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sábado, 25 de abril de 2015

Así lo veo, Ken: la Juventus, la última esperanza del Calcio.




No hay mayor magia que la que puede haber en una noche de UEFA Champions League. Es un momento preciso y esplendoroso donde la más alta elite de jugadores se enfrenta en incontables batallas por la máxima corona y caminar erguidos como el rey absoluto de Europa. Esta semana se sortearon las semifinales y ya tenemos entre manos los duelos: Barcelona – Bayern Múnich y Real Madrid – Juventus. Una vez más, con la aparición de los tres primeros equipos acotados, se ha demostrado que la supremacía europea ha caído sobre los hombros de los gigantes de España y el tótem bávaro en los tiempos que vivimos. Siempre he dicho que vivimos en una era de grandes equipos y no de grandes ligas; nuestros tiempos son unos en los que el poder y la dominación de la máxima competición de clubes quedan al alcance de unos pocos elegidos en notables batallas que se han librado en los últimos años con Lionel Messi, Cristiano Ronaldo y Arjen Robben como algunos de los ídolos de toda una generación… y luego está la Juventus. Tal es el poder de convocatoria de los blancos, blaugranas y del equipo de Pep Guardiola, que se deja en el costado, casi de manera insultante, a un equipo italiano que puede demostrarle a propios y extraños que el destino no está escrito para nadie ni para nada. Pero más importante que demostrarle a propios y extraños es demostrase a sí mismos que pueden quitarse el gafe mental que se ha clavado en las mentes de los bianconeros y competir con los mejores equipos del mundo de tú a tú. Recuerden, mis amigos: la Juventus no representa solo a un escudo este año; representa a todo un país y a toda una ideología.

 
Para quienes llevamos tiempo en esto, cuesta creer que sólo han pasado cinco años desde que el Inter de Milán de José Mourinho se plantaba como campeón de la UEFA Champions League en el Santiago Bernabéu y, a su vez, consiguiendo un triplete inédito en toda la notable historia del fútbol historia. Cinco años después de esa hazaña, el fútbol italiano se encuentra lastimado por una infectante crisis de identidad y constancia que los ha hecho perder su lugar como “la liga más competitiva del mundo” a ser considerada como un torneo liguero mucho menos ambicioso o desafiante. El declive económico y político de la nación ha hecho estragos en los recursos de las instituciones deportivas, además de una mala gestión de varias directivas que ha conllevado a que equipos con la riquísima historia del Inter o del Milán perdieran sus puestos en la elite europea y ahora sólo sean meros aspirantes a la Europa League; una tragedia absoluta que uno de los derbies más grandes del deporte más hermoso del mundo sea tan poco emocionante y sosegado como fue el último en materia de repercusión e importancia –era, simple y llanamente, un partido en el que se jugaba el honor y el amor propio pero nada a nivel competitivo. Equipos como Napoli, Fiorentina o Roma no han sido más que planteles exportadores de talento para equipos mayores puesto que sus ambiciones no van más allá de capitalizar sus inversiones en clasificaciones a competiciones europeas y rara vez se presentan como un posible tapado en dichas contiendas. La Serie A se encontraba socavada y frustrada a causa de no tener un solo equipo que de verdad mostrara un poco de consistencia… y ahí surgió el ascenso de la Juventus para volver a ser la Juventus; no la versión insípida y carente de carácter que nos habían presentado en los últimos años. La que se hizo grande desde sus comienzos y eterna en los 90s.

Desde el 2.011, año en el que Marotta asumió como presidente de una nueva junta directiva, el equipo de Turín se ha visto inmerso en un lento pero productivo proceso de restablecimiento como fuerza absoluta en su país y –al menos deseándolo- a nivel europeo. Aún sufriendo por el daño financiero que fue el descenso a causa del amaño de partidos en 2.006, la Juventus adoptó un modelo de fichar jugadores a precios moderados de gran potencial o que pudieran aportar en lo que se puede considerar como su atardecer futbolístico. Un caso arquetipo de éste último señalamiento es el de quizás la mayor figura del plantel actual, Andrea Pirlo, y cómo fue contratado –como agente libre- es la prueba fehaciente de que lo que dijo Gianluigi Buffon cuando lo contrataron es 100% verdad: Dios existe. Luego de la llegada del ex Milán e Inter, jugadores de tallas y repercusiones tan dispares como Paul Pogba, Carlos Tevéz, Arturo Vidal, Patrice Evra, Fernando Llorente o Álvaro Morata arribaron al equipo de la Vecchia Signora bajo una metodología de fichar bien con precios más económicos que ha conllevado a la consecución de tres títulos ligueros de Serie A, aparte de algunas Coppa Italia y una que otra Supercoppa. Bajo la tutela de Antonio Conte –jugador legendario de la institución- en la dirección técnica la Juventus retornó a la palestra principal de Italia y a regresar a la máxima competición europea con una generación de jugadores notable. Pero no todo ha sido rosas y lisonjas: las críticas no han parado de caer al equipo Juventino puesto que no han sido capaces de transportar tan buena forma en el plano europeo y el año pasado eso se notó con la caída tempranera en la UEFA Champions League al ser eliminados en la fase grupos del torneo; y luego caer en las semifinales de una Europa League cuya final iba a jugar en su propio estadio. El escenario se veía aún más funesto y negro cuando el propio Antonio Conte abandonó a la Vecchia Signora para convertirse en el seleccionador nacional de Italia y por sensaciones de conformismo por parte de la directiva al no aportar el suficiente dinero para suministrarle los jugadores que deseaba para batallar en la Champions, como el chileno Alexis Sánchez, por mencionar alguno.
 

