“Todo
hombre es una criatura de su tiempo y pocos son capaces de alzarse más allá de
la época en la que viven.”
- Voltaire
Frase lapidaria de un
Voltaire que, entre sus escritos, sus obras singulares y sus incontables
pensamientos acerca de la libertad absoluta de pensamiento en el siglo XVIII,
dejaba entrever que tal vez todos somos productos de nuestras eras y que muchas
veces no podemos hacer más que aceptar lo que se nos ha encomendado. O mejor dicho: entender las circunstancias
que nos rodean y así producir un resultado final acorde a lo que somos hoy en
día. Todos somos el resultado de nuestro ambiente, de nuestros tiempos y de
las diferencias tan sutiles que nos han moldeado con el pasar de los años. Es por eso que los músicos tal vez ya no
hacen canciones con tanta beligerancia y pasión. Es por eso que los escritores
parecieran estar asustados de romper esa tenue barrera emocional con su lector
e incomodarlo hasta la saciedad. Es por eso que las películas de ahora no son
más que refritos secos y carentes de vida que nos sumergen en las profundidades
del aburrimiento. Y por eso pienso en cuánta razón tenía Voltaire al soltar
semejante frase.
Y en el mundo del
fútbol, Mateo Kovacic es un producto de su tiempo. Un jugador de fútbol que
encarna todas las idiosincrasias y características del mediocampista moderno
–de aquel que ha dejado de ser un privilegiado para volverse la norma. Incluso
me atrevería que estamos hablando del futuro arquetipo del mediocampista de los
próximos diez o veinte años: técnica dotada para el toque preestablecida,
capacidad física por encima de la media, habilidad para defender y atacar,
además de poder crear juego –éstas son algunas de las características que
ostenta el mediocampista de los próximos años y que en Kovacic encuentra a uno
de sus posibles máximos exponentes. El
gigante mundial del fútbol, el Real Madrid, se ha hecho con los servicios del
creativo croata que desplegaba destellos de su talento luminiscente en el Inter
de Milán y que sorprendió a propios y extraños con este pase –nadie veía venir
una transacción por Mateo en este punto del mercado. Luego de haber sido
tanteado por el Barcelona en su momento y con un interés más que notorio de
Brendan Rodgers para llevárselo al Liverpool –más de un periódico dijo que
había un acuerdo entre el club y el propio Kovacic al comienzo del mercado-,
parecía casi seguro que el otrora ‘10’ del Inter seguiría en el club, pero
todos quedamos atónitos con este fichaje que prácticamente no tardó más de 48
horas en volverse realidad. 32 millones de Euros, más un par de cláusulas y
bonificaciones, y el croata ya ha sido presentado en el Santiago Bernabéu. En
un verano algo opaco para los blancos –que suelen ser bastante bombásticos en
el mercado de fichajes- en materia de contrataciones bajo las órdenes de Rafa
Benítez, nuestro protagonista es probablemente el fichaje de mayor renombre
hasta el momento del Madrid –porque aún están solventando el tema de David De
Gea y su salida del Manchester United. Los que conocemos a Kovacic, sabemos el
tipo de jugador que el Madrid está contratando y qué deberían esperar sus
hinchas de él. Pero en el gran esquema futbolístico, hay muchos que tal vez no
estén familiarizados con su persona y su juego. ¿Quién es Mateo Kovacic y qué le aporta al Madrid? Vamos a ver.
Mateo Kovacic es
considerado como una suerte de niño prodigio en su Croacia natal. A pesar de
haber nacido en Austria, residió la mayor parte de su adolescencia en Croacia y
se formó en las inferiores del club más grande de ese país, el Dinamo Zagreb.
Ascendiendo rápidamente en las juveniles del equipo, Mateo daba sus primeros
pasos en el equipo mayor del Dinamo a la tierna edad de 16 años en la temporada
2.011/12. Aunque su posición
predominante es en el centro del campo, fue utilizado muchas veces por la banda
izquierda ese año y así pudo cimentar un lugar entre los onces titulares esa
temporada –incluso jugando contra el mismísimo Real Madrid en la fase de grupos
de la UEFA Champions League, aunque dudo que los madridistas lo recuerden, sin
ánimos de ofender. El año entrante, luego de haberse convertido en el
último diamante en bruto de la fábrica croata, el jugador cambiaría en Enero
los colores del Dinamo por los del Inter en un traspaso de 11 millones de euro,
heredando en el proceso la camisa número ‘10’ que había dejado vacante el
holandés Wesley Sneijder.
