Los
ganadores triunfan en su mente y luego en la vida. Puedes ser el más talentoso,
el más guapo o el más inteligente, pero si en tu mente no eres ninguno de estos
adjetivos, serás consumido por el vertiginoso abismo de las inseguridades y del
temor. Es parte de la naturaleza humana
sentir dudas acerca del potencial o nivel de uno mismo en todo lo que nos
importa; es más, sin dudas, ¿cómo podemos exigirnos a nosotros mismos? Se
necesitan las dudas y un poco de inseguridad para tratar de mejorar siempre y
llegar más alto gracias a esto último. Pero eso en exceso es harto
negativo, como todo en la vida. Cuando llegas a la profundidad del abismo
anteriormente mencionado, sólo eres capaz de ver todo lo que hiciste mal con
ojo de halcón y no está en ti el ver lo que hiciste bien porque simplemente no sientes que has hecho algo bien. Los
futbolistas, como todos los deportistas, se basan en su propia resiliencia
mental para poder endurar y superar todos sus obstáculos y alcanzar la tan
ansiada excelencia; no es de extrañarse
que los Messis, Cristianos, Bales, Robbens, Hazards, etc, del mundo del
balompié cuenten con un cúmulo de psicólogos que los mantengan
“estables” –sin ánimos de ofender- para soportar las exigencias de los
directivos, de los hinchas, del cuerpo técnico, de sus compañeros, de la media,
de sus patrocinadores… y un largo etcétera. El primer paso al éxito se
logra al conseguir la paz mental y ése es un axioma absoluto. Lo que van a leer a continuación
es un ejemplo seminal de lo que he estado parloteando en este párrafo y que
servirá como una lección para mis lectores que piensan que no son capaces de
lograr sus metas a causa de los opresivos demonios de la negatividad: la
historia de Yoann Gourcuff, el crack que fue consumido por su propia mente.
Yoann
Gourcuff es un mediocentro francés que surgió de las juveniles del Stade
Rennais como uno de los prospectos futbolísticos más interesantes de los
últimos tiempos puesto que el galo era una rareza en la época moderna del
deporte: un enganche puro; un “diez” de pura cepa que emulaba –y de muy buena
manera- a los grandes conductores de los 90s y los 80s. Era –y es, hasta cierto
punto- un jugador con visión, con mucha clase y capaz de lo espectacular; un
portador de la mística y el preciosismo que ostentan esos pocos jugadores elegidos
para brillar por encima de los demás. Alternándose con la reserva y el primer
equipo, Yoann comenzaba a hacerse su propio nombre en la escena de la Ligue 1…
pero su apellido ya tenía bastante peso, cabe mencionar, puesto que eso ha
influido mucho en el devenir de la carrera de Gourcuff. Nuestro protagonista desciende de un árbol genealógico prolífico en
atletas: su madre jugaba baloncesto, su hermano, Erwan, es nadador y ciclista,
pero lo principal es el hecho de que su padre, Christian, fue una figura del
fútbol francés y un entrenador de largo recorrido por la Ligue 1 con un éxito
moderado. Yoann tuvo una infancia en la que lo fueron preparando desde muy
pequeño para que fuera futbolista: entrenaba en academias, su padre le dedicaba
horas de su tiempo para que mejorara y el joven galo sólo quería ser un jugador
de fútbol. Yoann Gourcuff vive, respira y come fútbol. Era su sueño más grande.
Como
muchas figuras a su edad, no tardó mucho en llamar la atención de los gigantes
de Europa y clubes como el Arsenal y el AC Milán fueron algunos de los
interesados por contratarlo; al final serían los rossoneri los que se quedarían
con el último “nuevo Zidane”. A pesar de
haber comenzado bien en su debut en Champions League contra el AEK Athenas en
el 2.006 anotando un gol y teniendo la suficiente técnica para adaptarse a un
equipo plagado de figuras –cuando el Milán tenía a la crema innata de Europa-,
Gourcuff pasó dos años intermitentes y plagados de dificultades para hacerse un
hueco en el club lombardo. Cierto, hay quienes dicen que tener enfrente a
jugadores como Andrea Pirlo, Clarence Seedorf o Ricardo Kaká –quien ocupaba la
posición de enganche de nuestro protagonista- fue un impedimento para que el
galo se asentara en el equipo de Ancelotti, pero hay que entender que en Italia
la mentalidad y la interpretación táctica son valoradas en un estándar altísimo
–ésta es la tierra de Arrigo Sacchi, caballeros-, aspectos que Gourcuff nunca
supo adiestrar y que lo hacía perder enteros. El propio Ancelotti jamás lo tuvo
en alta estima y de vez en cuando dejaba entrever eso, mientras que lo colocaba
en partidos de la Coppa Italia y otros de menor importancia, pero el joven
francés parecía atrapado en un ciclo vicioso que lo despojaba de la confianza y
seguridad a la hora de jugar… y no sería la primera vez. Paolo Maldini,
compañero de Yoann en su tiempo en Italia y tal vez el mayor símbolo de la
historia del Milán, dijo muchos años después que el galo nunca dio su 100% para
el club, que varias veces llegaba tarde a los entrenamientos, que no empezó a estudiar italiano
desde el día 1 y que simplemente no se dedicó lo suficiente para convertirse
en un activo valioso e importante para el club. Éste sería el patrón de la carrera de Gourcuff: un jugador con un
potencial explosivo, pero cuya mentalidad siempre parecía ser la errónea.