La llegada de Massimiliano Allegri a la dirección técnica en un momento tan precario por la marcha de Conte no fue bien vista por los seguidores acérrimos de la institución de Turín puesto que sus pragmatismos tácticos y falta de pergaminos, a excepción de aquel título de Serie A con el Milán en el 2.011, no parecían ser lo más recomendable para una hinchada que exigía, que clamaba, por una actuación notable a nivel europeo. Ya no se trataba de dominar en Italia –que eso ya lo habían demostrado de sobra-; se trataba de dominar en Europa una vez más, como lo hizo esa gran Juventus de Zidane, Davids, Del Piero y otros más en la segunda mitad de los 90s. Para la sorpresa de muchos, Allegri ha sabido mantener el balance establecido por Conte y ha logrado que los jugadores se mantengan concentrados en la batalla por los tres títulos siendo la última esperanza de una liga que ha caído en desgracia en tiempos recientes y que necesita una victoria europea al contemplar que su líder es el primer semifinalista italiano desde aquel Inter de Mou que acoté al comienzo de la entrada. Y es que con Madrid, Barcelona y Bayern en la contienda, es difícil recordar que este plantel bianconeri está de cómodo líder en la Serie A, en la final de la Coppa Italia y en las ya mencionadas semifinales de la competición de clubes más grande del mundo contra el campeón defensor, el Real Madrid. Por diferentes motivos (falta de medios que los publiciten; no tener jugadores mediáticos; el bajo nivel de la repercusión de la Serie A o por el mismo grado de dominación de los otros tres equipos en los últimos años), la Juventus es vista como el “corderito” de la eliminatoria y que no representan más que un escollo para el equipo merengue para llegar a Berlín a defender su título. Pero la historia nos demuestra que la Juventus suele defenderse en estos momentos en donde tienen todo en contra porque a un equipo italiano le encanta ir de víctima y puede llegar a ser una repetición de aquella semifinal de Champions de 2.003 donde la Juve eliminó al Madrid de los Galácticos de Zidane, Ronaldo y Figo con un gol de Pavel Nedved que acabó con la eliminatoria y con la carrera de Fernando Hierro mediante una corrida bestial. Doce años después, la Juventus debe hacer gala del mismo ímpetu para pasar de ronda.


La Juve es un equipo pragmático que práctica un fútbol que no escatima en medios para conseguir el resultado deseado y luego defenderlo a toda costa. Son, para todos los efectos, el ejemplo arquetipo de un equipo italiano: una defensa sólida y dura; un mediocampo que circula entre el talento y la crudeza para recuperar; y un ataque donde impera la creatividad de sus ataques –predominantemente, la del argentino Carlos Tévez, quien está viviendo el mejor momento de su carrera y es sin dudarlo el jugador más peligroso de la Juventus. Como todo buen equipo de su país, cuentan con una plétora de defensores italianos de carácter recio y peleador en Chiellini, Bonucci y Barzagli como los primeros protectores del legendario Gianluigi Buffon en la portería, quien todavía se mantiene vigente y debe de ser el más extasiado por conseguir ese título que le ha sido esquivo durante tantos años. El líder de la Serie A posee la flexibilidad táctica para cambiar de línea de tres en la defensa -enpartidos donde se les exige ser más conservadores- a una línea de cuatro -para presentaciones donde pueden dominar con mayor facilidad-; en ambos casos, el sacrificio y trabajo de los laterales/carrileros, Patrice Evra y Stephan Lichtsteiner, es imperativo para salvaguardar las bandas y atacar con criterio para un equipo que no cuenta con extremos suficientes para aportar mucho por los costados y se basa en la creatividad de su mediocampo para generar oportunidades en el ataque. Su mediocampo es, a mi criterio, el mejor aspecto del equipo: guiados en el medio por ese metrónomo perfeccionista y artístico que es Andrea Pirlo, jugadores como Arturo Vidal o Claudio Marchisio tienen un mayor grado de libertad para moverse por la cancha en una función de box to box, como se les dice en Inglaterra, en un esfuerzo para recuperar balones, atacar y posicionarse de mejor manera para recibir pases. Un poco más adelante, serán jugadores como Paul Pogba, quien tal vez se pierda la eliminatoria completa a causa de una lesión, y Roberto Pereyra quienes se encarguen de asistir a Tévez, Morata y/o Llorente y suponer un desahogo ofensivo cuando éstos se hallen marcados o en posiciones desfavorables durante el partido.



