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viernes, 22 de julio de 2016

Zona Cafetera: ¿Este América de Cali promete ascenso?



Una nueva categoría en el Blog dedicado a las idas y venidas del fútbol colombiano y que muestra la realidad de un fútbol que se encuentra muy en boga hoy en día en Suramérica. Auspiciada y trabajada por nuestro experto en la materia, Yeison Plazas, esperamos sinceramente que la disfruten.

En el segundo semestre del Finalización 2 del fútbol colombiano, América presenta una versión renovada, empezando por el cambio de técnico; Alberto Suarez deja el barco y un equipo que no tenía ideas, pero, ante todo, que desordenado en defensa. Llega Hernán Torres, muy querido por la casa azul ya que a manos de él llegó la estrella 14 para el equipo embajador y rompió una sequía de más de 20 años sin títulos. En esa era, a pesar de la rivalidad que se tiene, se debe reconocer que Torres plantó un equipo de buen pie, de toque constante y siempre proponiendo.

Al llegar a América encontró la casa desordenada, con aires de indisciplina, una defensa desorientada, muchos jugadores que estaban en el club no por talento, sino por “afectos” de la dirigencia anterior.


Tulio Gómez se vuelve el mayor accionista del club. Un paisa pujante y de origen humilde, se gana el corazón de los hinchas, y trae de colaboración a su administración a viejas glorias como a Julián Vásquez en el cargo de Gerente Corporativo, Oscar Córdoba junto a Harold Lozano en la parte de dirigencia y Alexis Viera como embajador escarlata; es una apuesta acertada porque eso necesitan los nuevos jugadores: sentido de pertenencia y con ellos en estos cargos se puede impregnar eso.

Pero volviendo al tema de Hernán Torres, se llevó a cabo una poda: 19 jugadores salieron de la plantilla, de los cuales solo uno en mi opinión se debió retener a toda costa y es Ayron del Valle, goleador del equipo en el año 2015, aunque tuvo un bajón en este por la propuesta de Suarez de retrasarlo para ayudar en la generación de juego.

De los que llegaron, un arquero uruguayo procedente de Cerro, Sebastián Fuentes, que da garantías y físicamente está completo –un guardameta charrúa es presagio de título, como ha pasado en ocasiones anteriores cuando estaban tipos como Adrián Berbia o Barbat.

Para la zona defensiva llega un lateral, Jarol Martínez, de carácter experimentado; ha pasado por distintos clubes del rentado nacional y da seguridad en una zona muy vulnerable en semestres anteriores, que eran las bandas.

En la creación se cuenta, en mi parecer, con la mejor contratación, Brayan Angulo: un jugador de buen pie e incluso ya marcó su primer gol en la primera fecha del Finalización 2, y en el partido amistoso contra River se vio que se complementa bastante bien con Ferreira.

En la delantera, Martínez Borja, procedente de Santa Fe, hizo un trabajo destacado en el amistoso contra River, con espíritu de lucha, y servía de pívot a Tecla Farías y se generaron varias ocasiones de gol.


Este equipo es formado en su totalidad por Torres; se contó con buen presupuesto; lo malo es que, al estar en la B, muchos jugadores no se arriesgan a estar en una categoría inferior, pero en el papel hay con qué para luchar un puesto en la A. Lo único que critico es porque no se le dio una oportunidad a Carlos Valdez y a Fabián Vargas, viejos conocidos, pero con ganas de ponerse la roja como hace unos años, pero no soy el técnico, él sabe lo que hace.

Se han jugado 3 partidos en donde hay buenas impresiones, aunque contra Orsomarso, un equipo que se planteó a jugar atrás y al contra golpe le generaron varios problemas y con casa llena un empate 0x0 dejó un sin sabor. Hago un llamado al hincha a no entrar a la desesperación; no en todos los partidos se golea, y por el hecho de haber ganado con autoridad un partido de pre temporada contra River, es positivo porque no se sentía el sabor de una victoria ante un grande, pero se deben tener los pies en la tierra.

