Y un día, el director
de orquestra dictó su última catedra, guardó sus partituras, y con nada más que
su música, sus triunfos y su clase, se marchó a tierras lejanas a disfrutar lo que
tanto años le tomó para conseguir. El teatro siempre tendrá a los trompetistas,
a los violinistas y a los tenores; pero todos sabemos que la vida ahora será
un poco más triste sin aquel conductor que los llevaba a trascender los planos
de la imaginación humana. Hoy el fútbol
es un poco más pobre: su gran director de orquestra italiano, el irrepetible
Andrea Pirlo, ha decidido dejar de deleitarnos con su juego en las altas
tierras europeas para conseguir un retiro dorado en la MLS con el New York City
junto a dos cracks eternos como David Villa y Frank Lampard. Con la
parsimonia y elegancia que lo caracteriza, no hizo muchos alardes; mostró su
corazón emocionado por una carrera llena de victorias y vivencias, pero no hizo
un gran alboroto y antes de darnos cuenta, ya se enfundaba la camiseta de su
nuevo equipo en Estados Unidos. Como ha
vivido toda su vida, no quiso que su figura como hombre fuera el mayor recuerdo
que se tuviera de él; su carrera y su estilo de juego soberbio y cuasi onírico
eran pruebas fehacientes de la pasión y sentimiento que destilaba por este
deporte. De manera silenciosa y con el balón en sus pies, demostró a gritos
el amor que sentía por el fútbol.
Nuestro director de
orquestra comenzó con sus primeras sinfonías por allá en el año 1.995,
debutando con el equipo de su ciudad y de su corazón, el Brescia de Italia,
luego de pasar su infancia jugando en instituciones locales de fútbol infantil
hasta entrar llegar a dicho club, volviéndose así el jugador más joven en
debutar con ellos. Poco a poco, y de manera algo intermitente –la temporada
entrante no jugó con el primer equipo-, comenzó a hacerse con los mayores y
algunos clubes en la Serie A comenzaban a interesarse por ese joven de
abundante melena que más allá de correr o tacklear mucho, desplegaba un estilo
de juego preciosista que no puede ser enseñado ni aprendido. Era simplemente un
natural. Al final, fue el Inter el que se hizo con su fichaje en la temporada
98/99, pero no tuvo mucha acción con el primer equipo y la entidad lombarda se
hallaba en una temporada irregular, y al año entrante lo cedieron al Reggina
donde cuajó una temporada bastante buena y daba muestras de su talento. Pirlo se estaba mostrando como un activo
positivo para los lombardos; pero volvió a ser cedido a otro club y esta vez sería
un regreso a su amado Brescia, donde se toparía con tal vez el mejor jugador
italiano de todos los tiempos, un ya veterano Roberto Baggio, y ambos harían
desastres en un equipo que tal vez no era el más grande, pero cuyos aficionados
disfrutaron sobremanera con el talento de esos dos genios del Calcio. Curiosamente, Andrea comenzó como un
conductor, casi como un ‘10’ clásico; pero al estar Baggio en su puesto,
nuestro protagonista se adaptó al puesto de mediocentro retrasado, enfrente de
la defensa central, que lo ayudó a convertirse en lo que es hoy en día.
A pesar de haber sido
entrenado por Marco Tardelli en la selección Sub-21 de Italia –con la que ganó
un campeonato europeo de la categoría-, Pirlo parecía no ser del agrado de la
leyenda del fútbol italiano y decidió marcharse a otro club en el 2.001 a
probar otra cosa… sólo que no iba a dejar Milán. Pirlo fichaba por los rivales acérrimos del Inter, el Milán, donde
Carlo Ancelotti lo valoraría como debía en ese punto de su carrera y se
convertiría en una pieza vital para la fluidez de juego de uno de los mejores
equipo de todos los tiempos, como fue aquel gran Milán de Carletto donde
brillaban Kaká, Clarence Seedorf, Maldini, Gattuso, Ambrosini, Shevchenko,
Nesta, Inzaghi y muchos más que me dejo en el tintero. Al final, todos los
involucrados en el paso de Pirlo por el lado neroazurro de Milán han reconocido lo mal que se manejó la
situación de Andrea en el club: el entonces presidente del club, Massimo
Moratti, reconoció que el mayor lamento de su ejercicio como gestor del club
fue la venta de Pirlo porque él fue quien tomó la decisión; y el propio
mediocentro italiano declararía que pudo haber sido una leyenda del Inter y que
el club rompió abruptamente lo que era una historia de amor entre ambas partes.
Pero el fútbol le daría revancha a Pirlo, cosa que se volvería una constante en
su carrera.
A mí no tan humilde
opinión, fue en el Milán donde nuestro director de orquestra compuso su mejor
música: fue en el lado rossonero de
la ciudad donde Andrea pareció hallarse a sí mismo con la regularidad que le
proporcionaron (cosa natural) y así comenzó a cimentar su tan merecido lugar
como uno de los mejores mediocampistas creativos del mundo. Y es que aquí debo reconocerle a Ancelotti,
entrenador que no es santo de mi devoción, por haber encontrado el método
idílico para explotar las fortalezas de Pirlo: apoyado por un mediocampo de
antología, André pudo brillar a sus anchas y dictaminar el ritmo del juego,
cosa que le hizo ganarse el apodo de “El Metrónomo”. Su primer año deportivo
bajo la tutela de Ancelotti le permitió cuajar la temporada más goleadora de su
carrera con nueve tantos y pudo ayudar al equipo milanés a conseguir su 6xta
UEFA Champions League. Pirlo estaba en la cima del mundo cosechando triunfo
tras triunfo y ascendiendo en la cadena alimenticia del fútbol… pero no todo
iban a ser alegrías y eso lo iba a experimentar en 2.005 con uno de los
partidos más memorables de la historia del fútbol: Estambul.