Pero nos adelantamos a los hechos.
Con
el orgullo lastimado, mirando al piso y con la etiqueta de promesa frustrada, Gourcuff
retornó a su país natal para jugar con el Girondins de Bordeaux. Bajo la tutela
de la leyenda del fútbol francés, Laurent Blanc, Yoann renació de sus cenizas
lombardas y se convirtió en lo que todos esperaban de él desde sus años
imberbes; fue en Bordeaux donde abrió sus alas en todo su esplendor. En sus dos
años en el club, fue el mejor jugador de la Ligue 1, lideró al equipo a ganar
la liga y la copa en la temporada 2.008/09, los llevó a 4tos de Champions el
año entrante y daba muestras de una clase que no se atestiguaba en Francia
desde Zidane. Fue en ese equipo donde
Gourcuff encontró su ritmo, como un director orquesta que finalmente había
encontrado la partitura adecuada; fue en su regreso a Francia donde su
debilidad mental parecía haber dado paso a un aurora de magnificencia futbolística
en la que sus habilidades y potencial eran explotados a sus máximas
capacidades; fue en el Girondins donde su fútbol era expresado con la
majestuosidad de un jugador que estaba bendecido por los Dioses y que jugaba
con un minimalismo y exquisitez reminiscente a los más brillantes. El
jugador más talentoso de su generación parecía haber atisbado su lugar en el
mundo y en Blanc encontró a un mentor que lo acogió con el beneplácito de alguien que
sabía que tenía entre manos a una joya que debía ser pulida; sólo hay que ver
su partido contra el Bayern Múnich en Alemania en el 2.009 donde anotó un gol y
fue el amo y señor de los dominios germanos durante 90 minutos. Sin ánimos de
hacer hipérbole, no dudo que estuviéramos ante un artista del balón; un pintor
del balompié que erigió su obra maestra con este gol frente al Paris Saint Germain, demostrándonos que la estética y la
elegancia del fútbol, cada vez más escasas, no habían sido desterradas de los
aposentos del mundo.
Como
un hijo privilegiado del destino, Gourcuff era codiciado una vez más por los
mejores de Europa y ahora, un jugador más completo y realizado, parecía ser
capaz de no repetir las equivocaciones que lo habían socavado en su aventura
italiana. El francés tomó una decisión que a mi criterio fue errónea en el
2.010: decidió fichar por el Olympique Lyon por 23 millones de euros y ahí es
cuando su carrera pareció ser golpeada de manera fatal. En el gigante francés, Gourcuff ha parecido perder su camino: las
lesiones –se ha perdido más de cien partidos en cinco años con el club y dicen que más de una ha sido psicológica-,
actuaciones irregulares –nunca ha mostrado ni un ápice de lo que mostró en
Bordeaux- y un declive en el nivel del club han ultrajado una carrera que
parecía ser ascendente, pero que una vez más se topó con la misma piedra en el
zapato que es la inseguridad y pesimismo de Yoann. El galo llegó como un
fichaje rutilante y se esperaba que fuera el símbolo de un Lyon que necesitaba
de un ídolo; trastabillando con sus performances,
el hijo prodigo del fútbol francés fue perdiendo confianza al no poder cumplir
expectativas y su autoestima se empezó a dañar hasta el punto de ser una
cascara de su antiguo ser. Y es aquí donde el factor humano y mental entra en la
“ecuación Gourcuff”: un jugador
groseramente talentoso, brillante, seminal, pero que es un perfeccionista y un
pesimista nato; Yoann es un jugador con una formación notable gracias a su
familia y es capaz de dar análisis de partidos más parecidos a un entrenador
que a un jugador de su edad; es capaz de lo increíble jugando; pero las
equivocaciones y malas actuaciones lo hunden en una vorágine de pensamientos,
dudas y lo privan de la confianza que necesita todo grande para triunfar. Su
personalidad introvertida, tímida y reservada le causó problemas en el Mundial
del 2.010 cuando la mujer de Frank Ribery le mencionó a su pareja que el
entonces Crack del Bordeaux le parecía atractivo, causando que el extremo del
Bayern y su amigo, Nicolás Anelka del Chelsea, comenzaran a atosigarlo y
molestándolo en los entrenamientos de un ya incendiario vestuario francés. Ni
siquiera le gusta el lado glamuroso del deporte: es un individuo de bajo perfil,
que se siente incómodo al lado de jugadores más estrafalarios –eso le ha
causado diferentes problemas de vestuario, además del acotado- y rechaza a esta
gran industria mercadotécnica (ni siquiera tiene un agente; tiene un abogado)
en la que se ha convertido el fútbol; es simplemente un hombre que quiere jugar
al fútbol. Pero su mente lo ha privado de cualquier placer que pueda tener con
el balón y ahora, dejando de lado actuaciones esporádicas con el Lyon, es un
despojo de negatividad y negligencia. Tuvo el mundo a sus pies, pero no pudo
ser.