Queda un camino por recorrer y se debe luchar al máximo, a la fanaticada, incluyéndome, creer en el proyecto, pero ante todo tener paciencia porque todos los rivales querrán sacarnos puntos y jugar el partido de su vida contra el “Grande”.


Pero en este balance veo un equipo sólido, una directiva seria y trabajo por el cuerpo técnico, algo que en 4 años y medio no se veía. En mi parecer, éste América está listo para el ascenso; espero no equivocarme, y sin llenarme con triunfalismos, esta versión es la más alentadora para ese anhelado regreso a primera división.

Y por último, ¡dale, rojo, dale!

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domingo, 17 de julio de 2016

Así lo veo, Ken: Portugal, el vivo espíritu de Francia 2016.



“Los hombres desprecian lo que no pueden comprender.”
- Johann Wolfgang von Goethe

Y así, de la nada y como quien no quiere la cosa, Portugal es el campeón de la Eurocopa Francia 2016. En quizás el torneo más extraño que un servidor haya podido observar en mucho tiempo, los lusitano supieron imponerse a la anfitriona en una final algo carente de contenido futbolístico, pero rebosante de emotividad. ¿Quién entre nosotros no se vio invadido por el asombro, la incredulidad, o hasta incluso por la risa, al ver el gol de Eder y la celebración de un equipo portugués en pleno éxtasis? Se puede argumentar y hasta criticar la falta de talante ofensivo de Portugal, pero hay que dejar algo en claro: este equipo encarna a la perfección el espíritu de Francia 2016 y lo que se vivió en este torneo tan irregular.


Si lo vemos desde el punto de vista del aficionado –que es lo que somos, al final del día-, esta Eurocopa fue bastante aburrida. En este verano galo no hubo ningún favorito en la plenitud de sus poderes ni ningún equipo para el recuerdo por su estilo de juego vistoso; más que todo, se tienen partidos puntuales y en su mayoría el entretenimiento escaseó y rara vez se veía a las dos escuadras que estaban jugando tratando de ir a ganar el equipo con una propuesta más beligerante. Si me lo preguntan, aparte del histórico triunfo portugués, esta Euro deja para el recuerdo la más que palpable ineptitud de Wilmots para aprovechar a la Bélgica con más materia prima futbolística en toda su historia; el enésimo fracaso inglés –sus constantes eliminaciones tempraneras me permitirían escribir un artículo de veinte páginas-; la caída definitiva de España como referente futbolístico mundial; y la autodestrucción de Alemania en las semifinales que me pareció digna de los peores momentos del Arsenal. Ningún equipo llegó pleno –o al menos eso nos demostraron sus actuaciones- y todas las potencias parecen estar envueltas en un proceso de renovación –incluso se puede decir lo mismo de Portugal, si notamos el ascenso de varios jugadores jóvenes en su haber.

En un torneo donde abundaron las decepciones, los partidos de corte conservador y en el que las selecciones candidateadas al título no cumplieron con su potencial, fueron los pequeños, los susodichos “débiles”, los que se robaron el show y dieron la talla en la Eurocopa. Por supuesto, las memorables actuaciones colectivas de Gales e Islandia fueron las más comentadas; pero no hay que dejar de lado las participaciones de las dos Irlandas, el buen juego de los húngaros o una Polonia que probó que pueden complicarle la vida a cualquier rival; solo hay que revisar su performance contra los alemanes cerrando sus espacios y jugando de forma proactiva para hacerles daños.