Mateo había arribado a
un club que pasaba por un periodo futbolístico nefasto y que necesitaba ilusión
y un poco de magia. Veían en el nuevo número ‘10’ a un ídolo que los levantaría
de esa negrura y pesadumbre, y ha habido momentos donde Kovacic fue ese héroe
por el que clamaba el Giuseppe Meazza. Pero
la unión entre ambas partes siempre fue un descalabro tras otro donde ninguna
de los dos pareció sacar el mayor provecho de la relación. Kovacic había llegado a un
club bastante inestable y que necesitaba resultados inmediatos para recobrar la
gloria perdida luego de la marcha de José Mourinho; no tenían tiempo para
esperar a que un medio de apenas 19 años se acoplara a una nueva liga y equipo,
con todo lo que eso conlleva. A esa ecuación hay que sumar la sustitución
constante de entrenadores –hasta tres entrenadores en dos años- y donde cada
uno pensaba que la mejor posición de Mateo era una diferente –cosa que,
naturalmente, socavaba el rendimiento de nuestro protagonista. También influye
la actitud del mismo Kovacic, que en ciertos pasajes de su estadía en Milán ha
pecado de individualista –suele engolosinarse con las jugadas individuales-, a
conducir en demasía el balón y a tal vez ser algo sangre fría en los momentos
donde se le exige ser más aguerrido. Defectos que son naturales cuando
matizamos el talento tan precoz del que se está hablando y que éstas son
falencias que se pulen con el tiempo. Y
así como ha mostrado dichas falencias, también ha mostrado una visión de juego
envidiable, una capacidad para arrancar desde el doble pivote para encarar a
los defensores notable y el despliegue de un par de gestos técnicos que te
dejan entrever que es un jugador capaz de dejar suspirando a la grada. Es
versátil, y aunque no ha encontrado consistencia en las diferentes posiciones
en las que ha jugado –desde ser un regista
hasta ser un segundo punta-, tampoco ha sido particularmente deficiente en
ninguna. Es un jugador inteligente y dotado con talento, mucho talento.
Y ahora llega al Real
Madrid. Benítez ya había hecho saber a Florentino Pérez, presidente y mandamás
absoluto del club blanco, que quería un mediocampista y al parecer Kovacic fue
su pedido explícito. Algunos dicen que
el croata arriba a un equipo que posee una plétora de mediocampistas y que no
hallará lugar, pero yo discrepo: más allá de Toni Kroos y Luka Modric –ídolo de
nuestro Mateo-, en el doble pivote del 4-2-3-1 de Benítez, el Madrid sólo
cuenta para la banca con jugadores capacitados para recuperar como Casemiro que
acaba de regresar de una cesión más que exitosa en el Oporto y dos jugadores
que parecen estar de salida, como Illaramendi y Lucas Silva. Individuos de
corte más ofensivo como Isco o James Rodríguez jugarán más adelantados y
probablemente por las bandas. El croata ofrece una opción y una alternativa a
un mediocampo que está dividido entre jugadores defensivos y ofensivos, siendo
su paisano, Modric –quizás el mejor mediocampista del mundo en la actualidad-,
el único punto de transición entre ambos campos y eso explica lo mucho que sufrió
el Madrid con su ausencia por lesión durante intervalos de la temporada pasada.
Mateo Kovacic viene para ser el sucesor natural de Modric, por más que el
propio Mateo diga en su presentación que su mejor posición es la de medio
defensivo. Lo siento, crack, pero lo
tuyo es crear, encarar y dar el último pase. Luka Modric encarna la epítome del
mediocampista de los últimos tiempos… Mateo, de cumplir su potencial, sería la
sublimación de la siguiente generación en esa área del campo. Estoy 100%
seguro de ello.
