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miércoles, 17 de junio de 2015

Pasados Posibles: Yoann Gourcuff y la historia de la flaqueza mental.



Los ganadores triunfan en su mente y luego en la vida. Puedes ser el más talentoso, el más guapo o el más inteligente, pero si en tu mente no eres ninguno de estos adjetivos, serás consumido por el vertiginoso abismo de las inseguridades y del temor. Es parte de la naturaleza humana sentir dudas acerca del potencial o nivel de uno mismo en todo lo que nos importa; es más, sin dudas, ¿cómo podemos exigirnos a nosotros mismos? Se necesitan las dudas y un poco de inseguridad para tratar de mejorar siempre y llegar más alto gracias a esto último. Pero eso en exceso es harto negativo, como todo en la vida. Cuando llegas a la profundidad del abismo anteriormente mencionado, sólo eres capaz de ver todo lo que hiciste mal con ojo de halcón y no está en ti el ver lo que hiciste bien porque simplemente no sientes que has hecho algo bien. Los futbolistas, como todos los deportistas, se basan en su propia resiliencia mental para poder endurar y superar todos sus obstáculos y alcanzar la tan ansiada excelencia; no es de extrañarse que los Messis, Cristianos, Bales, Robbens, Hazards, etc, del mundo del balompié cuenten con un cúmulo de psicólogos que los mantengan “estables” –sin ánimos de ofender- para soportar las exigencias de los directivos, de los hinchas, del cuerpo técnico, de sus compañeros, de la media, de sus patrocinadores… y un largo etcétera. El primer paso al éxito se logra al conseguir la paz mental y ése es un axioma absoluto. Lo que van a leer a continuación es un ejemplo seminal de lo que he estado parloteando en este párrafo y que servirá como una lección para mis lectores que piensan que no son capaces de lograr sus metas a causa de los opresivos demonios de la negatividad: la historia de Yoann Gourcuff, el crack que fue consumido por su propia mente.


Yoann Gourcuff es un mediocentro francés que surgió de las juveniles del Stade Rennais como uno de los prospectos futbolísticos más interesantes de los últimos tiempos puesto que el galo era una rareza en la época moderna del deporte: un enganche puro; un “diez” de pura cepa que emulaba –y de muy buena manera- a los grandes conductores de los 90s y los 80s. Era –y es, hasta cierto punto- un jugador con visión, con mucha clase y capaz de lo espectacular; un portador de la mística y el preciosismo que ostentan esos pocos jugadores elegidos para brillar por encima de los demás. Alternándose con la reserva y el primer equipo, Yoann comenzaba a hacerse su propio nombre en la escena de la Ligue 1… pero su apellido ya tenía bastante peso, cabe mencionar, puesto que eso ha influido mucho en el devenir de la carrera de Gourcuff. Nuestro protagonista desciende de un árbol genealógico prolífico en atletas: su madre jugaba baloncesto, su hermano, Erwan, es nadador y ciclista, pero lo principal es el hecho de que su padre, Christian, fue una figura del fútbol francés y un entrenador de largo recorrido por la Ligue 1 con un éxito moderado. Yoann tuvo una infancia en la que lo fueron preparando desde muy pequeño para que fuera futbolista: entrenaba en academias, su padre le dedicaba horas de su tiempo para que mejorara y el joven galo sólo quería ser un jugador de fútbol. Yoann Gourcuff vive, respira y come fútbol. Era su sueño más grande.


