El segundo máximo
goleador histórico del Real Madrid, el segundo máximo goleador histórico de la
selección española, el jugador con más partido en la historias del equipo
blanco y el tercer máximo goleador histórico de la UEFA Champions League.
Ganador de tres Champions, seis ligas españolas y muchos otros títulos en los
clubes que ha jugado. Nada de eso importa. Hay
jugadores que trascienden más allá de los números y los títulos; hay mitos y
místicas que no pueden ser cuantificadas porque la gloria, la clase y el
señorío son elementos necesarios en esta vida, pero que muy pocos pueden
ostentar. No hay cursos ni entrenamientos ni fórmulas mágicas que te hagan
representar a toda una estirpe o a una forma de ser; es algo que se logra a
través de toda una carrera y con la honestidad de quien sabe que el trabajo es
el único sendero viable. Y este mes, un
trabajador, un batallador, un ángel, ha decidido que el fin ha llegado, pero
para la eternidad quedarán momentos sempiternos para quienes amamos este
deporte. Se retira Raúl, el jugador más grande de la época moderna del Real
Madrid. Y aquí, en La Soledad del Nueve,
no buscamos más que agradecer a un hombre que encarnó tantas buenas costumbres
y que deben ser recordadas.
Raúl –llamarlo por su
apellido o su nombre entero hoy en día parece una blasfemia- es, a mis ojos, el
más grande jugador de la historia del Real Madrid. Siendo forjado en las
inferiores del club blanco luego de sus comienzos en las juveniles del Atlético
–lo que hubiera sido verlo de rojiblanco en una realidad alterna-, el
legendario ‘7’ blanco fue poco a poco pavimentando su trayecto como el jugador
por antonomasia del club, en dura pugna con Alfredo Di Stefano, Juanito, Iker
Casillas y Fernando Hierro. Si hacemos
una revisión a su carrera con los merengues, podemos verlo anotando en algunas
de las estancias más importantes a nivel club de la historia del fútbol y
siendo vital para los éxitos de su equipo; pero lo que más sorprende de Raúl no
eran sus números como goleador, que ya de por sí eran brillantes, sino por su
variedad de recursos. Para los más jóvenes, busquen un compilado de los
goles del ‘7’ legendario del Madrid; conseguirán un amplio abanico de anotaciones
hechas de todas las maneras posibles. Compañeros como Fernando Morientes o Luis
Figo siempre señalaban la versatilidad en definición de Raúl como un componente
que lo hacía un jugador único; Sir Alex Ferguson siempre fue un aficionado de
su trabajo y en las ocasiones en las que se enfrentaron recalcaba la calidad de
desmarque, definición y variabilidad del español. En lo futbolístico, era un
crack en toda la norma y de los mejores delanteros del deporte. Pero como dije,
no son los números ni la calidad futbolística lo que más importa. Lo que más
importa es el sentimiento de propiedad y de identidad que Raúl tenía con el
madridismo.
Éste era un jugador que
vivió diferentes épocas del club blanco y siempre fue el héroe que surgía de lo
inesperado para salvarlos. Era, como su apodo lo señalaba, el ángel guardián
del equipo. Los 90s fueron sus años de formación y donde se fue desarrollando
como uno de los mejores jugadores del mundo hasta conseguir su cenit
futbolístico en la famosísima generación de los Galácticos. Y en un equipo con
la vertiginosidad de Figo, la potencia de Ronaldo o la clase sin parangón de
Zidane, él hacía ver fácil la misión de buscar una apertura para anotar, leer
los movimientos de los rivales como un cazador empedernido por la sangre de su
presa y se volvía ese héroe de las finales –ese guerrero blanco que aparecía
para salvarlos a todos. Él nunca fue un
personaje estridente, de declaraciones polémicas o de frases para el recuerdo;
él era un jugador de fútbol forjado en el respeto y en hablar en la cancha.
Su función era hacer bien su trabajo en el campo y luego tomar sus botas e irse
a casa. Y más nada.
Existen incontables
rivalidades en el mundo del fútbol e incluso algunas que rayan en la enemistad.
Pero Raúl, siendo el símbolo del Madrid en la época reciente, nunca tuvo la
odio del Barcelona o de sus seguidores; al contrario, era altamente respetado
por sus contrincantes. Era un bastión inexorable de los merengues y por más que
nunca he sentido ningún tipo de afecto o cariño por la camiseta por la que
estaba dispuesto a morir, Raúl representaba algo más grande que eso:
representaba y pregonaba con su clase una especie de futbolistas señoriales,
leales y que tenían las costumbres del respeto bien aprendidas. En un mundo lleno de deportistas que se
creen raperos y que lo tienen todo a los 24 años -incluyendo ser alabados como
dioses por tres jugadas buenas en 15 partidos- cómo se necesitan señores como
Maldini, Zanetti, Giggs, su homologo culé Puyol o el propio Raúl: jugadores que
más allá de su calidad y trayectoria trabajaban, se fajaban en la cancha, lo
daban el todo por el todo y mantenían el respeto antes que todo. Jugadores
como eso se necesitan hoy.
Y este mes ha decidido
dejar el fútbol, después de dos temporadas también excelsas en el Schalke 04
–donde ayudó al equipo allegar a semifinales de Champions en el 2.011-, en el
Al Sadd de Qatar y luego en el resucitado New York Cosmos donde se ha retirado
como campeón de la segunda división de Estados Unidos. Ahí quedan en el
recuerdo todos sus logros y todos y cada uno de ellos merecen ser valorados por
quienes amamos este deporte. ¿Por qué? Porque desde sus primeros días hizo
goles importantes, como aquel que hizo en el derby contra el Atlético que fue
su primer gol en el club blanco. Porque hizo goles importantísimos en las
finales de la Champions, como aquella corrida memorable contra el Valencia en
París o aquel tanto de goleador de raza contra el Leverkusen en Glasgow. Porque
siempre fue el primero en dar la cara por el equipo. Porque batalló hasta el
final en esa cardiaca liga de Capello del ’07 donde el Madrid le puso un
corazón más grande que el Bernabéu mismo para ganarlo y lo dio todo junto a un
Van Nistelrooy descomunal. Y porque al
año entrante, cuando el rival eterno tuvo que hacerles el ahora tan famoso
“pasillo”, los saludó y le dio la mano a los del Barcelona con el sumo respeto
que un colega de profesión se merece. Y ésas son cosas que uno, como hombre
de bien, no olvida. Esas cosas que solo los verdaderos ídolos hacen.
Ahora se retira a lo
grande, como el campeón y el predestinado a la grandeza que siempre fue, y
marcha sin premura a ese Valhalla particular de los Dioses del Fútbol donde ya
le tienen reservada una silla. Y ese puesto, esa silla, se lo ha ganado en su
campo de batalla particular que es la cancha de fútbol y el Santiago Bernabéu
como el reino al que siempre perteneció. Porque es el eterno ángel de Madrid y
el imborrable símbolo de incontables generaciones. Y aquí, como un humilde
aficionado a este deporte, le agradezco por todo lo que nos dio.
Raúl, ha sido un honor
verte jugar.
Este
artículo está dedicado a mi hermano mayor, Charby Tanza, quien está de
cumpleaños hoy. Siendo un madridista hasta la médula, espero haya disfrutado
con este pequeño tributo a una leyenda como el ‘7’.
excelente...
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