NOTA: antes de comenzar
este post, quiero anunciar que he descubierto dos páginas de México que han
plagiado algunas de mis entradas y les pido que no tomen en consideración a
esos ladrones de ideas. La página Libertad tomó mis posts de Riquelme, Zanetti,
Ibrahimovic, Quaresma y Van Gaal –ahí están los enlaces a sus versiones y
pueden comparar las fechas de publicación con las mías en este Blog. Por favor
hagan lo mismo con la página Laznoticias que plagió mis entradas de
Schweinsteiger, Gago y Verón, además de que cambiaron una que otra palabra en
este caso en un banal y ofensivo intento de enmascarar lo que es una bajeza
totalmente despreciable.
Por favor, si se
enteran de algún otro caso, háganmelo saber por la vía que les parezca más
conveniente. Gracias de antemano a los que se tomaron la molestia de corroborar
las fechas y gracias a las páginas mencionadas por tomar mi trabajo sin
autorización; es una prueba fehaciente de que estoy haciendo las cosas bien.
Ahora, vamos a lo que
nos interesa.
No hay mejor momento
que aquel instante de gloria en tu vida cuando estabas en lo más bajo. ¿Puedes
mostrarme algo más hermoso que triunfar, aunque sea por un mero resquicio de tu
extensa y dilatada existencia, contra todos y todo cuando nadie apostaba por
ti? Aunque no lo queramos reconocer, hay
una cierta grandeza en ser el héroe de los desprotegidos y de los indefensos;
el concepto de ser una suerte de Robin Hood de la desdicha descomunal es una
idea por la que cualquiera se siente atraído. Pero el hombre, indiferentemente
de su nacionalidad o estrato social, pocas veces puede lidiar con tener el
poder de representar a millones y no engrandecerse hasta alcanzar el cenit de
un egocentrismo copioso. Traduciendo esto al ámbito futbolístico –que es lo
quieren leer y no mis interminables soliloquios-, me refiero a los hinchas de
esos clubes humildes que muy pocas dichas pueden vivir en cuanto a títulos o
cúspides reflejadas en resultados. El
hincha del club pequeño quiere esos momentos de victoria contra las
probabilidades; ese día en el que vencieron como si fueran gigantes al equipo
todopoderoso y, por sobre todas las cosas quieren
tener algo de qué presumir. En esta entrada hablaremos de un jugador
que, desafortunadamente, es poco conocido en estas latitudes pero que es, sin
lugar a dudas, el mejor jugador de la historia del fútbol que no ganó un maldito
título en toda su carrera. Estoy hablando del mejor jugador de la
historia del Southampton FC, el mismísimo “Le God”, Matt Le Tissier.
La historia de nuestro
protagonista comienza en Inglaterra comienza en su Guernsey natal, que es un
pequeño pueblo en las islas. En 1985 y con solo 17 años, los Saints lo contrataron de su equipo
juvenil, Vale Recreation, donde había estado por mucho tiempo y luego de un año
en las inferiores del Soton, debutaría como profesional en 1986. Sus primeras tres temporadas encadenaban momentos
de certísima brillantez con la intermitencia tan típica de los jóvenes, pero
fue en la campaña 89/90 donde logró hallar la consistencia necesitada: hizo 24
goles en 43 partidos jugando como mediocampista, algunos tan espectaculares
como uno con doble sombrero que le hizo al Liverpool en su apogeo, que le
valieron el premio del jugador joven del año de la antigua Primera División
Inglesa. Pero no sorprendían solamente sus números o incluso la calidad de
sus goles –hay quienes lo consideran el jugador con la mayor cantidad de
golazos en la historia de la Premier-, sino su forma de jugar: éstos eran los
tiempos donde la creatividad no era tan asfixiada como ahora y se permitía brillar
a sus talentos. Le Tissier era como una suerte de Riquelme inglés, pero con
mayor capacidad goleadora; podía proteger el balón, driblar hombres, tenía una
visión de juego exquisita y podía ganar partidos solos. Era un abanico andante
de trucos, arte y grandilocuencia futbolística que había sorprendido al fútbol
inglés junto a un tal Paul Gascoigne por esa época.