Claramente
un personaje que no está en paz consigo mismo, Gourcuff y los directivos del
Lyon han declarado en público que no van a renovar su contrato que expira en
unas semanas y que el galo va a dejar el equipo. Pronto va a cumplir 29 años y
si me preguntan, estos cinco años han atormentado y defenestrado el espíritu de
nuestro protagonista, quien, exceptuando pequeñas y breves “resurrecciones” en
su paso por el Lyon, aún está a tiempo de recuperar su mejor nivel –o tal vez
soy sólo un optimista. A mi criterio, no
hay mayor desgracia que llene el alma de pesar como el talento desperdiciado. Talentos como Zidane, Cantona, Laudrup o Platini representan a una estirpe cuasi
extinta como es el jugador con clase de
verdad. Hoy en día hay muchos jugadores con técnica, pero el grueso de
ellos están curtidos en el fútbol callejero o forjados en los entrenamientos;
ya no existe una plétora de individuos que encarnen esa elegancia y técnica
exquisita, semejantes a las mejores sinfonías de las más altas aristocracias.
Gourcuff fue uno de los últimos estertores de este tipo de jugadores y
representa el mejor y peor lado de la alta sociedad futbolística. Un nuevo
capítulo en su carrera comenzará próximamente y les aseguro que estaré muy
pendiente de su decisión. ¿Por qué? Porque es un jugador que siempre me ha
encandilado con su juego cuando está en un buen nivel; porque Yoann Gourcuff,
estable, es uno de los mayores caudales de talento que puede haber en el fútbol
actual y porque si ha habido un “nuevo Zidane” que haya estado cerca de hacerme
sentir el mismo deleite que sentí al ver al gran Zizou, ése fue Gourcuff.
El talento es un plano de un
edificio altamente detallado y que te permite realizar una obra maestra con
precisión; sólo necesitas la dedicación y la fortaleza mental para construir
semejante creación. Gourcuff es un ejemplo imperial de que
el talento en solitud no es suficiente para la gloria; se necesita trabajo, no
reprocharse a uno mismo por errores que nos hacen crecer y que la rendición es
el castigo absoluto para cualquiera. Han salido artículos que dicen que más de diez clubes
están interesados en su persona, pero antes de firmar con cualquiera de ellos,
el galo deberá hacer un poco introspección: ¿Quiere seguir en el mismo ciclo de
fatalidad o quiere romper el mismo para por fin erigir actuaciones que sean del
disfrute de todos los que disfrutamos con este deporte? Sólo el tiempo lo dirá,
pero estoy seguro de que algo más vamos a escuchar del futbolista que jamás ha
encajado con los paradigmas del mundo mediático y que a pesar de tener todas
las cualidades para ser un triunfador (formación, talento, nombre en el
mercado, inteligencia y hasta bien parecido es, según mi novia) su propia
negatividad y aversión a sí mismo lo han derrumbado hasta sus cimientos. La historia de Gourcuff encarna el pesar de
quien pudo haber sido el mejor en lo que más amaba, pero esa misma pasión lo
hundió y lo dejó desquebrajado. El fútbol necesita más jugadores con su
talento; Gourcuff le debe al fútbol una última oportunidad.