Con el más que posible retorno de Gareth Bale y Karim Benzema, sin mencionar el regreso de Marcelo por suspensión, la Juventus deberá realizar dos partidos con mucho sacrifico, trabajo en equipo, concentración y austeridad para poder hacerse con el pase a la final. El Real Madrid es un equipo que no se basa en la dominación del partido durante los noventa minutos; son ráfagas vertiginosas e incendiarias de ataques con jugadores de primer nivel como Cristiano Ronaldo, Isco o los ya acotados para capitalizar incluso en partidos donde tal vez sólo tuvieron tres oportunidades de gol y convirtieron dos. Habiendo dicho eso, es importante que los italianos se mantengan enfocados en el área defensiva para no encajar goles en su casa y puedan servir de soporte para ir hacia arriba. El fútbol de ataque de la Vecchia Signora en esta competición se ha basado en la efectividad y en ser clínicos y aquí deberán subir aún más esas cuotas para pasar puesto que es poco probable que ésta sea una eliminatoria en la que tengan muchas oportunidades de cara al arco y Tévez y Morata deberán estar en su día para anotar las pocas chances que ostenten. Doble partido de bastante complejidad para los laterales/carrileros que deberán enfrentarse a jugadores como Cristiano y Bale con el apoyo de sus respectivos laterales, Marcelo y Carvajal, mientras que dos de los medios del Madrid, Isco y James Rodríguez, gustan de tirarse a los costados. La clave estará en que Allegri sepa explotar la supremacía de su ridículamente talentoso mediocampo frente a jugadores como Kroos y un posible Sergio Ramos de mediocentro –al parecer, Ancelotti ha perdido la fe con los Illarramendi, Khedira y/o Lucas Silva- para que a los atacantes madridistas no se les dé abasto; también deberán mantener en jaque a James para que no provee con balones a su socio, Cristiano Ronaldo, que mete tres goles con dos oportunidades, prácticamente. En un resumen para no aburrirlos con tácticas: la Juventus tiene que seguir operando con el pragmatismo que han ejecutado en el torneo hasta ahora, pero el éxito en su clasificación se basará en la solidez defensiva y capitalizar sus ataques, que les aseguro que no van a ser muchos.


Ésta es una oportunidad de oro para la Juventus y para todo el Calcio italiano para retomar viejas sensaciones de las noches mágicas de Champions. Hay quienes han dicho que les ha tocado el rival más duro o que ellos son el rival más fácil; pero la realidad es que los campeones se muestran en las horas más oscuras y ganan en los momentos en los que nadie apuesta por ellos. Éste es el momento en el que el gigante italiano deberá sacar la casta de equipo grande y mostrar la personalidad que han ostentado en los últimos tiempos en la Serie A para eliminar al campeón y poder dar la sorpresa en Berlín… cuando eso no debería ser una sorpresa en absoluto. En una era de equipos grandes, la Juventus ha encontrado una alternativa a fichar figuras mundiales por precios astronómicos: fichar a jugadores talentosos mediante precios accesibles y darles una segunda oportunidad, como a Tévez, Evra y Pirlo que eran meros descartes de sus equipos; apostar por la juventud de los Vidal, Pereyra, Morata o Pogba; y crear una base jugadores oriundos del país con Buffon, Chiellini, Bonucci, Barzagli, Marchisio y el propio Pirlo como baluartes en el once inicial. Les ha tocado una cruzada muy complicada; pero los italianos son los maestros en dar batacazos y rara vez sus triunfos a nivel internacional han sido llegando de favoritos. Aquí valdrá mucho la experiencia de jugadores curtidos en las últimas instancias de la competición como la que poseen Buffon, Pirlo, Evra o Tévez; es aquí donde se demuestra la personalidad de jugadores ascendentes como Vidal, Morata o Pogba para dar la cara en la que debería ser una eliminatoria histórica; y aquí es donde impera la ambición de un entrenador para marcar una diferencia en el momento más álgido de la temporada. Es matar o morir para la Juventus.

