lunes, 20 de junio de 2016

Así lo veo, Ken: Dudamel, todo es sobre la identidad.



“Si lo que queremos es ganar en el minuto cuarenta e ir 4-0 hay que ir a la Castellana (Real Madrid). Esos sí son capaces de hacerlo. ¿Qué podía ser más plácido el resultado? Pues sí, pero aquí hay que sufrir como perros. A estas alturas hay que sacar conclusiones.”
- Paco Jémez

¿Puede el ser humano ofrecer un criterio balanceado y objetivo sobre, bueno, cualquier cosa? Seguramente no. Estamos llenos de demasiadas emociones, vivencias y opiniones para permitimos emitir juicio exento de parcialidades; incluso yo, ejerciendo mi rol de blogger futbolero, estoy inevitablemente destinado a caer en esa situación –todos lo estamos, para esos efectos. Los venezolanos somos muchas cosas –flojos, mañosos, relajados, nos reímos de todo, sabemos llevar castigo, entre muchas otras cosas- pero, por encima de todo, somos reaccionarios, alocados y no nos guardamos nada en tiempos de desgracia. Pero hoy, como nación criolla y Vinotinto que somos, debemos dejar algo bien en claro y que no sea influenciado por nuestros arrebatos de emotividad: Rafael Dudamel ha hecho un gran trabajo con la selección venezolana en la Copa América Centenario.


La selección de Venezuela llegaba a Estados Unidos golpeada en todos los sentidos de la palabra: anímicamente, públicamente y futbolísticamente. La era Sanvicente había generado más pérdidas que ganancias y eso supuso un retroceso importante en el progreso de la Vinotinto puesto que se fue de la Copa América del 2015 dando una imagen un tanto pobre en la fase de grupos y quedando, hasta el día de hoy, en la última posición de la tabla en la eliminatoria para el Mundial de Rusia 2018, dando una imagen realmente pobre. Además del poco nivel que se exhibió en la cancha, la era del “Chita”, como es conocido popularmente, dejó un sinfín de polémicas y diatribas fuera del campo de juego que reflejaban un vestuario que no estaba a gusto con las actitudes déspotas y totalitarias de su entrenador y cansados de una Federación Venezolana de Fútbol altamente corrupta –no hay más que ver que el otrora presidente de la FVF está preso por casos de lavado de dinero y demás “linduras”- que no ha invertido en absoluto para fortalecer un fútbol venezolano que indudablemente se halla en un estado de estancamiento.

Rafael Dudamel, uno de los primeros próceres, si así desean llamarlo, de nuestro fútbol nacional en sus tiempos de portero, aceptó el cargo como seleccionador de la Vinotinto a sabiendas de que estaba a punto de trabajar con una federación que lo dejaba a su suerte, un camerino roto y un equipo que yacía en lo más profundo de un abismo deportivo –el trabajo que nadie quería tomar, vamos. Y un par de meses después –estamos hablando de un entrenador que no tiene ni medio año en el cargo-, Dudamel ha logrado unificar a los jugadores, implementar su ideología de juego de manera exitosa y conseguir resultados en una Copa América Centenario donde a priori se les había dado por muerto. No era para nada fácil, y aunque la derrota contra Argentina deja un sabor amargo por cómo se desenvolvió, hay que estar satisfecho por lo cosechado en un contexto tan funesto como éste y comprender que este equipo de trabajo ha logrado algo en este torneo que los venezolanos no teníamos desde hace años: recuperar la fe y la identidad en la selección.


Una de las mayores críticas que recibió la Vinotinto durante el tan vilipendiado periodo de Sanvicente era el bajo nivel de juego que se demostraba en los partidos: el equipo se veía constantemente superado en todos los aspectos del juego y muchas veces dejaba entrever esa falta de fluidez y de sinergia con su entrenador. Aunque los amistosos de la selección en este nuevo ciclo dejaban a la vista más performances en ésa línea, una vez que se llegó al terreno norteamericano el plantel pareció enseriarse y realizaron una serie de partidos con el mejor fútbol que se ha visto en años en Venezuela. Aplicando presión alta, simpleza defensiva –no esperen salir jugando desde los defensas centrales a lo Barcelona con esta Venezuela- y mucho toque en la transición a tres cuartos de cancha han sido algunas de las idiosincrasias de la Vinotinto de Dudamel y ha cosechado éxitos en un grupo de la Copa América donde los daban por muertos contra equipos como Jamaica –tal vez un rival inferior, pero que era subcampeón de CONCACAF-, Uruguay –un equipo que siempre es de armas tomar- y un equipo de México que contaba con un buen plantel –clasificar empatado en puntos con el líder y sin perder es un gran logro y que no debe ser ninguneado. Y todo esto dejando una muy buena imagen en los partidos y probando las capacidades de Rafa para motivar a los jugadores y sacar lo mejor de ellos en cada partido. Ojo, Venezuela estuvo a un gol “maradoniano” de Corona de clasificar de primero de grupo, con valla invicta y con nueve puntos de nueve.


