Él vino del norte; el hombre
destinado a cambiarlo todo en Holanda y que sería recordado como el monarca
absoluto de los países nórdicos. Frío como las tierras de las que era oriundo,
callado como la tormenta misma antes de prorrumpir y mágico como el cielo
vespertino cuando se entrelaza con la noche. A finales de los 80s, cuando el fútbol contaba con una riqueza absoluta
de jugadores talentosos y mágicos, surgiría desde las profundidades de un país
donde el balompié es considerado un deporte inferior, Finlandia, un hechicero
silencioso que iría derrochando su magia hasta entronarse como el rey de sus
tierras. Un jugador que no es muy conocido en estas latitudes, pero que en
Europa es tan estimado que incluso se dije que de no haber sufrido un calvario
de lesiones como el que padeció, estaría al mismo nivel de Zinedine Zidane, en
cuanto a repercusión se refiere. Hablo, por supuesto, de Jari Litmanen; el Rey
de Finlandia, el hombre de cristal, el profesor, que son algunos de sus apodos,
pero también puede ser conocido, junto a Zlatan Ibrahimovic, como el mejor jugador nórdico de la
historia del deporte. Uno de esos hijos del destino dotado de técnica,
inteligencia, personalidad y una capacidad poco suscitada para saber hacer la
jugada correcta en el momento idóneo; algunos le dirán saber leer el juego,
otros que era un mago –un servidor piensa que es un poco de ambos casos. Un hombre que lo logró todo en el fútbol y
que lo hizo todo a la antigua: sin propagandas, sin ayuda de la media, sin
sobresalir por tonterías fuera de la cancha y dejando que su juego hiciera la
habladuría por él. Un jugador que resucitó al fútbol holandés en los años
90s y que probablemente lideró al equipo por antonomasia de aquella década: el
Ajax de Louis Van Gaal. ¿Les interesa conocer la historia de Litmanen? Pues
sigan leyendo.
Lo interesante y
levemente irónico de la carrera de nuestro protagonista es que no dio sus
primeros pasos en su Finlandia natal jugando al fútbol; en realidad era un
entusiasta al Hockey, deporte que es una pasión absoluta en su país y donde sus
paisanos son una potencia. Claro, Jari también era una fanático del fútbol,
pero parecía estar encaminado a ser jugador de Hockey hasta que un scout de un
equipo humilde llamado Reipas lo vio jugar y descubrieron que este muchacho de
alta estatura, cuerpo raquítico y abundante cabellera ochentera era algo
especial –esto resultaría ser una de
esas jugadas claves del destino que cambiarían para siempre la vida del pequeño
Jari, que se despedía del Hockey para dedicarse, contra todos los pronósticos,
a una carrera en el balompié en un país donde el apoyo a este deporte era casi
inexistente en la época. Tampoco era una gran sorpresa: sus dos padres
habían sido futbolistas profesionales y el cariño por el deporte corría sus
venas; era simplemente una decisión natural. En el Reipas debutaría a la
prematura edad de 16 años, pero su compostura, su toque y su clase eran reminiscente
a las de un jugador que llevaba más de doscientos partidos en sus hombros y que
lo había vivido todo –luego de tres temporadas, donde desarrollaría su juego,
se marcharía al HJK Helsinki, que es el equipo de mayor renombre en Finlandia. Una
temporada después se iría al MyPa de su país y eso probaría ser una decisión
vital: sería en ese equipo donde ganaría
la Copa de Finlandia ese mismo año con un resultado de 2-0, con un gol del
propio Jari y cautivando la mirada de un scout del Ajax de Holanda que había
asistido para contemplar con sus propios ojos a ese precoz hechicero que
derrochaba magia por las heladas tierras finesas. No tardaría en hacerse
realidad su traspaso en el exterior, luego de que equipos como Juventus,
Liverpool, Leeds United o Barcelona se interesaran en su persona –pero serían
los holandeses los que se harían con los servicios del “profesor”.