La Vecchia Signora es la última esperanza del Calcio luego de temporadas paupérrimas y decepcionantes a nivel europeo; en los hombros de estos jugadores descansa la gloria oxidada y pretérita de incontables generaciones ganadoras de tan selecto país futbolero. Al final del día, son éstos los partidos por los cuales un jugador se dedica a esto y conceptos tan trillados como los de que un futbolista juega por la fama, dinero o mujeres son lanzados por la ventana –esto se trata de honor, gloria y sacrificio. El Real Madrid sabrá que tienen las cartas a su favor y los recursos para eliminar a la Juventus; pero también deberán saber que se enfrentarán a todo un movimiento futbolístico que necesita de una victoria. Es en estas noches mágicas donde se escriben las más grandes historias. ¿Podrá la Juventus escribir su nombre con letras de oro este año en la UEFA Champions League? Tienen 180 minutos para demostrarlo.

sábado, 18 de abril de 2015

Segundos para Recordar: el Valencia y la maldición de Héctor Cúper.





¿Qué hacemos cuando no podemos conseguir respuestas de los eventos que nos marcaron para toda una vida? ¿Qué podemos hacer cuando tenemos que ahogar lágrimas por orgullo y sólo contemplar al vacío mientras que un objetivo por el que tanto hemos batallado y perseverado se nos escurre de las manos no una sino dos veces? Siempre he pensado que muchos aspectos del fútbol pueden ser transportados a nuestra vida diaria para aprender y valorar diferentes lecciones; uno de ellos es que en este deporte de once contra once, como en la vida, siempre se da revancha. En un cruel azar del destino, podemos caer en cuenta de que tuvimos una oportunidad que nadie más tuvo y nunca haber capitalizado en ella para sentir en nuestras manos ese crisol de gloria y eternidad. Héctor Cúper es, para todos los efectos, la ejemplificación absoluta del estar tan cerca de lo deseado y no poder alcanzarlo; del quiero y no puedo; de sentir cómo las más arrebatadoras ilusiones son quebrantadas por el recio golpeteo de la realidad. Ahondemos un poco más en la carrera de este entrenador argentino que en equipos tan dispares en repercusión y estilos como Huracán, Lanús, Mallorca, Valencia, Inter, Racing de Santander, Parma, Real Betis, Aris y un par más que me dejo en el tintero, supo construir planteles aptos para batallar hasta el final por títulos pero que siempre, siempre, se quedaba a puertas de la victoria. En esta ocasión me voy a enfocar en su Valencia –que si hablo uno por uno, no acabo esta semana-; una de las historias más duras y desafortunadas en la historia reciente del fútbol europeo. El Valencia de Cúper: unos Segundos para Recordar de manual.

El hombre oriundo de la provincia de Santa Fe se había hecho un nombre en la liga española luego de haber conseguido un éxito moderado en su país natal con equipos humildes como Huracán o Lanús –llevando a ambos a luchar por el título de liga-, para luego llevar al Mallorca a una final de Copa del Rey en la temporada 97/98 en su primer año como entrenador en Europa, perdiendo a manos del Barcelona de Louis Van Gaal. Luego de una segunda temporada decente –y con un título muy importante para el equipo de Palma de Mallorca como fue la Súpercopa de España-, Cúper toma al Valencia CF puesto que Claudio Ranieri se fue al Atlético de Madrid. Con jugadores como Gaizka Mendieta, Kily González, Claudio “El Piojo” López, David Albelda, Mirozlav Djukic o Javier Farinós, el Valencia de Cúper conseguía su primer título de esa nueva era al ganar la Súpercopa de España –el último título de Cúper en su carrera, como dato curioso y definitorio-; pero la liga comenzaría con resultados dubitativos que no le permitía al equipo maximizar su potencial y el argentino comenzaría a ser señalado a causa de esto. Debido a una relación algo volátil y ambivalente con una de las estrellas del plantel, “El Piojo” López, el antiguo central argentino dejaba afuera de las convocatorias a su paisano y en una ocasión, al sacar a López de la cancha en un partido que perdían contra el Real Madrid desplegando un fútbol paupérrimo fue pitado por su propia afición con cánticos de “¡Cúper, vete ya!”. Esto desembocaría a posteriori en la venta del atacante a la Lazio de Italia. Fue con el arribo de la eliminación directa de la UEFA Champions League en la que el Valencia se halló a sí mismo y llevó a cabo una remontada en los frentes nacionales e internacionales; el equipo comenzó a agarrar ritmo futbolístico y pudo avanzar hasta fases impensadas de la máxima competición de clubes en Europa e ir escalando posiciones en la Liga. Cuando todos se dieron cuenta, el Valencia había sorprendido a toda Europa al eliminar a Lazio y Barcelona para llegar a la mismísima final de la Champions mostrando un gran nivel y con jugadores como Mendieta o el Kily González como piezas fundamentales. París los esperaba y ahí el Real Madrid en la primera gran final española.