Párrafo aparte para los jugadores porque ellos también merecen mucho crédito por el retorno de forma en la palestra internacional. A pesar de estar en la época de mayor producción de talento futbolístico en Venezuela, los jugadores no rendían como se esperaba y las incontables quejas de los mismos con la prensa, el ambiente general en el que vivían y los directivos (algunas justificadas y otras no tanto) han hecho que ellos sean los principales objetos de la iracundia del público criollo. Y si bien Dudamel merece reconocimiento por haberlos motivado de nuevo y hacerlos rendir, mayor mérito tienen ellos por darle la vuelta a un escenario adverso y responder como un jugador de nivel debe hacerlo: en la cancha y que sus pies hablen por ellos. Futbolistas como Salomón Rondón, Josef Martínez o Alejandro “El Lobo” Guerra habían sido altamente criticados por su pésima actualidad en la selección en los últimos meses y en la Copa América Centenario probaron ser de los mejores del equipo mostrando buen juego, sacrificio y ganas de triunfar. Remarcable lo de Guerra porque nunca había alcanzado la regularidad deseada en la Vinotinto desde su joven debut y hoy en día, con 31 años, ha podido trasladar al nivel internacional lo que hace semanalmente con su club, el Atlético Nacional de Colombia. Nuevos adeptos a la causa como Arquímedes Figuera, Wilker Ángel o el invitado en nuestro Blog, Adalberto Peñaranda, han encontrado un espacio en el once inicial y han desplegado una serie de actuaciones que son desde alentadoras hasta esperanzadoras; por el otro lado, jugadores que volvían como Dani Hernández, Rolf Feltscher o Yonathan Del Valle supieron aprovechar esta segunda oportunidad que se les daba y ahora se presentan como alternativas renovadas en un proceso de eliminatoria que, aunque se presenta muy cuesta arriba, ya se no ve tan oscuro después de este torneo. De Tomás Rincón no voy a hablar; es un fenómeno, siempre ha dado la cara por la selección y su rendimiento ha sido constante desde que debutó con la Vinotinto: superlativo.

El seleccionado de Venezuela ha recuperado su brillo, su buen juego y, más importante aún, la irreverencia y las ganas de irrespetar al rival sin importar quién sea; sólo hay que ver el 1er tiempo contra Argentina y atestiguar cómo estando perdiendo por dos goles el equipo seguía buscando y empujaron a un equipo rebosante de talento individual a su propio arco. Y bueno, se concedió un penal a favor de Venezuela y Luis Manuel Seijas demostró la siempre presente habilidad de los venezolanos de colgarse la soga al cuello por su propia cuenta… pero no ahondaré en eso que tenemos cosas más importantes de que hablar y no quiero molestarme.


Es importante destacar que tampoco debemos pretender que Venezuela es ahora la Naranja Mecánica y que va a ganar el Mundial. La solidez defensiva aún debe ser trabajada; la fortaleza mental del equipo, aunque mejorada en esta competición, se fue al demonio en el segundo tiempo contra Argentina; y algunos jugadores como Oswaldo Vizcarrondo y el propio Luis Manuel Seijas –no por el penal, sino porque desde hace años que no gravita futbolísticamente en el equipo- ya han pasado su fecha de caducidad con la Vinotinto y todo lo señalado se demostró en los cuartos de final de la Copa América donde todos estos defectos salieron a flote en forma de errores y goles para la albiceleste –son aspectos que limitan la progresión del equipo criollo y que deben ser minimizados hasta el punto de ser inofensivos. ¿Cómo hacemos esto? Planteándole una idea clara de juego a los jugadores y trabajándola –cosa en la que Dudamel me ha dejado buenas sensaciones-, cosechando resultados positivos que fomenten la mejor actitud posible y cambiando esa mentalidad fatalista que tenemos los venezolanos al decir que nuestra selección nacional “no sirve” o “son unos malos” cuando se pierde, como dicen muchos disque aficionados que parecieran disfrutar con las derrotas del equipo y restan más de lo que suman.


Las eliminatorias a Rusia 2018 son el siguiente desafío de este cuerpo técnico y grupo de jugadores; la situación no es para nada buena con solo un punto y estando de últimos, pero la realidad del asunto es que se debe trabajar en aras de conseguir la mayor cantidad de puntos posibles para al menos quedar en un puesto digno –aunque destaco que la obtención del 5to lugar, el de repechaje, no sería una utopía si se sigue en esta línea de juego y con este rendimiento- y también para desarrollar y cultivar a la siguiente generación Vinotinto que tiene un reto aún mayor: Qatar 2022. La Copa América Centenario puede ser el punto de inflexión de la selección venezolana en futuras actuaciones puesto que se demostró que se puede competir a un mayor nivel, que estos jugadores están a la altura del reto (aunque hay que seguir solucionando los problemas de juego) y que se puede jugar bien; ahora se debe trabajar para terminar de arreglar la imagen maltrecha de la etapa “Chita” y comenzar a introducir a los Ponce, Soteldo, Añor, Villanueva, Contreras y muchos otros que tomarán el testigo de muchos de estos futbolistas para las eliminatorias posteriores –el trabajo será doble, pero Dudamel, con su pasado en las selecciones juveniles y el crédito obtenido en este último mes, está demostrando que tiene los galones y el temple para afrontar escenarios adversos. Así como lo demostró en su etapa de jugador siendo un pionero criollo en el extranjero, Rafa volvió a atestiguar en esta ocasión que estamos en buenas manos.


Muchas gracias, Dudamel. Muchas gracias, Vinotinto. Gracias por recordarnos que no todo está perdido y que hay esperanza de seguir batallando mientras se intente y no se pierda eso que nos mantiene unidos: la identidad.


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