Hace ocho años, se
realizaba en mi país, Venezuela, la Copa América 2.007. Chile, que ya había
cuajado una actuación bastante indiferente y gris en el torneo, se retiraba del
país dejando una imagen pobrísima con un polémico incidente donde varios
jugadores de esa selección destrozaban varias habitaciones de hotel, además de
muchas conductas indisciplinadas que dejaba muy mal parado al país y la imagen
profesional de sus deportistas. Además
de eso, imperaba una sensación de zozobra en el ámbito netamente futbolístico:
Chile se veía afuera de los dos últimos mundiales, su estilo de juego dejaba
mucho que desear y una eliminación humillante contra Brasil –a la postre
campeones del torneo- por 6 a 1 agravaban una situación que desestabilizaba al
fútbol chileno. Lo que no muchos parecieron percatarse –al menos en el
enorme espectro internacional de la media; que siempre parecen hablar cuando
tienen el periódico del lunes y ni un segundo antes- era que el Mundial Sub-20
de Canadá se estaba llevando a cabo de manera paralela a esa Copa América y una
generación de futbolistas chilenos jóvenes salvajes, ambiciosos y con mucho
talento llegaron hasta las semifinales del torneo –perdiendo, irónicamente por
eventos posteriores, contra Argentina, futura campeona del torneo. Con el arribo de Marcelo “el loco” Bielsa a
la dirección técnica de la selección mayor luego de esa Copa América, Chile comenzó a
evolucionar hacia una sinergia estilística que les permitió convertirse en una
de las mejores selecciones del continente, clasificar a los dos últimos
mundiales con muy buenas actuaciones y presentar al mundo a jugadorazos como
Alexis Sánchez, Arturo Vidal, Claudio Bravo, Matías Fernández, Gary Medel o
Jorge Valdivia. Y ayer, los chilenos pudieron coronar ese largo y trabajado
proyecto con la consecución de su primera Copa América derrotando a una selección
argentina rebosante de estrellas en un torneo que se llevaba a cabo en tierras
chilenas. No exenta de controversias, la consecución de Chile en este 2.015
simboliza la sublimación y beatificación de la mejor generación de jugadores de
la historia del país y que ha sido tan brillante como inesperada… aunque se
estaba fraguando en la oscuridad, en el underground,
a medida que pasaban los años.
Chile derrotó ayer a
Argentina y los críticos se van a abalanzar a desmenuzar el partido como si
fueran Marty McFly y el doc Brown de la trilogía de películas Volver al Futuro analizando la
influencia del viaje en el tiempo; pero es que la síntesis del partido no yace
en elementos que, aunque nada superfluos, no son los más pertinentes en esta
final. Sí, elementos como la posesión, oportunidades falladas o el exceso de
talento que tiene Argentina pueden ser considerados; pero la cruda realidad
para la albiceleste es que los chilenos fueron mejores y eso debe a que cuentan
con el entendimiento y comprensión que sólo puede ser conseguido mediante años
y años de absorber un ideario futbolístico y trabajar como un equipo. Ayer fue el enfrentamiento entre dos
conceptualizaciones dispares de cómo debe erigirse una selección de fútbol y
por más que un sector del público se empecine en señalar a las polémicas que
han causado los chilenos por un susodicho torneo arreglado –eso sí, no soy nadie
para decir lo contrario-, triunfó el concepto que siempre pedimos en Suramérica
y que ahora parecemos desdeñar con tanto descaro: un proyecto estructural. En
un compendio de países donde lo único que parecemos tener en común es la
inseguridad, la criminalidad, la mala economía, el hedonismo y el resultadismo –indiferentemente
del ámbito de la vida del que estemos parloteando-, la idea de cementar las
bases para un plan a mediano y largo plazo parece algo cuasi utópico en este
lado del charco cuando el deseo constante de conseguir a corto plazo parece ser
nuestra única sensación.