Sus primeros años en
los 90s no comenzaron de la mejor manera cuando Ian Branfoot, un amante del
pragmatismo y el fútbol conservador, arribó al club de los santos en 1991 y
decidió recolocar a su mejor jugador por la banda derecha. Le Tissier había
sido votado el mejor jugador joven de la liga la campaña previa una vez más y
promediaba veinte goles por temporada desde la posición de mediocampista
ofensivo, pero su nuevo entrenador se enfocó en sus debilidades. ¿Cuáles eran sus debilidades? Falta de
compromiso para marcar, presionar o defender; falta de velocidad, recorrido o
movimiento; y ser un jugador que podía hacer lo imposible con el balón en sus
pies, pero que sin él parecía sentarse en la grama y comer una bolsa de papas
fritas. Ni le gustaba entrenar o cuidarse; todo lo que logró fue bajo una base
de McDonald’s y refresco. Su aporte goleador bajó considerablemente y rumores
de posibles traspasos al Tottenham o al Chelsea comenzaron a surgir, pero el
jugador, siempre devoto al club que le dio la oportunidad como futbolista, negó
todos los rumores y se quedó. Eso siempre sería un tema con Matt, pero los
Dioses del fútbol lo recompensaron con la llegada de un nuevo entrenador, Alan
Ball, que se acercó a los muchachos del Soton y les dijo: “Pásenle el balón a
Matt”. Así hicieron y así se vio a “Le God” en toda su expresión.
Con Ball, Le Tissier
alcanzó su mejor nivel y logró un total de 45 goles en los 63 partidos que
dirigió el técnico antes de marcharse al Manchester City. Hizo golazos al
United, al Chelsea, al Tottenham, al Liverpool, a todos, en una época en la que su club lo necesitaba para pelear el
descenso mientras los cantos de sirena de los mejores clubes de Inglaterra seguían
resonando en el horizonte. No sé cómo lo hizo, pero jamás abandonó al Soton y
siempre dio la cara por ellos; su calidad y sus goles no se demostraban en un
4-1 que ya estaba asegurado –se demostraba en partidos que iban 1-1 y donde
anotaba el gol del triunfo en el minuto ’92 para salvarlos. Todo esto lo hizo jugando su juego, con su
cara de británico mundano, dientes chuecos y sin correr por la cancha –uno de
esos genios que reafirman el concepto de que no se debe sofocar la creatividad
en un deporte que hoy en día urge de artistas. Pasaron los años y era
ignorado por un seleccionado inglés que solamente le dio ocho partidos en quince temporadas donde fue uno de los mejores
jugadores de su país –todo por sus incapacidades tácticas y por no jugar en un
equipo grande. Ja, y luego se preguntan los ingleses por qué no ganan un
Mundial desde hace más de cuarenta años. Como dato curioso, se le tomó muy en
consideración para la Copa del Mundo de Francia ’98, pero al final no fue
convocado por el seleccionador y leyenda del balompié inglés, Glenn Hoddle.
Bueno, Hoddle era el ídolo de Le Tissier y su mayor inspiración para ser futbolista.
Como estadísticas –que hoy
en día todo el mundo está encaprichado con éstas-, fue el primer mediocampista
en alcanzar los cien goles en la Premier League y de un total de 48 penales
llevados a cabo, acertó 47 –siendo el fallado una estupenda parada del arquero
del Nottingham Forest que la clasificó como “la mejor tapada de mi carrera”. Pero uno de mis momentos favoritos de su
historia es que su último gol como profesional y para su club fueron en el último
partido del viejo estadio del club, The Dell, contra el Arsenal en un triunfo
que acabó 3-2 en el 2001. Le Tissier anotó el gol de la victoria en una
campaña en la que las lesiones lo atizaron por todo el año y donde solo anotó
un tanto –ése tanto. No había otra
forma de acabar un relato como éste que no fuera así. Sí, jugó un par de
partidos el año entrante en St. Mary’s, pero ése fue el momento donde un
episodio de la historia del club terminaba de la forma más gloriosa. Así terminaba la historia del mejor jugador
que no había ganado un maldito título en toda su carrera.