Ahí fue cuando la maldición, el gafe, la esperpéntica adoración al fracaso de Cúper comenzaba a dar señales que sólo habían sido atisbadas en sus equipos anteriores. Cientos de hinchas del equipo "Ché" habían viajado a tierras parisinas para vivir su primera final como insospechados favoritos y el duelo que se llevó a cabo fue uno en el que el Madrid, con un plantel altamente balanceado y competitivo, se mostró como el mejor de principio a fin en un 3 a 0 demoledor que fue adornado por esa joya onírica que fue ese gol de Raúl con una corrida y resolución legendarias. Arañando la “Orejona” con ahínco y deseo, el Valencia se había quedado cerca, cerquísima, de levantar el trofeo más importante a nivel de clubes; pero la falta de experiencia en ese nivel de los jugadores y su entrenador les habían jugado una mala pasada contra una escuadra madridista que sí tenía experticia de sobra en el más alto calibre con figuras como Raúl, Morientes, Redondo, Hierro, Roberto Carlos y un par más. En el momento más importante de sus carreras, tanto para los jugadores como para Cúper, les temblaron las piernas y el nerviosismo pudo consumir las almas de unos jugadores que tuvieron con qué, pero jamás supieron dominar su ímpetu para conquistar tan ansiado objetivo. La medalla de segundo era una a la cual el argentino se estaba acostumbrando con cierta premura, pero no iba a caer sin pelear. Ni su equipo.


La vida es muy irónica y muchos hinchas valencianistas soñaban con revivir las grandes noches europeas hasta llegar a la final una vez más… lo que no pensaron es que tendrían lo que deseaban al año entrante. Con incorporaciones como Ayala, Baraja, Carew o Aimar, el Valencia daba un segundo asalto en la Champions con el deseo imperante de dar con el espíritu de retribución de lo vivido el año anterior y para consagrarse como un gigante de la competición en ascenso. ¿Cuántos equipos pueden presumir de haber llegado a dos finales de UEFA Champions League de manera consecutiva? Pocos, muy pocos. En la liga española habían sido líderes luego de unas cuantas jornadas; pero su forma liguera se diluía a medida que proseguía la temporada y el equipo enfocó todas sus fuerzas en Europa donde supieron eliminar a equipos de la talla del Arsenal y el Leeds United (equipazo en esos años, para los menos adoctrinados) hasta llegar a la final en Milán, en el mismísimo San Siro, contra el gigante bávaro, el Bayern Múnich. Había pasado un año: habían aprendido, los jugadores habían mejorado, tenían un mejor planteamiento y ya habían vivido este ambiente; ya habían respirado ese aire único de final que solo pueden experimentar unos cuantos elegidos. Pero el Valencia, Cúper y la maldición de las finales de Champions parecían ser una máxima en el devenir de la institución. Aún faltaba sufrir una vez más.


El Valencia empezó bien con un gol de penal de Mendieta en los primeros compases de la final; pero Effenberg empató con otro penal a mediados del mismo. El partido estuvo bastante peleado y parejo, mucho más que el año pasado, hasta que llegaron al tiempo extra donde ninguno regalaba espacios y terminaron en tiros de penal. Luego de una dramática tanda de penales, el Valencia, sus jugadores, sus directivos, su cuerpo técnico y sus hinchas contemplaban en pleno templo histórico del fútbol mundial cómo la Copa de Europa se les escapaba por segundo año consecutivo y no tenían más que el dolor, la frustración y las lágrimas de un Santiago Cañizares que eran la representación sufrida de toda la historia de una institución que estuvo ahí, a centímetros de levantar el trofeo por excelencia del fútbol, aparte del Mundial. ¿Qué pasó? Es difícil de explicar; pero la realidad es que a los del equipo “Ché” les faltaron galones para poder convertirse en reyes de Europa y al final no quedó más que la derrota. Luego llegarían los años de Benítez y la consecución de varios títulos importantes como la Liga y la Copa UEFA (ahora Europa League); pero nunca volverían a llegar a la final de la Champions.