Como muchas figuras a su edad, no tardó mucho en llamar la atención de los gigantes de Europa y clubes como el Arsenal y el AC Milán fueron algunos de los interesados por contratarlo; al final serían los rossoneri los que se quedarían con el último “nuevo Zidane”. A pesar de haber comenzado bien en su debut en Champions League contra el AEK Athenas en el 2.006 anotando un gol y teniendo la suficiente técnica para adaptarse a un equipo plagado de figuras –cuando el Milán tenía a la crema innata de Europa-, Gourcuff pasó dos años intermitentes y plagados de dificultades para hacerse un hueco en el club lombardo. Cierto, hay quienes dicen que tener enfrente a jugadores como Andrea Pirlo, Clarence Seedorf o Ricardo Kaká –quien ocupaba la posición de enganche de nuestro protagonista- fue un impedimento para que el galo se asentara en el equipo de Ancelotti, pero hay que entender que en Italia la mentalidad y la interpretación táctica son valoradas en un estándar altísimo –ésta es la tierra de Arrigo Sacchi, caballeros-, aspectos que Gourcuff nunca supo adiestrar y que lo hacía perder enteros. El propio Ancelotti jamás lo tuvo en alta estima y de vez en cuando dejaba entrever eso, mientras que lo colocaba en partidos de la Coppa Italia y otros de menor importancia, pero el joven francés parecía atrapado en un ciclo vicioso que lo despojaba de la confianza y seguridad a la hora de jugar… y no sería la primera vez. Paolo Maldini, compañero de Yoann en su tiempo en Italia y tal vez el mayor símbolo de la historia del Milán, dijo muchos años después que el galo nunca dio su 100% para el club, que varias veces llegaba tarde a los entrenamientos, que no empezó a estudiar italiano desde el día 1 y que simplemente no se dedicó lo suficiente para convertirse en un activo valioso e importante para el club. Éste sería el patrón de la carrera de Gourcuff: un jugador con un potencial explosivo, pero cuya mentalidad siempre parecía ser la errónea. Pero nos adelantamos a los hechos.


Con el orgullo lastimado, mirando al piso y con la etiqueta de promesa frustrada, Gourcuff retornó a su país natal para jugar con el Girondins de Bordeaux. Bajo la tutela de la leyenda del fútbol francés, Laurent Blanc, Yoann renació de sus cenizas lombardas y se convirtió en lo que todos esperaban de él desde sus años imberbes; fue en Bordeaux donde abrió sus alas en todo su esplendor. En sus dos años en el club, fue el mejor jugador de la Ligue 1, lideró al equipo a ganar la liga y la copa en la temporada 2.008/09, los llevó a 4tos de Champions el año entrante y daba muestras de una clase que no se atestiguaba en Francia desde Zidane. Fue en ese equipo donde Gourcuff encontró su ritmo, como un director orquesta que finalmente había encontrado la partitura adecuada; fue en su regreso a Francia donde su debilidad mental parecía haber dado paso a un aurora de magnificencia futbolística en la que sus habilidades y potencial eran explotados a sus máximas capacidades; fue en el Girondins donde su fútbol era expresado con la majestuosidad de un jugador que estaba bendecido por los Dioses y que jugaba con un minimalismo y exquisitez reminiscente a los más brillantes. El jugador más talentoso de su generación parecía haber atisbado su lugar en el mundo y en Blanc encontró a un mentor que lo acogió con el beneplácito de alguien que sabía que tenía entre manos a una joya que debía ser pulida; sólo hay que ver su partido contra el Bayern Múnich en Alemania en el 2.009 donde anotó un gol y fue el amo y señor de los dominios germanos durante 90 minutos. Sin ánimos de hacer hipérbole, no dudo que estuviéramos ante un artista del balón; un pintor del balompié que erigió su obra maestra con este gol frente al Paris Saint Germain, demostrándonos que la estética y la elegancia del fútbol, cada vez más escasas, no habían sido desterradas de los aposentos del mundo.


