“Quizás
un loco era sólo una minoría de uno.”
- George Orwell,
1984.
Todo hombre
carga con un pasado y con vivencias que han moldeado lo que es hoy en día. Es a
través del conflicto de la injuria, el dolor de las decepciones y las asperezas
de la vida misma las que nos definen como seres humanos adaptados a este
complicado mundo… o al menos tratamos de adaptarnos. El mundo actual es un caos envuelto en megalomanía, agites constantes y
la imperiosa necesidad de siempre estar obsesionados por algo, como si la
tranquilidad fuera un concepto desdeñable en comparación del caos que son
nuestras existencias hoy en día. Pero, ¿qué pasa si no nos acostumbramos al
caos? ¿Si toda la algarabía, el desorden y el estrés de la vida nos agobian
hasta el punto que nos quebramos y decidimos dejar de ser parte de la
maquinaria, al más puro estilo de un niñito berrinchudo? Bueno, no hay que
imaginarlo teniendo a Pablo Daniel Osvaldo, el adicto al caos del mundo del
fútbol. Y como es costumbre al final de cada seis meses en el calendario
futbolístico, el delantero ítalo argentino planea cambiar de aires por sus
diferencias personales con el patrón de turno, en este caso siendo el Oporto de
Portugal. El tema es que esto ya no sorprende a nadie y yo me pregunto: ¿Es simplemente un idiota o hay razones más
profundas detrás de los viajes de nómada de este díscolo personaje? ¿Por qué su
desadaptación constante con el entorno socio-futbolístico? ¿Es Pablo Daniel
Osvaldo una causa perdida?
Busquen la carrera de
Osvaldo por la vía que les parezca más sencilla –Wikipedia, vamos- y verán el
nombre de equipos tan ilustres como la Fiorentina, Roma, Juventus, Southampton,
Inter, Boca Juniors o sus actuales empleadores del Porto, además de unas
cuantas actuaciones con la Selección Italiana. Cualquiera de nosotros mataría
por una trayectoria tan importante. Es una carrera envidiable y con Osvaldo
sólo la vemos como un cúmulo de oportunidades desperdiciadas. Cada parada que ha hecho ha estado plagada
de desavenencias, conflictos y polémicas fuera de la cancha. En Roma es figura
no grata por cabecear a un compañero y encararse con la afición; en el Soton
fue un punto negro por su bajo rendimiento en una de las mejores campañas en la
historia del club y siendo un fichaje record del club; en la Juventus pasó sin
pena ni gloria; en el Inter se auto expulsó las de tierras lombardas tras un
encontronazo con la directiva y el igualmente polémico Mauro Icardi. Y
ahora, en el gigante portugués, donde casi no ha visto acción, maquina un más
que posible retorno a su amado Boca Juniors, club del que es hincha y en el que
se fue por la puerta de atrás debido a la falta de fondos en su momento para
mantener su pase. Todas estas trifulcas e injurias solamente ennegrecen a un
individuo que, controversias aparte, es un muy buen futbolista: tiene
velocidad, cabezazo, sabe usar ambos pies y es inteligente para moverse en el
área rival. En sus escasos instantes de consistencia ha demostrado sus galones
de calidad; pero nunca ha tenido la suficiente madurez para perdurar en alguna
institución. Es un nómada futbolero y un
hombre sin nación –no pertenece a ningún lado.
Más allá de los campos
de fútbol y toda la megalomanía que esto encarna, es difícil no sentir algo de
intriga por ese personaje caótico y nocivo para su propia carrera que es el que
se ha creado alrededor de Osvaldo. Con su vestimenta estrafalaria, sus
múltiples tatuajes, sus lentes tan alternativos y su cabello largo, parece un
doble de Johnny Depp y más un músico que un futbolista. Es un fanático
irredento del Rock y en sus
entrevistas siempre habla de su predilección por The Rolling Stones, Led
Zeppelin o Pink Floyd –incluso tiene
tatuado las portadas de The Wall y The Dark Side of the Moon. Él mismo
reconoce que tiene, y cito, “un carácter de mierda” y que la razón por la que
cambia tanto de clubes es que siente que “la felicidad siempre se encuentra en
otro lado”. Ha tenido tres hijos con dos mujeres distintas y ambas han
compartido por la vía del Twitter la aparente actitud de infante que ostenta el
otrora delantero de la Fiorentina. Estamos
hablando de un hombre atrapado en la cruenta estación que representa el paso de
la juventud a la adultez; ese insípido pero necesario paso para poder avanzar
en esta vida –Osvaldo se halla en una encrucijada de la que no desea salir.