El Valencia y la maldición de Cúper son el caso arquetipo de un equipo que merece estar en mi categoría de Segundos para Recordar: jugaban un gran fútbol, contenían una conglomeración de jugadores talentosos –muchos que a posteriori tendrían unas carreras notables- y con un entrenador que sabía cuajar grandes actuaciones pero que parecía estar maldito puesto que nunca daba ese último empuje para arengar a sus muchachos a que ganaran las finales. Al final del día, hay un motivo por el cual entrenadores como Héctor Cúper no están a la par de los Ferguson, Mourinho, Capello, Ancelotti o Sacchi: los mejores entrenadores son aquellos que saben motivar a los jugadores para que saquen la casta de campeones en el momento de verdad. Recuerden: los campeones no ganan para serlo; ganan porque son campeones. Al final de la temporada, Cúper se iría al Inter y nunca podría quitarse esa chapa de “segundón”, además de no volver a ganar un título, debido a que todos sus equipos estaban siempre cerca y nunca conseguían la gloria. Una etiqueta que parecía quedarle tan bien a un hombre trabajador y dedicado pero que, simplemente, no supo qué hacer en los momentos de la verdad. Fue ahí, en París. Fue ahí, en Milán. Fueron en esas dos noches donde debió demostrar… pero no no lo hizo. Tal vez todos los involucrados en el Valencia por esos años jamás consigan entender cómo llegaron hasta ese punto, pero a veces las vivencias más exaltantes no deben de tener un gran significado o una gran revelación; sólo están ahí para que las experimentemos. No conseguirán respuestas del Valencia de las dos finales de Champions; sólo encontrarán el llanto de millones de hinchas canalizados en la desconsolación de Cañizares y el gafe de Cúper.

sábado, 11 de abril de 2015

Cracks en las Sombras: Bastian Schweinsteiger, el guerrero germano.





No siempre el esfuerzo lleva al éxito, pero el que ha sido exitoso siempre se ha esforzado. De una manera u otra, siempre ha sido así. La vida no es un sendero manso de rosas y vinos; es un valle dificultoso y tortuoso, muchas veces oscuro, rebosante de miedos galopantes que están erigidos para frustrarnos y convertirnos en meras presas de las heridas del tiempo. Por eso no es de extrañarse –más bien es la norma- que contemplemos a miles, millones, de personas que han batallado por sus sueños y que hayan flaqueado en el momento de la verdad por no ser capaces de tragar el veneno de la injusticia y continuar con esa perenne cruzada que cada uno de nosotros debe librar para cumplir nuestras metas. Marcelo Bielsa dijo hace una semana que uno debe aceptar la injusticia que al final todo se equilibra. Yo concuerdo a medias con esa declaración del maestro argentino. La vida, tarde o temprano, muestra sus verdaderos colores y asesta su golpe igualitario a todos nosotros pero, muchas veces, hay que luchar más allá de nuestras fuerzas para poder atisbar y, finalmente, conseguir ese objetivo que encarna toda una existencia de anhelaciones y añoranzas. Bastian Schweinsteiger es un luchador de cepa y un jugador que tuvo que curtirse en el máximo nivel con el club de sus amores, el Bayern Múnich, y perseverar luego de incontables derrotas y desilusiones. Tal es la grandeza de aquel que reniega de la desgracia e impera por encima de las dubitaciones o negatividades.