Como un hijo privilegiado del destino, Gourcuff era codiciado una vez más por los mejores de Europa y ahora, un jugador más completo y realizado, parecía ser capaz de no repetir las equivocaciones que lo habían socavado en su aventura italiana. El francés tomó una decisión que a mi criterio fue errónea en el 2.010: decidió fichar por el Olympique Lyon por 23 millones de euros y ahí es cuando su carrera pareció ser golpeada de manera fatal. En el gigante francés, Gourcuff ha parecido perder su camino: las lesiones –se ha perdido más de cien partidos en cinco años con el club y dicen que más de una ha sido psicológica-, actuaciones irregulares –nunca ha mostrado ni un ápice de lo que mostró en Bordeaux- y un declive en el nivel del club han ultrajado una carrera que parecía ser ascendente, pero que una vez más se topó con la misma piedra en el zapato que es la inseguridad y pesimismo de Yoann. El galo llegó como un fichaje rutilante y se esperaba que fuera el símbolo de un Lyon que necesitaba de un ídolo; trastabillando con sus performances, el hijo prodigo del fútbol francés fue perdiendo confianza al no poder cumplir expectativas y su autoestima se empezó a dañar hasta el punto de ser una cascara de su antiguo ser. Y es aquí donde el factor humano y mental entra en la “ecuación Gourcuff”: un jugador groseramente talentoso, brillante, seminal, pero que es un perfeccionista y un pesimista nato; Yoann es un jugador con una formación notable gracias a su familia y es capaz de dar análisis de partidos más parecidos a un entrenador que a un jugador de su edad; es capaz de lo increíble jugando; pero las equivocaciones y malas actuaciones lo hunden en una vorágine de pensamientos, dudas y lo privan de la confianza que necesita todo grande para triunfar. Su personalidad introvertida, tímida y reservada le causó problemas en el Mundial del 2.010 cuando la mujer de Frank Ribery le mencionó a su pareja que el entonces Crack del Bordeaux le parecía atractivo, causando que el extremo del Bayern y su amigo, Nicolás Anelka del Chelsea, comenzaran a atosigarlo y molestándolo en los entrenamientos de un ya incendiario vestuario francés. Ni siquiera le gusta el lado glamuroso del deporte: es un individuo de bajo perfil, que se siente incómodo al lado de jugadores más estrafalarios –eso le ha causado diferentes problemas de vestuario, además del acotado- y rechaza a esta gran industria mercadotécnica (ni siquiera tiene un agente; tiene un abogado) en la que se ha convertido el fútbol; es simplemente un hombre que quiere jugar al fútbol. Pero su mente lo ha privado de cualquier placer que pueda tener con el balón y ahora, dejando de lado actuaciones esporádicas con el Lyon, es un despojo de negatividad y negligencia. Tuvo el mundo a sus pies, pero no pudo ser.


Claramente un personaje que no está en paz consigo mismo, Gourcuff y los directivos del Lyon han declarado en público que no van a renovar su contrato que expira en unas semanas y que el galo va a dejar el equipo. Pronto va a cumplir 29 años y si me preguntan, estos cinco años han atormentado y defenestrado el espíritu de nuestro protagonista, quien, exceptuando pequeñas y breves “resurrecciones” en su paso por el Lyon, aún está a tiempo de recuperar su mejor nivel –o tal vez soy sólo un optimista. A mi criterio, no hay mayor desgracia que llene el alma de pesar como el talento desperdiciado. Talentos como Zidane, Cantona, Laudrup o Platini representan a una estirpe cuasi extinta como es el jugador con clase de verdad. Hoy en día hay muchos jugadores con técnica, pero el grueso de ellos están curtidos en el fútbol callejero o forjados en los entrenamientos; ya no existe una plétora de individuos que encarnen esa elegancia y técnica exquisita, semejantes a las mejores sinfonías de las más altas aristocracias. Gourcuff fue uno de los últimos estertores de este tipo de jugadores y representa el mejor y peor lado de la alta sociedad futbolística. Un nuevo capítulo en su carrera comenzará próximamente y les aseguro que estaré muy pendiente de su decisión. ¿Por qué? Porque es un jugador que siempre me ha encandilado con su juego cuando está en un buen nivel; porque Yoann Gourcuff, estable, es uno de los mayores caudales de talento que puede haber en el fútbol actual y porque si ha habido un “nuevo Zidane” que haya estado cerca de hacerme sentir el mismo deleite que sentí al ver al gran Zizou, ése fue Gourcuff.