Tal vez la única de las favoritas que dio un paso al frente en relación a su historia fue Italia. Y digo “tal vez” porque las críticas recibidas por la otrora selección de Antonio Conte por la susodicha falta de calidad de esta Azzurra auguraban un torneo desastroso para ellos pero, seamos sinceros, ¿cuándo Italia ha hecho algo como favorita? Estos sujetos se crecen en la desgracia y cuando peor están las cosas. Esta generación de jugadores italianos muy veteranos se basó en la solidez defensiva como sus ancestros les enseñaron, un colectivo altamente compenetrado y un entrenador que hizo gala de sus dotes de motivador y su capacidad de extraer lo mejor de cada uno de sus futbolistas. Jugadores como Graziano Pellé, Marco Parolo, Emanuele Giaccherini o el brasileño nacionalizado italiano, Eder, fueron objetivos de las burlas, críticas y escepticismo de la media y el público previo al comienzo del torneo pero, en típico estilo italiano y envueltos en un sistema táctico que antepone el colectivo al individuo, se mostraron a la altura de la circunstancias y, tras sendos partidos contra Bélgica y España, fueron solamente eliminados por los campeones del mundo (Alemania) en una tanda de penales insólita. Probablemente hayamos sido testigos de la Italia más italiana, valga la redundancia, de los últimos tiempos y lo hicieron con un amor propio y una garra que les hace merecedores de todos los halagos que reciban de aquí en adelante.


Por el otro lado, se tiene a la anfitriona, Francia, quedándose en las puertas de un éxito clamoroso y conquistar la competición en su propio país; un logro que, aunque decepcionante, debería ser suficiente para dejar una buena imagen, pero la realidad es que la gran mayoría de los galos sienten un cierto grado de desilusión con este plantel francés y yo debo concordar con ellos. ¿Por qué? Porque con una plétora de talento para crear tres selecciones de gran nivel y con ya un Mundial de experiencia en el haber de este equipo de trabajo, la selección francesa nunca se vio a gusta en la cancha durante largos intervalos de la Eurocopa, no supo aprovechar a sus anchas a muchos de sus cracks –Pogba, Martial, Coman, Matuidi, entre otros- y se vieron totalmente dependientes de las genialidades que se inventaran Payet o Griezmann durante los partidos. Aunque todos los involucrados tienen su culpa respectiva, la más significativa cae sobre Deschamps puesto que sus decisiones tácticas casi siempre tendían a ser en detrimento del equipo y pecaban de ilógicas y eso se pudo atestiguar desde el principio cuando dejó por fuerza a Kevin Gameiro y a Alexandre Lacazette a favor de André Pierre Gignac (aunque reconozco que es fácil hablar con el resultado en mano). Y en la final se terminó de demostrar la falta de sapiencia del una vez capitán de Francia al jugar con Pogba como mediocentro defensivo teniendo a Kanté y a Schneiderlin en la banca –un mediocampista de corte y recuperación hubiera dado más libertades a Matuidi y el propio Pogba para que hicieran lo suyo-, desperdiciar un cambio haciendo entrar a Gignac por Olivier Giroud cuando son el mismo perfil de delantero –hizo esto durante toda la Euro y no se tradujo en resultados en ningún momento- e introducir a Martial y a Coman en instancias muy tardías del partido (en especial a Martial) y, para empeorar la situación, los hizo entrar en detrimento de Payet, quien siempre es capaz de marcar diferencias, y de Moussa Sissoko que estaba siendo el mejor de Francia hasta ese momento –eso último debería dejar en claro el muy mal sabor de boca que le deja a los franceses el haber perdido una final en su país contra un Portugal sin Cristiano Ronaldo desde los primeros minutos del partido.

Y hablando de Portugal, ¿dónde dejamos al nuevo campeón en esta conversación? Pues hay que decir que, a priori, la selección lusitana no era favorita o candidata al título en absoluto –quien diga lo contrario es un mentiroso o un fan irredento de Cristiano Ronaldo. Indiferentemente de todos los reflectores que se pueda llevar el astro portugués del Madrid, hay que decir que esta selección no se basó en el aporte de CR7 sino en el trabajo grupal y una habilidad que es muchas veces poco apreciada: la habilidad de aceptar el sufrimiento. Cierto, el fútbol practicado por Portugal fue altamente pobre en producción ofensiva, la mayoría de sus partidos fueron un somnífero y tiraron de la prórroga más veces que yo del WiFi de mi casa. Pero, ¿saben qué? Hay un mérito en eso y está en la comprensión del conjunto de Fernando Santos de que el sufrir en los partidos y ganar con el cuchillo entre los dientes puede ser un camino al éxito; entendieron el mismo concepto que pregonaban los griegos en el 2004 o, recientemente, el Atlético de Simeone: que se puede ganar siendo un rival incómodo que prefiere neutralizar la propuesta del rival que ser el equipo que dé el primer paso; eso muchas veces es categorizado como “jugar mal”, pero tiene su planificación y es tan difícil como proponer un estilo vistoso y beligerante. Como los ejemplos acotados, ganaron de una forma que incomodará a una sociedad futbolística que todavía está atascada en el 2010 con España, el Barcelona y Guardiola; hay muchas opciones de juego en el fútbol y el verdadero conocimiento radica en apreciar esas vertientes por lo que son y saber utilizarlas a sabiendas del talento del que se dispone. De eso se trata ser un entrenador y eso lo ejemplificó Fernando Santos en esta Eurocopa.