Cuando pensamos en el
mejor jugador que ha tenido la Premier League desde su incepción (en 1992),
¿cuáles son los nombres que se nos ocurren? A las primeras de cambio podemos
decir Ryan Giggs, Thierry Henry, Paul Scholes, Frank Lampard, Alan Shearer, Dennis
Bergkamp, Steven Gerrard, Eric Cantona… claro que me han faltado varios, pero
éstos serían los predominantes. Todos ejemplos válidos y que tienen fundamentos
totalmente lógicos para ser considerados los mejores de la historia de esta
liga pero, ¿por qué no Matt Le Tissier? El mediocampista ofensivo del
Southampton tal vez nunca ganó nada en su carrera pero el fútbol que desplegó
en ese pequeño club puede igualar a cualquiera de los mencionados por un
elemento tan esencial en esto del fútbol: magia.
Le Tissier tenía magia, brillantez, un
talento divino que podía levantarte de tu asiento y dejarte estupefacto por
varios minutos. Para las jóvenes generaciones, vean este video y disfrútenlo.
No sé qué tipo de música tiene el video porque siempre los pongo en mudo por la
horrible electrónica que suelen colocar; como recomendación, escúchenlo con See You In Hell de Grim Reaper. De nada.
¿Vieron el video? Es
una demostración de que este sujeto era un anormal, una anomalía en el mundo
del fútbol, y que marcaba un contraste con el resto de los jugadores de su
época, pero sobre todo a los de la actualidad. Contemplamos a los jugadores de
hoy en día y todos son súper atletas con físicos cuidados y que viven como
millonarios con las mejores ropas y autos; este hombre parecía el típico
borracho charlatán que te conseguías en un bar inglés y que nunca ganó lo
suficiente en The Dell para vivir con lujos… pero era mejor que la mayoría. Tenía
el talento de un dios y la humildad de un sin techo; incluso en sus
celebraciones no era ostentoso, en dura dualidad con su habilidad. ¿Goles olímpicos? ¿De volea? ¿A larga
distancia? ¿Driblando y pasando rivales? ¿Picándola por encima del arquero?
¿Tiros libres memorables? ¿Asistencias de una genialidad indiscutida? Le Tissier podía hacerlo todo. Pocos jugadores he visto, sea en
video o en vivo, que realmente me inspiren esa sensación de que podía cambiar
todo a su antojo. Y no estamos hablando de un jugador encumbrado en lo más
alto de su carrera; estamos hablando de un futbolista que pasó toda su vida futbolística protegiendo a su amado club de toda la vida del descenso y sirviendo como ese
símbolo, ese bastión inexorable, del cual todos los Saints podían ser sentirse orgullosos. Un jugador que Xavi Hernández definió como uno de sus ídolos.
Le Tissier es uno de
los más grandes genios de la historia del fútbol mundial; un jugador olvidado
por el mundo mainstream del fútbol
que hacía lo imposible y nos levantaba el espíritu con su juego. El incomparable final de su carrera con el
Southampton es solo un mero pasaje de lo que hizo por esa camisa; pudo haber
hecho esos goles en Old Trafford o en el Santiago Bernabéu, pero se mantuvo
leal a los colores de unos hinchas que amaron y apreciaron cada jugada o gol suyo
como si fuera un título –hizo feliz a todos aquellos hinchas del club que hayan
tenido el placer de haberlo visto jugar en vivo. Hoy en día sería uno de
estos dos casos: un jugador que valdría 120 millones de libras o un jugador que
nunca pudo adaptarse a las exigencias del fútbol moderno. Pero más allá del
futbolista y sus grandes jugadas, me quedo con la idea de un individuo que
simplemente no era parte de la gran máquina de marketing y mercadotecnia que
era el deporte y simplemente jugaba por diversión y para el divertimento del
público; era un rara avis en su máxima expresión.
No hay mejor momento
que aquel instante de gloria en tu vida cuando estabas en lo más bajo. El mago
del puerto de Southampton nos regaló muchos momentos así en The Dell.
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