Surgiendo de las profundidades más recónditas de Múnich, el portentoso mediocentro alemán que nos agracia hoy fue fichado a los 14 años por el que sería su equipo hasta el sol de hoy del TSV Rosenheim. De orígenes de clase media, Bastian debutaría con el equipo mayor del Bayern en Noviembre del 2002 en un partido de UEFA Champions League entrando de cambio en el minuto 76. En dos meros años, y a los veinte de edad, Schweinsteiger ya estaría jugando con asiduidad como extremo –su posición original- para el gigante bávaro y participando en su primer torneo oficial con el seleccionado nacional de Alemania –la Euro Copa de 2004 realizada en Portugal. Para el Mundial de 2006, que se llevaría a cabo en tierras germanas, “Schweini”, como lo apodan los hinchas, junto a jugadores como Lukas Podolski o su compañero de equipo Phillip Lahm encarnaban una generación prometedora y ascendente que ilusionaba al presente de cara a la Copa del Mundo que se iba a llevar en su propia nación. A pesar de haber sido eliminados por Italia en la semifinal, Schweinsteiger supo cuajar una actuación excepcional en el partido por el tercer puesto contra Portugal en el cual el entonces extremo marcó dos goles y asistió uno para por lo menos darle ese premio de consolidación a todo un pueblo que deseaba y esperaba más de su Mundial. Para muchos, ésta sería una desgracia imperial en la cual tardaría levantarse, pero Schweinsteiger tendría que endurar muchas vicisitudes como ésta en el gran espectro de la carrera futbolera. Posterior a Alemania 2006, Schweinsteiger viviría unas temporadas intermitentes en el Bayern Múnich donde no parecerían conseguir ni un ínfimo resquicio de consistencia y su fútbol dejaría mucho que desear mientras que equipos como Stuttgart o Wolfsburgo les arrebatarían los títulos de Bundesliga uno tras otro; todo esto compaginado con una Euro Copa de 2008 donde los alemanes perderían la final contra una selección de España que sorprendió a propios y extraños y comenzaban a escribir los primeros versos de la época más exitosa de su fútbol. En el ojo del huracán de su carrera deportiva, Schweinsteiger no parecía acabar de convencer a sus entrenadores y seguidores con sus actuaciones y comenzaban a surcar los buitres de la incredulidad y la desconfianza sobre el futuro del oriundo de Bavaria puesto que parecía que estaba destinado a entrar en esa casilla de promesa que quiere pero no puede. Entonces llegó Louis Van Gaal.


El holandés, como es su costumbre, arribó al asiento del Bayern en 2009 para reestructurar al equipo de pies a cabeza y la contratación de su paisano y descarte del Real Madrid, Arjen Robben, supuso uno de los movimientos más brillantes en la era reciente del fútbol europeo, pero hubo una aún más genial. Con las bandas ocupadas por Robben y Frank Ribery, muchos hubieran dado por sentado que el canterano rubio que tenían por extremo no iba a tener mucha continuidad, pero Van Gaal vio algo que nadie más había visto hasta el momento y que, posiblemente, cambió para siempre la carrera de Bastian: se dio cuenta de que este jugador de tan buen toque, de habilidad depurada, gran visión y enjundia debía de jugar en el centro como conductor para florecer en su entereza. La suerte estaba echada y el Planeta Fútbol pudo contemplar la mejor temporada de Bastian Schweinsteiger de su carrera en esa misma 2009/10 jugando en el medio y dictando los tiempos, controlando el balón como pocos y sirviendo, junto a Robben, como el estandarte de un equipo bávaro reinventado y que comenzaría una era de dominación europea y local con el “31” como el corazón absoluto del equipo. A pesar de todo, la vida parecía mostrarse ambivalente y agridulce hacia Bastian una vez más y aunque habían ganado liga y copa ese año, el equipo perdería la final de la UEFA Champions League –la primera de Schweinsteiger- contra el gran Inter de Mourinho donde los alemanes se vieron alicaídos, dubitativos y carentes de ese fuego que hace a un equipo campeón. La Copa del Mundo de Sudáfrica esperaba y más vicisitudes para nuestro protagonista.

Alemania realizaría un Mundial brillante con un plantel que comenzaba a rejuvenecerse, mientras que jugadores como Özil, Khedira, Klose, o Lahm ya daban de qué hablar en el panorama internacional con performances estratosféricas que destruyeron sin contemplaciones a equipos de primera clase como Argentina o Inglaterra. Pero haciendo el trabajo que no se ve (el de hormiguita, como decimos en mi Venezuela natal), sirviendo las asistencias –hasta nueve hizo en el Mundial, santo cielo- y organizando el mediocampo como si fuera un medio de toda la vida, Schweinsteiger fue el principal baluarte de una generación que comenzaba a dar los primeros gritos ensordecedores en su anhelo de conquistar esa tan ansiada copa pero, una vez más, se quedaron en la antesala al perder otra vez contra la selección de España con aquel gol de cabeza de Carles Puyol. Los alemanes se irían derribados, pero no derrotados. Tendrían su revancha. El fútbol, como en la vida, siempre da revancha.