El talento es un plano de un edificio altamente detallado y que te permite realizar una obra maestra con precisión; sólo necesitas la dedicación y la fortaleza mental para construir semejante creación. Gourcuff es un ejemplo imperial de que el talento en solitud no es suficiente para la gloria; se necesita trabajo, no reprocharse a uno mismo por errores que nos hacen crecer y que la rendición es el castigo absoluto para cualquiera. Han salido artículos que dicen que más de diez clubes están interesados en su persona, pero antes de firmar con cualquiera de ellos, el galo deberá hacer un poco introspección: ¿Quiere seguir en el mismo ciclo de fatalidad o quiere romper el mismo para por fin erigir actuaciones que sean del disfrute de todos los que disfrutamos con este deporte? Sólo el tiempo lo dirá, pero estoy seguro de que algo más vamos a escuchar del futbolista que jamás ha encajado con los paradigmas del mundo mediático y que a pesar de tener todas las cualidades para ser un triunfador (formación, talento, nombre en el mercado, inteligencia y hasta bien parecido es, según mi novia) su propia negatividad y aversión a sí mismo lo han derrumbado hasta sus cimientos. La historia de Gourcuff encarna el pesar de quien pudo haber sido el mejor en lo que más amaba, pero esa misma pasión lo hundió y lo dejó desquebrajado. El fútbol necesita más jugadores con su talento; Gourcuff le debe al fútbol una última oportunidad.

viernes, 12 de junio de 2015

Así lo veo, Ken: ¿Es el Barcelona de Luis Enrique mejor que el de Guardiola?



Todas las comparaciones son odiosas, pero son inevitables. El 6 de Junio de 2.015 entrará a la historia como un día esencial en el haber del fútbol mundial: el FC Barcelona consiguió su quinta UEFA Champions League en Berlín derrotando a la Juventus de Turín, convirtiéndose así en el primer equipo en la historia de este deporte en conseguir dos tripletes. Toda la sociedad futbolera se ha deshecho en halagos para su magnífico tridente conformado por Lionel Messi, Luis Suárez y Neymar Jr.; su fútbol ha recuperado el brillo de eras pasadas y están de regreso en el primer plano luego de un par de temporadas irregulares. Normalmente, cuando un equipo constituye un logro de esta magnitud, suele ser el director técnico el que reciba la mayoría de las lisonjas y pleitesías; un ejemplo muy bueno es el de Jupp Heynckes con el Bayern Múnich en 2.013 cuando consiguieron el triplete y todos lo mencionaban al experimentado alemán como el creador de semejante bestia futbolística. Pero en el caso del Barcelona parece haber dudas acerca de que su entrenador, Luis Enrique Martínez –ícono del club como jugador-, sea el principal autor intelectual de este triunfo histórico. Lo que las personas no parecen valorar es que aunque el Barcelona se basó en el grotescamente rico ataque que tenían con el tridente acotado, fue Luis Enrique el que les ofreció balance, estabilidad y una sapiencia táctica que el equipo antes no tenía a un Barcelona que había sido el equipo del fútbol en los últimos años pero que había llegado a las postrimerías de su vida útil con su juego de posesión de los años de Pep Guardiola. Y aquí pregunto: ¿Es el Barcelona de Luis Enrique mejor que el de Guardiola? Como dije al comienzo, las comparaciones son odiosas, pero inevitables.