El finlandés llegaba a
un Ajax que estaba en pleno proceso de reconstrucción por un bastante criticado
Louis Van Gaal (¿cuándo no?), que comenzaba a dar muchas oportunidades en el
1er equipo a varios juveniles luego de su triunfo de la Copa UEFA de 1992. En
su primer año, Litmanen no era muy del agrado del complicado Van Gaal y pasó la
mayoría de la temporada jugando con las reservas. Su debut sería reemplazando
al número ‘10’ de ese entonces de los Ajacied, Dennis Bergkamp –otro obelisco
de calidad y elegancia pura con el balón. Posteriormente a ese año, Bergkamp haría las maletas para marcharse a Italia y entonces Van Gaal buscaría una alternativa
para reemplazar a su jugador estrella… pero su fisioterapeuta tenía otra idea. Él le recomendó al siempre decidido Van
Gaal que apostara por Litmanen en el puesto de Bergkamp puesto que lo había
visto jugar con detenimiento en las reservas y sabía que el muchacho era algo
especial, cosa que todos concordaban en la institución y que terminó
convenciendo a Louis para apostar por el elegante finés. Y es que desde que
arribó al club, ya emanaba un aura de distinto; de jugador que era diferente al
resto. David Endt, manager por esos años del Ajax, diría que nuestro
protagonista era un entusiasta del fútbol, que siempre quería saber más y que
aunque era un muchacho tranquilo y reservado, desplegaba un aura de líder, de
distinto, que dejaba entrever que no necesitaba levantar su voz o sus puños
para hacerse escuchar. Y así era jugando y así lo demostró en los 90s con el
Ajax.
Desde 1.992 hasta
1.999, Jari Litmanen se había convertido en el mejor jugador de un equipo que
se había transformado en EL equipo de
los 90s; el Ajax de Louis Van Gaal, con figuras como los hermanos De Boer,
Clarence Seedorf, Michael Reiziger, Edgar Davids, Kanu, Patrick Kluivert, Marc
Overmars, Edwin Van Der Sar y el propio Jari, lo ganaría todo repetidamente en
Holanda y se encumbraría en el ’95 al ganar la UEFA Champions League al Milán,
entonces rigente campeón de Europa, desplegando un fútbol moderno, adelantado a
su época y que era extremadamente vistoso –eran una sensación mundial. Y en un equipo que se movía como el melodioso
sonar de una sinfonía, Litmanen era el orquestador total: su visión para servir
el último pase, su clase para desbordar a los rivales y su capacidad para
desmarcarse y anotar eran algunas de las cualidades que lo volvieron el símbolo
y epítome de la locura sistemática que era aquel mastodonte futbolístico de
equipo. Era extremadamente dotado de técnica, pero poseía una virtud
intrínseca de ser simplista cuando la situación lo ameritaba y sabía cómo jugar
de espaldas al arco como los mejores delanteros centro –era, para todos los
efectos, un fuera de serie total. Tristemente, ese maravilloso equipo donde
Jari era el epicentro comenzó a desarmarse a partir del ’96 por la Ley Bosman y
el finlandés dejaría Ámsterdam en 1999, entre tributos y homenajes, para
dirigirse a la Ciudad Condal y vestir la camiseta del FC Barcelona. Muchos equipos se interesaron en su ficha,
en especial los italianos como Milan, Inter y Juventus, pero Jari no gustaba
del fútbol férreo de Italia y no le atraía el concepto de jugar de única punta
o de no contar con apoyo ofensivo. En España también lo quiso el Valencia,
pero se decantó por el Barcelona. Como curiosidad, los dueños del club
valenciano no podían creer que fuera finlandés porque por sus gestos, su estilo
de juego y su talento, creían que era 100% holandés. Hay quienes están predestinados a enfundarse ciertas camisetas; y
Litmanen y el Ajax eran una unión perfecta de talento e ideología.
Jari se reunía con Van
Gaal en Cataluña y el primero había llegado para marcar esa diferencia que
hiciera despuntar el proyecto del segundo en el club español, pero la suerte no
estuvo del lado del “profesor” en toda su etapa con los azulgranas. Aparte de ser conocido por sus proezas
futbolísticas, Litmanen era famoso por ser un jugador muy propenso a las
lesiones y aunque eso había sido hasta un cierto punto manejable en Holanda,
con los culés se acentuó esa problemática y rara vez podía hilvanar dos
actuaciones seguidas –Frank De Boer lo apodó “el hombre de cristal” en su etapa
en el Barcelona. Sin mencionar que llegaba a un club que no terminaba de
confiar en la metodología de Van Gaal y “sus” jugadores (los hermanos De Boer,
Cocu, Reiziger, Kluivert y el propio Litmanen); el público catalán simplemente
no tenía la paciencia en ese momento para un jugador tan fino y tan silencioso
–el histrionismo y vertiginosidad de individuos como Rivaldo o Figo eran mucho
más del agrado de los hinchas blaugranas. Simplemente no fue el lugar adecuado
para Litmanen en ese momento y su personalidad tan callada no encajaba con toda
la megalomanía de la prensa española –pobre de él si hubiera jugado estos días
en el Barcelona.