En lo referente al rendimiento individual, no ahondaré en la actuación de Cristiano; pienso que mucho ya se ha dicho de su actualidad y prefiero usar mi energía para evitar que todo gire en torno a un solo jugador en circunstancias como ésta. El elenco portugués que conquistó Europa, como dije anteriormente, podría catalogarse como que uno que pasaba por un periodo de transición y que tenía una pintoresca variedad de activos: viejos zorros de la selección como Pepe –quien estuvo pletórico esta temporada-, Ricardo Carvalho, Bruno Alves e incluso podríamos agregar aquí a Cristiano Ronaldo, Joao Moutinho y Rui Patrício; sangre nueva que dio resultados variopintos en la forma de Renato Sanches, Joao Mario, André Gomes, Adrien Silva y Raphael Guerreiro; además de jugadores que se hallaban un tanto a la deriva como Nani –su torneo lo revalorizó y lo hizo fichar por el Valencia-, Ricardo Quaresma –quien obtuvo una suerte de revancha en su inconsistente carrera- o el héroe inesperado de la historia, Eder. Éste no era, en papel, un equipo capacitado para ganar la Eurocopa y hay que reconocerles la capacidad de sufrir, de arañar resultados y soportar todo lo que les lanzaron hasta ese momento en el que Eder se convirtió en leyenda en París.

En un torneo de inconsistentes, el equipo más consistente fue Portugal en su línea pragmática y sacrificada. Estos lusitanos probablemente no inspiren poesía a los futuros escritores de fútbol y tal vez no sean esos ídolos que inspiren a millones de niños a dedicarse a esto (exceptuando en su país, claro está); pero también hay un espacio en el deporte para los que batallan, lo dan todo y deben sudar hasta la última gota para conseguir sus metas. A Portugal no le sobró nada en este torneo; todo lo consiguieron al límite y extrayendo fuerzas de lugares impensados. Lo suyo es una demostración de que muchas veces nos encasillamos en las ideas elitistas de que un campeón debe ser el equipo que juegue de manera más atractiva –hay que diferenciar entre jugar bien, que es conseguir resultados, y jugar vistoso, que es practicar un estilo ofensivo y preciosista- y el que ostente los mejores jugadores; salvando las distancias, el Leicester hizo lo mismo esta última temporada en la Premier. Son el espíritu viviente de la Eurocopa Francia 2016 porque encarnan esa incomodidad, esa garra y ese pragmatismo que caracterizó este torneo y, de una forma algo torcida, hay una cierta belleza en eso: en el hecho de que, a punta de resultados apretados, prórrogas y eventos desafortunados como la lesión de Cristiano, supieron imponerse con un gol de un delantero que, para citar a Rubén Capria, no está ni en el Top 10.000 de Europa. Porque como he estado escuchando desde que veo fútbol: “Portugal nunca ha tenido buenos delanteros, exceptuando a Eusebio y Pauleta”. Cierto, pero tienen a Eder y Eder vale una Eurocopa.

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sábado, 9 de julio de 2016

Así lo veo, Ken: Francesco Totti y su última cruzada con la Roma.