Y es que la figura de Pep es vital para entender lo que es el Barcelona hoy en día: el antiguo entrenador del club catalán fue el primero en conseguir el triplete con el club en 2.009 y refrescar a un equipo que venía estancado de dos temporadas paupérrimas con Frank Rijkaard. La consecución de ese triplete permitió plantar al Barcelona como el máximo referente del fútbol mundial con un Lionel Messi a la cabeza que estaba en su marcha ascendente para convertirse en el mejor jugador del mundo. Luego llegarían más ligas, más victorias aplastantes sobre su rival eterno, el Real Madrid, como el 2-6 en el Bernabéu en el 2.009 y el 5-0 en el Camp Nou en el 2.010, y otra Champions League que conquistarían en Wembley contra mi amado Manchester United (otra vez). A pesar de un último año algo negativo en la temporada 2.011/12, Guardiola creó una base de jugadores con Carles Puyol, Xavi Hernández, Andrés Iniesta, Dani Alves, Gerard Piqué, Sergio Busquets y el ya acotado Messi que han cuajado una época de antología que puede ver de tú a tú al Madrid de Di Stéfano, el Milán de Sacchi, el Manchester del triplete, el Liverpool de los 70s, y un par más que me dejo en el tintero. Hay quienes dicen –opinión que no comparto- que éste es el mejor equipo de la historia. No es de extrañarse que el grueso de los jugadores españoles del club catalán hubiera ayudado a España a ganar la Copa del Mundo de Sudáfrica en el 2.010. En esencia, el mayor reconocimiento que puede ostentar Guardiola es el de haber formado una generación irrepetible de jugadores que han conseguido títulos de manera casi regular desde su arribo a la dirección técnica y que entraron a la historia de fútbol practicando un estilo de juego que cautivó a millones.

Estoy seguro de que en este punto de la entrada más de uno de mis lectores estarán pensando “Kevin, ¿cómo en su sano juicio vas a pensar que Luis Enrique y su versión del Barcelona tienen algo que hacer contra el de Guardiola?”. Qué bueno que preguntaron. Luis Enrique arribó a Cataluña con una carrera intermitente y con su pasado como jugador culé como la única validación para estar en el cargo; su paso por clubes como la Roma o el Celta no fueron los mejores y se mostraba como un técnico promedio y que no parecía tener ese ingenio o brillantez para dirigir a un equipo que estaba en un momento pobre y que además debía confrontar a un Madrid que era el campeón de Europa. Sus primeros seis meses fueron un ejercicio en pragmatismo y en la que los resultados imperaron por encima del juego; Luis Suárez aún no había terminado su sanción, de los fichajes, sólo Rakitic y Bravo se veían como un activo positivo, Leo Messi estaba en un nivel algo pobre, la defensa ganaba enteros con el aporte del chileno en la arquería, pero el equipo no parecía dar señales de mejoramiento. Y entonces pasó lo que será conocido como el “momento Anoeta”: luego de una derrota contra la Real Sociedad a comienzos del 2.015 y donde parecía que Luis Enrique estaba al borde del despido, el Barcelona resurgió de sus cenizas, Messi recuperó su mejor nivel, el tridente comenzó a compaginarse y el club encontró una constancia avasalladora que les permitió proclamarse como campeones de todo alcanzando su cenit en aquél 6 de Junio contra la Juventus. Si Guardiola entró a la historia por haber creado una fórmula al Barcelona, Luis Enrique entrará a la historia por haber sido como el que refrescó y mejoró dicha fórmula. Y lo digo sin tapujos: yo pienso que el Barcelona de Luis Enrique es mejor que el de Guardiola y a continuación les diré por qué.
Ambos entrenadores llegaron al club en escenarios similares: ambos eran leyendas del club como jugadores, ambos con experiencia en el equipo B, ambos tenían que enfrentar a un Madrid que estaba en un buen nivel, ambos tenían que motivar a un plantel que estaba en un nivel anímico muy bajo y ambos representaban un cambio de ciclo en el porvenir del club. Pero la diferencia vital está en los recursos que poseían cada uno y eso hay que considerarlo puesto que todo entrenador necesita del material para triunfar: Guardiola contó con un cúmulo de jugadores como Messi, Eto’o –no hay que olvidar el aporte de los goles del camerunés en su último año-, Alves, Iniesta, Mascherano, Xavi, Puyol, Piqué y un par más que estaban a punto de entrar en sus años dorados y que supieron erigir una sinergia entre ellos que los pusieron un par de pasos adelante del resto; por el otro lado, Luis Enrique tenía a la gran mayoría de estos jugadores –más otros de una calidad incuestionable como Suárez, Neymar, Rakitic, Alba, Bravo o Ter Stegen- que ya lo habían ganado absolutamente todo (dos veces) y donde un elemento psicológico tan importante en el deporte como la motivación ya no era incendiaria como hace unos años atrás. El Barcelona había sufrido varias derrotas luego de su triunfo en Wembley en 2.011 que eran señales de agotamiento y que requerían de un cambio de planes, de estilo y de visión, que Pep, conocido por no ser el entrenador más flexible o diverso, no era capaz de proveer. Luis Enrique hizo lo que nadie más se atrevió a hacer en el Barcelona: inyectarle una vena de pragmatismo y contragolpe a un equipo que se había vuelto, para todos los efectos, unidimensional.