Van Gaal terminó por
ser despedido en el 2001 y con él se fue Jari en Enero de ese año a Anfield
Road como agente libre, para fichar por el Liverpool. El finlandés era un hincha desde pequeño –cabe recordar que en su niñez
eran la crema innata del fútbol mundial- y era un sueño para los scousers que un jugador de la talla de
Litmanen se uniera a los Michael Owen, Steven Gerrard, Robbie Fowler o Jamie
Carragher que ya estaban en un plantel bastante completo y que ganaría la FA
Cup, Carling Cup (ahora Capital One) y la Copa UEFA ese mismo año. Litmanen
tuvo destellos de su clase en Anfield Road y aunque logró ganar todos esos
trofeos, se perdió las tres finales por una lesión en el tobillo –parecía estar
eternamente condenado. Lo que impera en
la memoria de los hinchas del Liverpool del paso del mago finés es que se pudo
haber hecho mucho más con él en el plantel; Gerard Houllier, el entrenador por
ese entonces, nunca le dio una seguidilla de partidos en el club y nunca usó su
talento como era debido. En el 2002 sería vendido al Ajax y el sueño cumplido
de Jari terminaría con esa sensación de que pudo haber sido mucho mejor y de
que ambas partes pudieron haberse beneficiado mucho más del otro. Simplemente,
fue un periodo muy intermitente para el hechicero nórdico y ahí no acabarían
sus aventuras.
Volvería como un héroe
a Ámsterdam y compartiría vestuario con algunas de las futuras grandes figuras
del fútbol mundial y grandes promesas como Zlatan Ibrahimovic, Rafael Van Der
Vaart, Maxwell, Wesley Sneijder y un par más que me dejo en el tintero,
sirviendo como un mentor y una figura de experiencia para toda una nueva
generación de un equipo que tan bien supo comandar hace varios años. Ayudaría a
los Ajacied a clasificar a 4tos de Champions en la temporada 2002/03, pero
deambularía por el mundo del fútbol a partir del 2004 por diferentes equipos. Como
un nómada del fútbol volvería a jugar en su Finlandia natal (en el Lahti), el
Hansa Rostock de Alemania, el Malmö de Suecia, el Fulham de Inglaterra y
volvería a su país para dar sus últimos pasos en el Lahti y en el HJK otra vez
hasta el 2011, donde se retiraría. A
pesar de que su mejor momento había quedado atrás en su primera etapa en el
Ajax, nunca dejó de desplegar su talento, así fuera por cuentagotas, en todos
los clubes en los que jugó y todo hecho con una actitud profesional, demostrando
que estaba en esto para hacer fútbol y no para vivir de su pasado. En el año
2010, y con cuarenta años de edad, se volvería el goleador internacional de
mayor edad al anotar contra San Marino en un partido clasificatorio para
Eurocopa. Hasta sus últimos días, demostró que su talento era eterno y que
no conocía las demacradas cicatrices del tiempo –eran un hijo privilegiado del
destino.
El rey había perdido la
corona hace mucho tiempo, pero nunca perdió lo imponente o lo majestuoso –cualidades
intrínsecas de cualquier monarca. Y es que estamos ante la presencia de uno de
esos singulares y peculiares individuos que parecían ser únicos en su especie. Ver jugar a Litmanen, ya sea en video, me
genera las mismas sensaciones que escuchar a Pink Floyd en su apogeo: es algo
silencioso pero esplendoroso; algo que trasciende, pero que pareciera
esconderse casi como si estuviera avergonzado de estar bendecido con tanto
talento. Sin hacer mucho alboroto, se plantó en el mundo del fútbol y se
convirtió en uno de los mejores jugadores de la década de los 90s mientras era
la figura principal de uno de los equipos más poderosos de la historia del
balompié. Tal vez si hubiera nacido
brasileño o italiano, el Balón de Oro que tanto se merecía hubiera sido en el ’95,
en vez de quedar de tercero –pero no muchos repararon en eso, porque el Balón
de Oro no era el concurso de popularidad nauseabunda que es hoy en día. Era
simplemente el resultado de una época diferente, pero que era perfecta para
nuestro protagonista y que pareció, con su llegada a Ámsterdam en 1992, haber
arribado a su mundo ideal para explotar.
Es una lástima que un
jugador de esta magnitud no sea tan conocido por este lado del charco y colocar
a un coloso como Litmanen en Cracks en
las Sombras me parece una herejía, pero había que hacerlo para dar a
conocer a un mago silencioso que hacía mejor a sus compañeros, de un modo muy
similar a su coetáneo generacional, Zinedine Zidane. Vayan a Youtube y vean
cuanto video encuentren de este caballero en acción; podrán contemplar la magia
de un rey. Un jugador tan pero tan
grande en la gloriosa historia del Ajax que en el museo del club, hay pantallas
que muestran las mejores jugadas de tres futbolistas del club: Johan Cruyff,
Marco Van Basten… y Jari Litmanen, aquel que vino del norte para entronarse
como el rey de las tierras heladas.