“De vez en cuando, llega una persona que desafía todas las probabilidades, toda la lógica y cumple un sueño increíble.”
- Rocky
Y tras meses y meses de controversia, polémicas y mensajes ambivalentes, los hinchas de la Roma pueden regodearse y sentirse felices ante la noticia de que su máximo baluarte y el mejor jugador de su historia –pienso que en este punto de la película es un pensamiento unánime-, Francesco Totti, ha renovado por un último año en la capital italiana para luego servir seis más como directivo del club. Con rumores circulando en la media acerca de posibles traspasos del genio romanista a equipos como Los Angeles Galaxy o el Leicester City, además de respuestas incompletas de la directiva del club acerca del futuro de su capitán y el propio Totti, quien declaró en su momento que quería jugar más o que tal vez tendría que irse –ciertamente para apresurar la cuestión del nuevo contrato, guiándonos por cómo se dieron las cosas después-, todas las partes decidieron poner fin a esto y el contrato fue firmado. Al final de todo, es el mejor resultado para los involucrados: ninguno de los aficionados al fútbol, no solo los de la Roma, queremos ver a Francesco con otra camisa y su amor y lealtad a un equipo que, aunque grande y con buenos jugadores, no siempre está peleando por títulos, es una demostración de ese romanticismo que a veces es tan necesario en el deporte y que se ha perdido –en resumen, todos felices con el desenlace de esta saga.

Los últimos tiempos en el club de la Ciudad Eterna han sido buenos, pero siempre plagados por esa sensación de que pudieron ser mejores; desde que la institución ha sido adquirida por un grupo empresarial estadounidense, discusiones acerca de un nuevo estadio, un proyecto, establecer lo que ellos llaman “la marca Roma” y, por supuesto, un Scudetto han estado a la orden del día, pero nada de eso se ha materializado. En las últimas campañas, la Roma ha tenido que padecer la venta de muchos de sus mejores activos en la cancha –Lamela, Marquinhos, Benatia, Pjanic, entre otros- y que el sector más intenso de su afición (y también el más radical) deje la grada, la famosa Curva, como signo de protesta por la división de ambas curvas del estadio con barreras de concreto por parte de la policía de la ciudad, además de lidiar con una Juventus que ha sabido establecerse desde 2011 como el poder absoluto de la Serie A, ganando cinco Scudettos seguidos. Entre todo estas vicisitudes, el equipo sigue contratando y produciendo talento; los resultados, aunque decepcionantes considerando las expectativas planteadas por estos dueños, han sido buenos –el club ha regresado a la Champions y participa ahora de forma asidua- y el arribo de tal vez su mejor entrenador desde Fabio Capello, el celebérrimo Luciano Spalletti, quien ya entrenó a la institución en uno de los mejores pasajes de su época, ha encendido una vez más el espíritu de lucha de una “Loba” que yacía en un letargo. Y en el último año de Francesco Totti, el deseo de un cuarto título de Serie A no puede ser contenido por los tifosi romanistas quienes ansían ver a su máximo ídolo marcharse victorioso en su última cruzada. ¿Puede la Roma derrotar a la Juventus y conseguir, tras tantos años cerca de acariciar la gloria, ese Santo Grial que es su cuarto Scudetto? Veamos.


Hay que contextualizar algo desde el principio para entender el lugar en el que se encuentra la Roma actualmente: la era Rudi García, aunque produjo sus cosas positivas, fue de más a menos y su caída probó ser demasiado problema para que el galo pudiera solucionarla. El técnico francés arribó a Italia en el 2013 con un cartel de entrenador ofensivo y que iba a revitalizar a un plantel que, como ha sido la costumbre, se hallaba actuando por debajo de sus posibilidades; pero que con su nuevo entrenador logró una seguidilla de triunfos notables con un Kevin Strootman y un Benatia en estado de gracia, lo que los llevó a la cima de la Serie A tras diez victorias consecutivas al comienzo de la liga. Pero tras eso, las lesiones, la falta de innovación al sistema de extremos con el que jugaba el equipo –en el cual resaltó Gervinho hasta que fue descubierto- y, sobre todo, la seria baja de Strootman supusieron el comienzo del fin para García en la capital; nunca pudo recobrar la forma de ese momento, el equipo se fue deformando y la Juventus retomó el ritmo en las tres campañas en las que estuvo el francés para quitarles el título. Nuestro protagonista, Francesco Totti, apoyado por un más que notorio elenco de jugadores como De Rossi, Nainggolan, Pjanic, Florenzi, Manolas y un par más, trató de salvar la situación y sus goles, ya estando más cerca de los 40 que nunca, supusieron una luz al final del túnel que ha sido esta era del club. Ya a finales del 2015, la situación era insostenible y se prescindió de los servicios de García para retornar al conocido rostro (y pelona) de Spalletti, quien había terminado su contrato con el Zenit de Rusia.


