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sábado, 7 de marzo de 2015

Cracks en las Sombras: Javier Zanetti, el eterno rendidor.




Solemos quedarnos con el famoso, el que vende mucho, el que es guapo o al que se le hace más propaganda. Esto no es nada nuevo en la sociedad en la que vivimos. Pero muchas veces también solemos olvidarnos de aquellas figuras que fueron imperativas en el éxito consumado de tantas grandes escuadras y han cuajado carreras estupendas sin sobresalir en demasía o brillando por otros motivos que no fueran su propia excelencia deportiva; eso se puede considerar una forma respetable de habitar en un mundo donde los egos y la arrogancia son el pan de cada día. En esta semana de La Soledad del Nueve, he creado la sección de Cracks en las Sombras: un espacio en el que voy a hacer un pequeño homenaje a aquellos jugadores que hicieron historia en el fútbol pero al parecer el fútbol no los recuerda en su historia. Debuta la sección con un ejemplo de consistencia, trabajo y humildad como es el legendario otrora capitán y lateral derecho del Inter de Milán y de la selección argentina, Javier Adelmar Zanetti: un jugador que se mantuvo fiel a unos colores en Europa, se erigió como uno de los mejores en su puesto y cuyo desenlace profesional es una de las más encomiables historias contra la adversidad que podrán escuchar por estos lares. ¿Están interesados? Pues síganme.

Por más tonto que suene en este punto de nuestras existencias, es bastante seguro decir que todos los hinchas del fútbol que insultamos a la televisión cada fin de semana durante un partido hemos tenido la ilusión, aunque fuera por un mero momento, de ser un jugador profesional pero, eventualmente, esos sueños se derrumbaron. Algunos se tardan un efímero minuto en ver morir ese sueño y algunos, en una cruenta jugada del destino, tardan años de esfuerzo y empuje para saber que simplemente nunca jugarán en el Old Trafford contra el Liverpool –sueño de un servidor, si preguntan. El mío fue un cómodo intermedio: un año. Era el 2.007, tenía doce años y ya comenzaba a empaparme mucho más en esto del fútbol: jugadores como Ronaldinho, Ryan Giggs, Dimitar Berbatov y un par más eran a quienes yo quería emular en la cancha con mis amigos, por más torpe que fuera jugando –realidad que he aceptado hoy en día. En fin, en mi colegio comenzaron a formar un equipo de fútbol para la institución y yo participé; traté de esforzarme al máximo y jugar en pos de mis compañeros porque yo sabía que no era la gran cosa jugando y que el entrenador iba a apreciar mi esfuerzo desinteresado. Pues, finalmente no entré al equipo, y creo que eso desarrolló en mí un interés por esos jugadores que no siempre tienen el reconocimiento que se merecen, que trabajan arduamente en las sombras para que el genio pueda resolver las situaciones sin muchos problemas. ¿Ustedes se imaginan a Cantona sin Roy Keane cuidando su espalda? ¿A Zidane sin Makelelé o Davids que lo libraran de la labor de marcar? O en tiempos modernos, ¿a Fábregas sin Nemanja Matic para que pueda crear fútbol sin obligaciones defensivas extenuantes? Yo no. Y es por eso que hay muchos jugadores que han sido vitales en el éxito de las grandes escuadras de la historia de este deporte que no tienen el mérito que se merecen. Y en muchas formas, el más grande ejemplo de esto es el argentino Javier Adelmar Zanetti.



Como muchos jugadores suramericanos, los comienzos de Zanetti fueron bastante austeros y humildes. De bisabuelos italianos, el joven Javier tuvo que ayudar a su familia en el tema económico en su adolescencia trabajando con su padre como obrero de construcción mientras daba sus primeros pasos en el fútbol juvenil hasta su debut con su primer equipo, Talleres de Córdoba, en 1.992, luego de haber fallado en su intento de ingresar al equipo del que era y es hincha hasta la actualidad, Independiente de Avellaneda. Un año después se iría al Banfield donde debutaría en la Primera División de su país y donde jugaría por un par de años obteniendo reconocimiento y ganándose un lugar por el carril derecho de la selección Argentina para los Juegos Panamericanos de Mar del Plata de 1.995. Ahí hace acto de presencia el entonces nuevo presidente del Inter de Milán, Massimo Moratti, con su hijo y ambos se van sorprendidos y con muy buenas sensaciones de aquel número 4 cuyo nombre desconocían. No tardaría mucho para que en ese mismo 1.995 el propio Moratti se hiciera con sus servicios para su equipo, junto con su paisano argentino, Sebastián Rambert, de su querido Independiente. Como anécdota, cabe mencionar que Rambert llegó como un fichaje algo rimbombante y como el goleador del fútbol argentino al Inter mientras que la contratación de Zanetti no tendría mucha trascendencia en los medios. Pero eso cambiaría posteriormente.