Sí, dije al principio
que esta generación de jugadores chilenos era algo inesperado y seguro que más
de uno me dirá “¿Entonces cómo puede ser algo planificado si lo acabas de
llamar inesperado?”. Bueno, primero que nada, inesperado y planificado no son
conceptos irreconciliables o incapaces de colaborar; pero es importante dejar
en claro lo siguiente: estos jugadores surgieron y la Federación Chilena de
Fútbol fue lo suficientemente sagaz para aprovecharlos mediante la contratación
de un ideológico empedernido (en el buen sentido) como Bielsa para hacerlos
florecer y es que lo que lograron jugadores como Vidal o Alexis en el fútbol no
puede ser concebido sin la guía de “el loco” o de Borghi en su Colo-Colo por el
2.006. Y ahora que menciono a Claudio
Borghi, es importante señalar la influencia de su equipo de Colo-Colo en la
selección chilena en diferentes niveles puesto que jugadores como los dos
acotados, Valdivia, Matías, Suazo (quien no jugó esta Copa) y un par más se
convirtieron en la base del seleccionado y eso logró una química en el juego
que data desde hace casi una década. Años después, en el año 2.011 –un año
después de la primera experiencia de este grupo de jugadores en un Mundial-, la
Universidad de Chile ganaba la Copa Sudamericana a la Liga Deportiva
Universitaria de Quito bajo la tutela de Sampaoli –ahora entrenador de Chile- y
con figuras que ascendieron al equipo nacional como Marcelo Díaz, Charles
Aranguiz (para mí, el mejor jugador de esta Copa América) y el goleador de la
Copa América 2.015 junto a Paolo Guerrero, Eduardo Vargas. Como pueden ver, aquí se puede atisbar un patrón bastante claro: cada
vez que surgía un movimiento importante de jugadores chilenos, éstos se
integraban a una BASE de jugadores que ya estaban aclimatados a una idea y los
nuevos reforzaban la implementación de la misma. Es un proceso detallista,
cauteloso y que requiere de mucha paciencia, pero hecho de buena manera, se
pueden conseguir los resultados que ahora se están viendo. Aquí hay que felicitar a un equipo que ha brillado por el buen funcionamiento de todas sus partes y no por el triunfo solitario de un individuo. Así tenemos las paradas salvadoras de Bravo, la garra de Medel, el recorrido de Isla, el esfuerzo sin parangón de Vidal y Aranguiz, además de la magia de Valdivia que se entralaza maravillosamente con los vertiginosos Alexis y Vargas. Esto es el resultado de un equipo que ha trabajado arduamente para llegar a este momento y que supo responder cuando más se les exigió frente a la subcampeona del mundo y con una de las mejores plantillas del fútbol en la actualidad.
Tristemente, y como una
costumbre que se vuelve cada vez más notoria en el fútbol, hay sombras que
parecen ennegrecer la victoria de los chilenos y esta vez son escenarios como
el desgraciado accidente automovilístico de Vidal o el incidente del dedo de
Gonzalo Jara en lo profundo de la oscuridad del uruguayo Edison Cavani y la falta
de castigo instantáneo a los jugadores mencionados, lo que comenzó a acusar a
los anfitriones de la Copa América como tramposos y a decir que el torneo
estaba comprado. Yo no voy a ser partidista en el tema de que el torneo está
comprado o no; pero sí reconozco que esos dos actos son altamente lamentables y
que manchan la imagen de una selección brillante en lo futbolístico. Eso me lleva al meollo del asunto: ¿Es
Chile un justo campeón de la Copa América 2.015? Ciertamente practicaron el
mejor fútbol, demostraron que siempre iban hacia adelante a buscar el partido y
que su poderío o buen funcionamiento no se basaba en un solo individuo puesto
que Vargas, Medel, Aranguiz, Pizarro, Valdivia, Vidal o Isla tuvieron sus
