalomanía en este deporte aún hay lugar para los
humildes –la base del deporte en su incepción, después de todo. Ésta no es
una historia de alguien que vaya a quedarse con los titulares o que vaya a
trascender más allá de ser una buena anécdota, pero este hombre puede ser tú o
puede ser yo; es el triunfo de un hombre al que no se le regaló nada y que incluso
pueda llegar a ser parte del equipo inglés en la próxima Eurocopa. De tener
libertad condicional a jugar con Rooney en Wembley… nada mal, nada mal.