Lo que comenzó como un fichaje de poca importancia y para llenar un puesto, a posteriori se convertiría en, probablemente, el mayor idilio de lealtad que haya disfrutado la entidad nerazurri en su historia. Zanetti iba a irse cedido en su primer año pero el entrenador del equipo por esos años, Ottavio Bianchi, queda sorprendido con sus condiciones y su dedicación por lo que comienza a ganarse un puesto que no soltaría. En ese año en el Inter sobresalían jugadores como Roberto Carlos, Paul Ince y un par más, pero Zanetti los sobrepasaría a todos en cuanto a longevidad y nivel en la escuadra lombarda. Luego de dos temporadas carentes de títulos, el argentino cosecharía su primer triunfo europeo con aquella Copa UEFA de la 97-98 con un Ronaldo pletórico que haría pedazos a las defensas rivales y serviría como el baluarte de aquella consecución. Los años pasaron y el Inter quedaría en segundo plano en una Serie A que era la mejor liga del mundo por esos años y donde Juventus y Milán gobernaban con autoridad, mientras que el equipo de Zanetti sufriría incontables vicisitudes y una sequía de títulos bastante dolorosa a causa de un vendaval de contrataciones que no cuajaban, entrenadores que no funcionaban y una institución que, simplemente, parecía estar a puertas de un declive deportivo. En el 2.000 y en pleno auge de la crisis previamente acotada, nuestro protagonista recibe una oferta del entonces campeón de Europa, el Real Madrid, para unirse a sus filas; haciendo gala de su simpleza y profesionalidad, agradece el interés pero lo rechaza al sentirse a gusto en el país y en un Inter que lo acogió desde el primer día como si fuera un canterano de la institución. Un ejemplo de lealtad a los colores y se vería recompensado por eso.



Respetado y admirado por sus compañeros y rivales, los años pasarían para el argentino donde el Inter comenzaría a ganar poder en Italia luego del polémico caso de arreglo de partidos que dejarían mal parados a la Juventus y al Milán en 2.006, cosa que facilitaría la reestructuración del plantel para cosechar cuatro Escudettos consecutivos. En el 2.008, Roberto Mancini dejaría a la institución lombarda para que José Mourinho construyera el que un servidor considera como su mejor equipo y así conseguir un triplete histórico, que, obviamente, incluiría una UEFA Champions League en el 2.010 que evadía al Inter desde hace casi cuatro décadas y que el capitán dedicó a su madre recientemente fallecida en el enorme cielo del Santiago Bernabeú. Javier Adelmar Zanetti siempre ha hablado mil maravillas del portugués y puede decirse que el argentino pudo aprovechar todos sus dotes y condiciones al ser aprovechado –no por primera vez, pero sí a su máximo potencial- ambos laterales, carriles y como un mediocentro de contención junto a su paisano, colega y amigo, Esteban Cambiasso, además del ítalo brasileño, Thiago Motta.



Los años seguirían y cuando una lesión llamada “Talón de Aquiles” lo dejó aislado del fútbol por seis meses a la edad de 39 en Abril de 2.013, muchos fueron los que asumieron su retiro como algo ya inevitable; pero haciendo uso de la consistencia y dedicación que han sido sinónimos de su carrera superó ese traumático incidente para volver en Noviembre de ese mismo mes. Tampoco hay que olvidar sus pasos por la selección Argentina donde entró en el corazón de muchos al anotar ese gol contra Inglaterra en el Mundial de Francia ’98 con una exquisita jugada preparada que le daría el empate a la albiceleste en un posterior triunfo en penales contra un rival cuya relación estaba enemistada por su reciente pasado bélico. Jugaría el Mundial de Korea-Japón ’02, pero luego sería dejado por fuera por Pekerman y Maradona en las Copas del Mundo de 2.006 y 2.010, respectivamente. Una lástima, si consideramos el gran nivel que siempre ha ostentado este señor jugador.




Y es que me quedo corto. En una sociedad pertrechada por el internet y donde el fútbol se ha convertido en una suerte de ejemplificación de cómo cualquier menso puede expresar su ridícula opinión y sentirse tan a gusto, es comprensible que la carrera de Zanetti tal vez nunca tendrá el crédito merecido más allá de las fronteras del San Siro puesto que él es la antítesis de las “estrellas” que proliferan cada vez más rápido en el panorama y cada vez con menos talento. Es más, me atrevería a decir que cada corrida, cada victoria, cada título, que este ejemplar de profesionalismo consiguió fue producto de la dedicación de quien acepta sus limitaciones y trabaja cada maldito día para conseguir lo que tanto ha añorado. Como jugador era rápido, demoledor, rendidor –un axioma en su estela como futbolista- y capaz de realizar algunas de las mejores galopadas que este no tan humilde escritor venezolano ha visto en el deporte de los 90 minutos. Como persona, por lo poco que me pueden decir las entrevistas y aquí reconozco mi subjetividad, es un hombre sencillo, libre de los aborrecibles delirios de grandeza de la fama y siempre comprometido con sus compañeros dando el ejemplo. Un jugador que debería ser conocido por todos como, tal vez, el mejor lateral derecho de todos los tiempos. Un jugador y persona irrepetibles. Para quienes deseen dedicarse a esto del fútbol, les sugiero que tomen a este argentino como su modelo a seguir; les aseguro que tendrán una larga y exitosa carrera.

Como último dato curioso, puedo decirles que ha ido al mismo barbero desde su arribo a Italia. El barbero es hincha del Milán. Lo que se ha tenido que aguantar el barbero, ¿eh?

2 comentarios:

  1. Hola saludos desde el país vecino Colombia, gracias por este post sobre el eterno capitano JAVIER ZANETTI, te lo digo como neroazurri muchas gracias porque están muy buenas tus palabras sobre Javier,que te puedo agregar sobre el, Javier es sinónimo de humildad, dedicación, amor y pasión al deporte y a sus colores, saludos y gracias una vez mas siempre es bueno leer algo sobre IL CAPITANO.

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    1. Sinceramente, GRACIAS. Al final del día, posts como éste son dedicados para hinchas como tú que estoy seguro que comprenden la grandeza y humildad de un jugador de la talla de Zanetti. Un jugador único en su clase.

      Espero disfrutes con el Blog y con todos mis posts.

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