momentos para brillar y hacer ganar a su selección –un equipo campeón necesita
del aporte individual de cada jugador para un éxito colectivo. Aquí influye
sobremanera la constancia y durabilidad del elenco de Sampaoli desde la
incepción que hizo Bielsa puesto que equipos como mi Venezuela, Perú, Paraguay,
Bolivia o Argentina están absorbiendo las enseñanzas de sus nuevos
entrenadores; por el otro lado, selecciones como Brasil, Uruguay, México o
Colombia se hallan atascados en una suerte de mediocridad futbolística al no
saber renovarse y al no saber aprovechar sus recursos de una manera más
colectiva y grupal, cosa que deriva en la dependencia absoluta de figuras como
Neymar, Cavani o James Rodríguez. Ésa es
la triste realidad de nuestro fútbol: a falta de preparación o de manejo grupal
y táctico trascendental, muchas de nuestras selecciones se encomiendan al
salvador de turno para que hagan algo y si no aparece, ni les cuento. Por
eso tenemos casos como el de Perú que, aunque fueron de los mejores del torneo
y ya muestran a algunos jugadores que pueden ir tomando el testigo de la vieja
guardia, todavía dependen de Claudio Pizarro, Juan Manuel Vargas, Jefferson
Farfán y Paolo Guerrero. Aplaudo el título de Chile porque más allá de todo,
fueron un EQUIPO comprometido a darlo todo desde el pitazo inicial del torneo.
Ayer, frente a los ojos
de millones de espectadores por todo el mundo, los chilenos batallaron con
bravura e inteligencia contra una plétora de talento argentino con algunos de
los mejores jugadores del mundo como Higuaín, Agüero, Pastore, Mascherano, Di
María y muchos más, además del mejor del mundo, Lionel Messi. Conscientes de sus recursos y de su estilo
de juego ofensivo y de constante movimiento –el esfuerzo físico de estos
chilenos para moverse durante todo el partido es clamoroso-, supieron
desactivar el fútbol de Pastore y neutralizar a Messi hasta el punto que
parecía que había ingresado en el minuto 120 de la prórroga para que pateara el
penal. Tales circunstancias, como el hecho de que los seguidores de
Argentina han linchado a Higuaín por su fallo a finales del tiempo
reglamentario, no son casualidad: los muchachos de Sampaoli juegan de memoria
en este punto de la película y si comparamos eso contra el equipo de Martino,
quien pareciera obligado a ajustar a todos los cracks para que estén felices y
no para ganar, es entendible el resultado. El triunfo de Chile es el punto
cumbre de un ascenso que se estuvo realizando desde las sombras con un cúmulo
de jugadores que, más allá de Vidal y Alexis, nunca tuvo el mérito o
reconocimiento que se merecían. Plebeyos
humillados en el 2.007, Chile resurgió de sus propias cenizas y hoy, en pleno
2.015, se sientan en el trono de América como el rey absoluto. Esto no es un
logro de un mes de competición; es un logro de años y años de trabajo de un
grupo de jugadores que han pasado por victorias y derrotas juntos hasta por fin
conseguir la gloria. Y eso es digno de campeones.
Soy chileno y me emocionó mucho la última parte de tu post, muy buen trabajo en cada una de las anteriores entradas y hace tiempo que esperaba la entrega semanal, mucha suerte y ojalá sigas asi. Saludos.
ResponderBorrarMe alegra mucho que te haya gustado este pequeño tributo a una selección que me gusta bastante. Si te has emocionado con el post, entonces creo que hice bien mi trabajo jajaja
BorrarY bueno, por diferentes razones no he podido publicar a base semanal como hacía al principio, pero quiero que todos mis lectores sepan que siempre estoy pensando en nuevas ideas e historias para traerles y entretenerlos. Que esto uno lo hace con toda la pasión del mundo.
Gracias por comentar, amigo Ivan. Espero leerte más seguido. Buenas noches y disfruta esta Copa.