El Barcelona no hubiera conseguido los títulos que consiguió esta temporada si no hubiera aplicado las directrices de su entrenador para contragolpear. Tal como el Bayern del 2.013 tomó elementos del juego ofensivo y rápido del Borussia Dortmund, el Barcelona tomó elementos del contragolpe del Real Madrid para erigir un planteamiento ofensivo que podía variar entre su ya clásica posesión, el dinamismo de un Messi que es capaz de todo cuando está de humor y una habilidad para contragolpear excelsa. Simplemente se han convertido en un equipo mucho más rico en matices en comparación a un Barcelona de Guardiola que era brillante, fenomenal, pero fue víctima de su propia creación; no supieron adaptarse a equipos que comprendieron cómo jugarles y eso quedó plasmado en las semifinales de Champions que perdieron contra el Inter de Mourinho (2.010) y el Chelsea de Di Matteo (2.012) donde se tiraron a atrás y desmantelaron la idea de Pep. Este Barcelona sí es capaz de derrumbar esos muros defensivos puesto que han agregado variantes y aquí la experiencia de batallas pasadas influye para que este conglomerado de jugadores sepa qué hacer en dichos escenarios –es la unión entre una idea de su entrenador y la capacidad de sus jugadores para ejecutarla. Un gran equipo se mide por cómo reaccione en los momentos de dificultad y este Barcelona reaccionó con personalidad contra el Real Madrid en su estadio cuando Luka Modric y Karim Benzema asaltaron el coliseo blaugrana con unas actuaciones brillantes; pero los culés hicieron gala de un cinismo deportivo que enorgullecería a Mourinho al resguardarse bien con su defensa –otro logro del de Gijón al organizar defensivamente a un club que cuya fortaleza no es eso- y aprovecharon sus oportunidades para ganar un partido en el que no dominaron hasta el gol de Suárez. Y aquí pongo las manos en el fuego: el Barcelona de Guardiola hubiera perdido ese encuentro contra el Madrid.


También considerarse lo emocional y lo intangible a la hora de realizar un análisis de esta envergadura: por más que existan otras versiones del Barcelona que lo ganen todo, el equipo de Guardiola apareció en el momento adecuado y se ha convertido en el estandarte ideológico de lo que debe ser estilo del club; es el nivel por el cual todos los próximos entrenadores del club serán medidos y marcaron una época muy especial para todos los hinchas de la institución. ¿Luis Enrique puede ser capaz de continuar con este nivel de forma y hacer olvidar a Pep? No lo sé, porque ni siquiera da seguridad de seguir en el club la siguiente temporada y a lo mejor prefiere irse cuando está a su tope. Lo que sí puedo decir es que ya ha cumplido mucho más de lo que se esperaba de él y atisbó una gloria insospechada con un equipo del Barcelona que tuvo trastabillar en sus primeros meses hasta hacer clic y convertirse en una apisonadora y en el equipo del año de esta temporada. Mi opinión acerca de una mayor validez al trabajo de Luis Enrique yace en un axioma que impera en mi vida acerca de que hay una cierta grandeza en levantarse de las adversidades y de seguir batallando por objetivos cuando los ha logrado todo –el otrora jugador del Barcelona y el Madrid supo lograr ambos con una sapiencia notable.

Además de esto, quisiera felicitar a todos mis lectores culés por su victoria en la UEFA Champions League y la consecución del triplete. Cuando este club está en un buen nivel, es un deleite verlos jugar.

NOTA: me disculpo por no haber publicado antes; los estudios no me dejaron ser pero ya tengo más holgura para publicar.