Su personalidad irregular, su explosividad que le ha costado pasos por grandes
equipos y su innegable fascinación por la locura son las características de una
persona que no está totalmente a gusta con el punto en el que se encuentra y
que busca aferrarse a estos arrebatos como una forma de alejarse de cualquier
responsabilidad. Los cambios de clubes
son eso: una válvula de escape para empezar de nuevo y no tener que asentarse
en un lugar donde, invariablemente, va a tener que ejercer responsabilidades.
Y eso último lo aterra a Osvaldo.
El caso del ítalo
argentino es peculiar porque se ha convertido en una constante en su carrera,
pero también hay que interpretar que tener diferencias en tantas estaciones de
su vida futbolística ya no es una coincidencia o las vicisitudes de un jugador
meramente conflictivo –es algo que parece consciente. Existen rumores e historias que dicen que su éxodo de clubes como la
Roma o el Southampton, entidades en las que cabeceó a un jugador de cada
equipo, fueron maquinados por su persona porque ya no se sentía a gusto. Todo
esto no son más que soluciones temporales, salidas atropelladas y la falta de
valor para afrontar la realidad. Ahora puede que vuelva a Boca pero, ¿cuánto
durará en el club xeneize? Cuando estuvo empezó muy bien y luego se fue
desvaneciendo a medida de que sus artimañas se acentuaban. En un mundo del
fútbol donde el presente es lo que importa, las idas y venidas de Osvaldo le
irán pasando factura hasta el punto en que sólo ligas como la MLS, la de Qatar
o la de China se interesarán en él. ¿No
posee ambiciones? ¿No desea ir más allá de lo que ha logrado? ¿Cómo un jugador
puede pasar por tantas instituciones de tan alto nivel y no querer asentarse?
Temor a la responsabilidad, simple y llanamente. Huye acobardado porque no
se siente capaz de afrontar la realidad de que le toca pasar trabajo o que debe
afrontar un reto y se marcha a otra realidad donde espera que el próximo club
lo consienta, como le sucedió por un ínfimo momento con su preciado Espanyol de
Barcelona en la temporada 2.010/2.011. El tema es que Osvaldo no busca
adaptarse al mundo; busca que el mundo se adapte a Osvaldo. Y aunque es un muy
buen jugador, no es lo suficientemente talentoso para encontrar un lugar donde
se le valore y se le “mima” de esa forma –Boca tampoco lo será ahora que ha
regresado Tévez. Así que son patadas de ahogado, como quien dice.
Todo hombre
carga con un pasado y con vivencias que han moldeado lo que es hoy en día.
Pablo Daniel Osvaldo es uno de los nómadas por decreto del fútbol y no ha
encontrado un lugar donde pueda explayar su juego a sus anchas por más de una
temporada –y siendo sincero, un servidor no cree que ahora lo encuentre. Su regreso a Boca es más que probable; pero
sólo será otra estación en una carrera intermitente e irregular. Osvaldo es una
causa perdida porque él ha deseado serlo y, casi a los treinta años de edad,
veo muy complicado que logre establecerse en algún lugar cuando ha quemado los
pocos puentes que le quedaban. Pero necesitamos algo de narrativa, ¿verdad?
Y si algo provee este fanático de los Stones
es de contenido para narrar y esperaremos con ansias sus próximos
conflictos para saber a dónde huirá y a dónde tratará de forjar un vínculo que él
romperá deliberadamente. Como este argentino, hay muchos casos de futbolistas
desadaptados a la realidad del fútbol actual y no comprende que sus
problemáticas han surgido por su propia actitud, cosa que es muy probable que
nunca cambie. Y eso lo vuelve la minoría de uno, como diría Orwell.
¿Creen que Osvaldo es una causa perdida? ¡Opinen!