Habiendo dicho eso,
¿tiene Mateo Kovacic la capacidad de cargar con el peso de la legendaria camisa
madridista y erigirse como un grande de su profesión? La historia reciente con
el Inter nos dice que no. Muchas veces,
el Real Madrid ha sido acusado de “quemar” jugadores prometedores; algunas
veces con fundamentos y otras exagerando el contexto. La megalomanía de la mercadotecnia
del Madrid, la inmensa presión que representa jugar para uno de los equipos más
grandes del mundo y la exigencia constante por resultados inmediatos, dejando
poco espacio para proyectos de largo plazo, es algo intrínseco al madridismo
estos días. Es algo casi asfixiante, incluso para los que no estamos vinculados
con ese entorno. Por eso mis dudas con este fichaje del Madrid no residen
en cuanto al potencial de Mateo –que lo tiene y es totalmente indiscutible- o
si tiene cupo en el plantel –si se asienta bien y halla consistencia, podría incluso
sentar a Kroos-, sino en la fortaleza mental de nuestro protagonista, que ha
sido puesta duda en varios momentos de su periplo italiano. En el Inter se le ha acusado de ser un
jugador intermitente y aunque dio muchos destellos de una clase singular y
exquisita, no fueron más que eso: destellos. En Milán había mucha frustración
acerca de la falta de regularidad de Kovacic, su falta de gol –hizo 8 en más de
70 partidos con el club y se tomó 20 meses en anotar su primer gol- y el hecho
de que en ninguna posición parecía cuajar más de dos partidos buenos seguidos.
Tanto así que Roberto Mancini, entrenador del equipo italiano, no pensaba
usarlo de titular en su debut liguero contra el Atalanta este fin de semana.
El Real Madrid es una
institución deportiva única, con todo lo bueno y lo malo que eso conlleva. Es
un lugar singular en la historia del fútbol mundial. ¿Podrá Kovacic soportar toda la presión y demanda del voraz público
madridista? ¿Podrá cargar con carácter una camisa que han portado Dioses del
deporte como Zidane, Ronaldo, Raúl, Kaká, Laudrup, Figo, Di Stefano, entre
muchos otros? ¿Podrá ser el sucesor natural de Luka Modric? Si lo supiera,
no estaría escribiendo en un Blog de fútbol; estaría en mi mansión en Estocolmo
con mis cuatro modelos suecas con el dinero que me gané por usar mi
clarividencia para apuestas. Pero supongo que todos podemos teorizar, ¿no? Pues
teoricemos: un servidor no apuesta por
el éxito de Kovacic en el Madrid. Y no lo digo para ofender a mis lectores
merengues, sino porque el ambiente del equipo blanco, tan propenso a
atisbar los logros a corto plazo, no está acostumbrado a enaltecer y
desarrollar talento joven. En ese matiz y crisol ideológico, el Madrid se
parece mucho al Inter y Kovacic no acabó de florecer en un ambiente tumultuoso
donde el éxito inmediato parece ser lo único que sosiega a la institución. Este
año los fichajes han apuntado a la juventud pero, ¿qué pasará cuando otro gran
mediocampista joven –y va a suceder- brille este año y lo contraten? ¿Dónde
quedará Mateo? ¿Es la figura a futuro para liderar el mediocampo blanco o es solo
uno más en una gran máquina blanca que hace y deshace jugadores? Habrá que
seguir este espacio.
La frase de Voltaire
encarna perfectamente a Mateo Kovacic: un jugador de fútbol de su época y que
está en él demostrar que puede alzarse más allá de las limitantes de su tiempo.
Éste puede ser el movimiento más
brillante del Madrid en los últimos mercados o uno de esos casos de los que
hablo en Pasados Posibles acerca de
potenciales incumplidos. A mis ojos, va a ser una o la otra. Con un jugador
como éste, no hay término medio. Lo que sí puedo garantizar es que con esta
contratación y con un individuo del corte de Kovacic –artístico, talentoso y
algo sangre fría- no se le puede exigir resultados inmediatos –hay que dejarlo
curtirse en este nivel para que pueda aclimatarse y expresarse a sus anchas.
Recuerden: su único periodo en un equipo grande fue una época de dos años en
uno de los peores Inter de Milán que podemos recordar de la historia moderna.
No el mejor barómetro para nuestro protagonista. Pero aquí está: en puertas del mayor reto de toda su carrera y enfrente
del mismísimo Santiago Bernabéu.
Todos los hombres somos
criaturas de nuestro tiempo; ahí Voltaire dio en el clavo. Pero también somos
capaces de elegir nuestro propio destino. A Mateo Kovacic le ha llegado la
oportunidad que a muy pocos les ha llegado. Es su momento.
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