La final de la UEFA
Champions League en 2.005 supuso uno de los eventos más insospechados e
increíbles de la memoria reciente de los aficionados al deporte por cómo el
equipo de Pirlo regalaba una ventaja de tres goles en el 2do tiempo para acabar
empatados y luego perder la finalísima en penales contra el Liverpool de
Gerrard, Alonso y compañía. Posteriormente
establecido como el mejor partido de la historia de la Champions, los del Milán
estaban entendiblemente destrozados por lo sucedido; en especial un Pirlo que
no pareció hallarle ningún sentido a lo vivido y que incluso contempló la
posibilidad de dejar el fútbol al sentir cómo su amor por el deporte parecía
perderse por esa final e incluso diría que ya ni se sentía como un hombre. Estaba
totalmente abatido pero, como gigante que es y será, pudo encontrar fuerzas de
lugares desconocidos y continuar a pesar de tan cruento suceso. Y un año
después, las lágrimas, frustraciones y agotamientos darían lugar a la gloria y
satisfacción sin parangón al ser una parte fundamental de una selección
italiana que se adjudicaría el campeonato Mundial Alemania 2.006, sorprendiendo
a propios y a extraños. Pirlo, una vez más, haría gala de su tranquilidad,
inteligencia y control de juego para que un equipo italiano que iba con cautela
a territorio germano pudiera conquistar una Copa que les era esquiva desde
España ’82. Estaba en la cima del mundo, pero aún faltaba mucho en esta
historia.
Un año después
–rechazando un más que interesante traspaso al Real Madrid de Fabio Capello-,
nuestro crack conquistaba una vez más la UEFA Champions League con el Milán,
consiguiendo en el proceso su tan ansiada revancha contra el Liverpool por lo
sucedido dos años atrás. Lo que entonces
parecía un cuento de hadas y un equipo que parecía no parar de ganar, comenzó a
sufrir las inevitables heridas del tiempo y jugadores importantes daban
indicios de ya no estar en el nivel de antaño –traduciéndose en tres años de
una sequía considerable para los rossoneri.
Más sorprendente fue que, luego de la consecución del Scudetto en 2.011 bajo el
mandato de Allegri, la directiva del Milán decidió descartar la posibilidad de
renovar a Pirlo puesto que su participación había bajado en esa última campaña
y lo catalogaron como un jugador acabado por ser “viejo”. Molesto con
Berlusconi y Galliani por no haberlo apoyado luego de tanto que les había dado,
Andrea fichó como agente libre con una Juventus que estaba pasando por un
periodo paupérrimo, pero en él hallaron al epicentro en el cual basar su nuevo
proyecto y el efecto fue instantáneo: Pirlo
fue la figura, el héroe y arquitecto de un equipo que conquistaría cuatro
Scudettos consecutivos con una facilidad pasmosa, con el regista italiano siendo una de sus principales figuras y el rostro
más visible de la plantilla, junto al gran Buffon. Cuando más se le dio por
muerto, se alzó de sus propias cenizas y se dedicó a hacer lo que más sabía
hacer: jugar al fútbol. Ahí quedarán momentos como aquel donde picó el balón en
la tanda de penales de la Euro ’12 contra Inglaterra, humillando a un pletórico
Joe Hart. Ése era, es y será Pirlo: elegancia y magia que trascienden las
pretéritas limitantes del tiempo.
Pero me quedo corto.
Maldita sea, me quedo corto aquí. Me tomaría veinte páginas de Word con letra
siete para poder expresar todo lo que Andrea Pirlo le ha dado al fútbol y cómo
todos nos sentimos un poco más pobres al ver a uno de los últimos artistas del
balón retirándose a Estados Unidos a jugar sin las presiones o la tan
innecesaria megalomanía del balompié del más alto nivel. Nos quedamos un poco más pobres al comprender cómo ese menudo mago
italiano de larga melena nos hechizó con su técnica, su elegancia y su
capacidad de hacer ver lo difícil como algo mundano. Cierto, no tuvo la
despedida que deseaba al perder la final de la Champions y en sus lágrimas se
podía ver el espíritu de un campeón que en las postrimerías de su carrera aún
añoraba una última gran victoria; el símbolo de la ambición y deseo de gloria
que lo ha caracterizado toda su carrera; pero nadie puede quitarle que fue uno
de los más grandes de su tiempo y lo hizo a su modo sin claudicar en ningún
momento ante lo que él creía que era una idea de juego. Gracias por
habernos deleitado con tu gracia y tu elegancia como si nos debieras algo; pero
la realidad es que has sido demasiado bueno con nosotros. Ahí quedarán para la
historia y la posteridad sus jugadas, sus victorias, sus derrotas –que también
valen mucho- y sus títulos. Su carrera es la inmortalidad de un estilo y una
idea que, por más que se trate de corromper y doblegar, siempre encontrará a
los intérpretes que lo lleven a las alturas más celestiales de su potencial. Y
en ese plano, Pirlo está ahí arriba con los Zidane, Cruyff y Scholes como
algunos de los mejores conductores creativos de la historia. Un día el maestro
hizo sus maletas luego de dictar su última catedra, y no podemos hacer más que
darnos cuenta que somos unos privilegiados: vivimos su era. Se retira Andrea Pirlo, el gran director de orquestra del
fútbol y, ¿qué más podemos decir? Gracias, maestro.
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