El cambio fue notorio. En sus últimos meses, la Roma de García era un equipo predecible, estéril y sin ninguna otra estrategia que depender de sus extremos para luego servirle pases a un timorato Edin Dzeko; la llegada de Luciano y su capacidad táctica para explotar el potencial de sus jugadores –este es hombre es después de todo el que implementó con Francesco Totti el sistema del falso nueve hace una década, que después sería popularizado por Pep Guardiola y Lionel Messi- y apostar por un juego más completo, impredecible y manteniendo la búsqueda ofensiva que pregonaba Rudi. Era una sinergia perfecta: Spalletti ama a la Roma, conoce al club y el ser italiano le permite conocer mejor a la Serie A; fichajes en enero como Diego Perotti –quien ha subido su nivel a cuotas insospechadas en la capital jugando en el rol de falso nueve- y Stephan El Shaarawy –jugador que yacía ahogado en la intermitencia en el Mónaco- sirvieron para balancear el ataque romano y jugadores como Mohamed Salah y Radja Nainggolan mostraron su mejor versión bajo la tutela de su nuevo entrenador. Tras tomar el equipo por la 6ta posición, el equipo ascendió hasta llegar a la zona de previa de Champions League y estuvieron a punto de tomar el 2do puesto en la tabla del Napoli, pero la inestabilidad defensiva, a pesar del muy buen nivel de Antonio Rüdiger y Kosta Manolas en la zaga central, supuso uno de los pocos aspectos negativos de la segunda etapa de Luciano hasta el momento.

Partidos como la visita a Atalanta, de local frente al Torino o de visitante contra Genoa hubieran acabado en pérdidas de puntos que tal vez les hubieran hecho perder el lugar en la próxima Champions, pero ahí es cuando surgió el genio imperecedero de Totti. Envuelto en toda una controversia por lo poco que jugó con Spalletti en los primeros partidos –esto siendo un poco exagerado cuando consideramos que venía de una lesión un tanto importante- y en la disputa por un nuevo contrato, el ‘10’ eterno de la Roma apareció en varios partidos anotando goles y haciendo asistencias para salvar a su equipo cuando más se le necesitaba –y todo esto en apariciones como un atacante suplente de 39 años. Es importante remarcar el renglón de la suplencia: a casi sus 40, Francesco ya no puede jugar 90 minutos cada semana y debe ser administrado para poder seguir aportando al equipo; Luciano lo ha manejado bien y jugando de 30 a 45 minutos por partido, la influencia de Totti ha sido tan grande que ha podido producir goles de la nada por motivo de su infinita creatividad futbolística. Esto, obviamente, significó bastante para los hinchas de la Roma que estaban desesperados por ver a su héroe en acción; pero también muestra la inestabilidad del equipo en ciertos pasajes de la temporada y eso ha significado un paso (o dos) atrás para destronar a la todopoderosa Juventus.


Dejando de lado todos los posibles obstáculos que la Roma pueda imponerse a ellos mismos, su mayor impedimento para la consecución del Scudetto es, obviamente, la propia Juventus. Como hablamos el año pasado por aquí, la resurrección de la dama del Calcio ha sido notable y hoy en día, siendo la pentacampeona italiana, es la reina absoluta de la Serie A. Por supuesto, los ingresos que suponen el tener un estadio propio y conseguir múltiples títulos –además del fútbol de Champions League que es una constante en su haber-, la Juve puede costearse sueldos y contrataciones que ningún otro club en la liga puede desembolsar y eso es una gran ventaja sobre la Roma que ya se dejó entrever con la “traición” de Miralem Pjanic al fichar de la capital italiana para los de Turín. Destaco que la capacidad de la Vecchia Signora para hacer estas transacciones es mérito absoluto de una gestión notable de sus directivos y la etapa Agnelli de la Juventus ha mostrado una de las mejores administraciones de la época reciente del fútbol. Tal vez es un reflejo de que quien mejor se administra siempre gana.