En 2011, Louis Van Gaal se iría del Bayern luego de un encontronazo con la directiva del club y Jupp Heynckes volvería a la institución para continuar con lo que el tulipán comenzó, pero la situación del titán germano parecía ser una suerte de bloqueo psicológico que no les permitía conquistar esos títulos tan importantes y eso parecía trasladarse a la selección nacional. Esa temporada probaría ser llamada la de “Nacidos para ‘segundear’” cuando el Bayern perdió la Bundesliga, la Pokal y la final de la UEFA Champions League en su propio estadio en penales contra el ultra defensivo Chelsea de Di Matteo en una disputa irrepetible y con nuestro protagonista errando un penal en la tanda. La Euro de 2012 probó ser otro ejercicio en frustración con el equipo siendo eliminado una vez más. Los títulos más importantes parecían escabullirse constantemente de las manos de Schweinsteiger y sus compañeros, pero haciendo gala de una perseverancia que hace grande a los campeones, el equipo de Múnich continuó y se fortaleció para la siguiente temporada –la cual acabaría siendo la más exitosa en toda su historia. Heynckes había conseguido estructurar un equipo altamente competitivo en todas las áreas y facetas del plantel para que este Bayern se volviera el campeón de todo –triplete, para los menos adoctrinados- y ganaran esa tan anheladda Champions desplegando un fútbol avasallador, rápido y que marcaba una nueva evolución del tiki taka a una conceptualización más directa y con más adrenalina. La consecución de la “orejona” en Wembley contra su piedra en el zapato en su país en los últimos tiempos, el Borussia Dortmund, no hubiera sido conseguida de no ser por nuestro protagonista funcionando como un reloj suizo en el medio junto a Luiz Gustavo distribuyendo, recuperando, luchando y liderando como lo que era después de todo: el mejor mediocentro del mundo y de los últimos tiempos. Una meta que tanto había trabajado con sangre, sudor y lágrimas parecía haber sido conseguida. El guerrero germano conseguía su tan esquivo trofeo.



Un año después, la selección alemana, con un caudal absolutamente ridículo y grosero de talento joven, se abalanzaba a Brasil para lograr esa Copa del Mundo que los eludía con locura. Desplegando un fútbol maduro, mezclando el pragmatismo alemán de toda la vida con un preciosismo recién hallado, parecían un equipo que no parecía ser vencido y así sucedió durante todo el torneo. Para la historia quedará esos noventa minutos sin comparación contra los locales que desembocó en un 1-7 por el cual aún están sangrando. Jugadores como Manuel Neuer, Mats Hummels, Jerome Boateng, Thomas Müller, Miroslav Klose, Mario Göetze, André Schurrle y un par más fueron de los mejores en el Mundial y se comprometieron como un equipo en el que no imperaban los deseos o voluntades de algún individuo en particular –el espíritu que hizo grande al Bayern de Heynckes un año atrás. Dicen que los héroes aparecen cuando más se le necesita y un pensamiento que surcaba por mi mente en el último Mundial es que Schweinsteiger no se veía tan dominante en el medio como de costumbre pero fue en la mismísima final donde se cargó el equipo al hombro por 120 minutos y jugó con el rostro ensangrentado, recibiendo una genuina y salvaje golpiza por parte de los jugadores argentino y aún así pidiendo la pelota, luchando y empujando a sus compañeros en un momento donde te dejan en claro que los futbolistas de hoy aún sienten el deseo inherente de ganar y ese fuego de remontar es algo que todo ganador debe de tener. Todos hablarán del gol de Mario Göetze –golazo y que merece crédito por lo que fue y por lo que significó-, pero yo me quedo con el guerrero germano que apareció cuando más se le necesitaba. Ése es el que te gana los partidos.

 
Luego de tanto ahínco, decepciones y fracasos, Schweinsteiger se alzó de las profundidades de la desgracia como una suerte de Terminator bavaro en el Maracaná con el deseo dominante e inevitable de conseguir ese Mundial. No sólo fue un partido que significó una Copa; fue un partido que simbolizó toda una carrera de esfuerzo, trabajo y perseverancia –esa bendita necedad de la buena- que le permitió atribuirse la gloria junto a unos compañeros que también lo ayudaron en sus momentos más bajos. Bastian Schweinsteiger fue, es y será un mediocampista con clase, garra, carácter, liderazgo y genial con un temple que le permite guiar a su equipo en los momentos más penumbrosos y funcionar como ese corazón, ese motor, que toda gran escuadra ha tenido. Mi jugador favorito de todos los tiempos es Paul Scholes, pero si hay uno que se ha acercado a hacerme sentir las mismas sensaciones, ése ha sido Schweinsteiger. Ambos son jugadores reconocidos, pero su rol en esta sección de Cracks en las Sombras radica en que cuando hagamos nuestros mejores onces de la historia, de Europa, de Alemania o lo que sea, lo más probable es que nos olvidemos de este brillante alemán. La gloria, las lisonjas y el éxito son para quienes no aceptan un “no” como respuesta, los que insisten y trabajan para lo que desean. ¿Por qué no hacerme caso? Le funcionó a Bastian.