La Roma simplemente no tiene eso. La Juventus, a pesar de haber dejado ir el año pasado a jugadores como Tévez, Vidal o Pirlo, siempre ha mantenido una columna vertebral en Buffon, Barzagli, Bonucci, Chiellini y Marchisio, quienes han sido omnipresentes en estos cinco títulos de liga. Por el otro lado, la “Loba” es un equipo que cambia constantemente en cada verano y eso no es beneficioso para una directiva americana que ha hecho múltiples promesas de Scudetto; este verano volverán a pasar por lo mismo por no concretar el pase de Digne tras su cesión en el club, la venta de Pjanic y la seria lesión de Antonio Rüdiger. Agreguemos a eso la llegada de un nuevo arquero como Alisson y lo que eso siempre representa, la posible venta de Leandro Paredes –decisión que me parece francamente tonta-, quien brilló en un muy buen Empoli, y la posible llegada de un otrora protagonista de nuestro Blog –aunque también se puede marchar al Milan-, Mateo Kovacic, significan otro periodo de adaptación de un equipo que no cesa en su habilidad de conseguir talento desconocido y crear planteles competitivos, pero que requiere de constancia y de un plan para lograr el objetivo deseado. Spalletti es un entrenador que sabe manejar a sus jugadores y explotar su potencial; no dudo de que sea capaz de trabajar con lo que tiene (que no es poco porque cuenta con un muy buen grupo de jugadores) y moldearlos para que sean un equipo compacto; pero la realidad del asunto es que la Roma requiere de un plan para este año y un plan para el futuro. Es el último año de Totti y les aseguro que esa variable influye mucho en todos los romanistas; nadie quiere que este año sea un mero tour de despedida para su ídolo eterno; quieren que su monarca se despida a lo grande y para ello tal vez se requiera tomar un par de decisiones pragmáticas y de contrataciones que, aunque no sean las más seguras –ya vimos lo que pasó con esa “sure thing” que era Edin Dzeko-, sean el activo necesario para conseguir resultados inmediatos.

La pregunta del artículo en cuestión: ¿Puede la Roma destronar a la Juventus en el último año de Francesco Totti? Llámenme loco, pero yo creo que sí y les diré por qué: la motivación está ahí, tienen el mejor entrenador que puede pedir el club –Luciano es Roma y viceversa-, la plantilla tiene una mezcla más que interesante de jugadores y en la segunda vuelta de la temporada pasada se demostró la capacidad del club para ser el equipo más goleador de la campaña en la liga. Hay calidad, hay talento y hay inteligencia táctica; es el aspecto mental el que debe ser trabajado puesto que es esa fragilidad mental la que hace que no terminen de dar el paso final –es la mentalidad lo que los mantiene en un complejo de inferioridad al compararse con la Signora del Calcio. La Juve es poderosa; muy poderosa, me atrevería a decir. Pero nadie es invencible y pienso que, al final del día, la venta de Pjanic, el retiro del gran Francesco y la impronta de un loco (en un buen sentido) como Luciano, pueden traducirse en un equipo de la Roma que sabe que este año no es otro más: es el de una confrontación de proporciones babilónicas y que será recordada por muchos años.


A lo mejor estaré equivocado dentro de un año cuando lean este artículo de nuevo; después de todo, el fútbol es como la vida y está llena de inconsistencia. A lo mejor no ganarán nada y esta campaña es como todas las demás con una Juve campeona. Pero si tuviera que apostar dinero en algún equipo para arruinarle la fiesta a la dama del Calcio, sería a Francesco Totti, su Roma y su última cruzada con el club de su vida. Abogo por la épica y por lo dramático –después de todo, esto es Italia y esto es Roma.


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