Soy
un fanático sin remedio de Los Simpson. Eso hay que mencionarlo porque
incorpora algunas metáforas que son usadas como comedia, pero que muchas veces
encapsulan momentos de genuina inteligencia. Recuerdo un capítulo en el que
Lisa estaba hablando de universidades y una es proclamada como la siguiente gran
cosa en el mundo académico –alegación que la hija del medio de Homero rechazó
diciendo, y cito, “que el ‘nuevo algo’ nunca es el ‘nuevo’ de nada”. Reflejado como un chiste, deja entrever que
muchas veces tratan de vendernos algún elemento y/o individuo como el sucesor
de algo que nos ha traído grandes alegrías o satisfacciones para así hacernos
tragar dicha propaganda de dicho algo que, simple y llanamente, nunca fue tan bueno.
Es un método bastante útil para emocionar al estimado y así convencerle de que
está ante un ente genuinamente grande y triunfador. En la sección de Pasados Posibles, donde parloteo acerca
de jugadores que prometieron mucho y cumplieron muy poco, hay muchos casos de
promesas que fueron tituladas como los nuevos Figo, Zidane, Ronaldo, Henry,
Ronaldinho, Shevchenko, Scholes, Giggs, etc., y no llegaron a nada. Ejemplos bastan
y sobran de mayor o menor medida, pero hay uno que me marcó en particular –tal
vez porque lo viví de principio a fin- y fue el de la carrera de Fernando Rubén
Gago. O también conocido como “el nuevo Redondo”.
Debutando
a los 18 años con la camiseta de Boca Juniors en el ya lejano 2.004 (cómo
pasa el tiempo, demonios) por Diciembre bajo el ala de Jorge Benítez, el mediocentro
defensivo argentino no tardó mucho en hacerse un nicho en la titularidad del
equipo Xeneize luego de una serie de actuaciones que convencieron al siguiente
entrenador del gigante de Buenos Aires, Alfio “Coco” Basile, para que se erigiera
como una de las figuras principales del plantel. El pibe, como le dicen a los
jóvenes en Argentina, cosechó una seguidilla de triunfos y títulos en uno de
los equipos más fuertes de la historia reciente del fútbol suramericano que
contaba con figuras como Martín Palermo, Rodrigo Palacio, Hugo Ibarra, Sebastián Bataglia,
Neri Cardoso, Daniel “El Cata” Díaz, Federico Insúa y un par más. Pero en un
equipo de fútbol práctico –y un tanto resultadista, hay que decirlo- era el
buen toque de balón, gran recuperación y salida elegante de un número cinco de
20 años lo que hizo que algunos de los grandes de Europa comenzaran a fijarse en él.
La posición en la que jugaba, su estilo e incluso su peinado de melena larga
castaña comenzaron a sembrar comparaciones con el último gran “5” de la
albiceleste, Fernando Redondo, leyenda del Real Madrid, y eso hizo ganar
enteros a la reputación de Gago al ser vinculado con semejante estatura de
jugador. El ganar el Mundial sub-20 con la selección argentina en el 2.005
con jugadores como Lionel Messi, Sergio Agüero, Juan Pablo Zabaleta o su
compañero de Boca, Neri Cardoso, sólo ayudó a enaltecer la imagen de un jugador
que poco iba a durar en su país natal a ese paso y con varios colosos del Viejo
Continente, uno blanco en especial, contemplando su progresión.
Pintita,
como es apodado cariñosamente, no tardaría en irse a cosas mejores luego de la
derrota de su amado Boca contra Estudiantes de la Plata (dirigidos por Diego
“Cholo” Simeone, como dato curioso) en un desempate histórico en el Apertura
2.006, que dejó un muy mal sabor de boca (sin ánimos de chiste) para todos los
seguidores del Xeneize. Al costado, el presidente de Boca, Mauricio Macri,
comenzaba a fraguar negociaciones con el Real Madrid para la venta de su
principal baluarte juvenil, que era Gago. El club blanco había estado siguiendo
a Fernando desde hace un buen tiempo y el equipo dirigido por Fabio Capello por
ese 2.006 necesitaba de un poco más de clase y buen toque en un doble pivote
“legendario” del nivel de Emerson y Diarra. En noviembre de ese año, y con una
inversión de 20 millones de euros, Pintita se iba al club con el que había
soñado con ser parte, el Real Madrid, junto a su compatriota de River Plate,
Gonzalo Higuaín. Habiendo llegado al
club madrileño, los palpables y notorios símiles con Fernando Redondo se
acentuaron aún más y el paso del joven argentino por el Real siempre iba a
estar achicado y menospreciado por la injusta (aunque autoimpuesta, en
ciertos momentos) comparación con quien era uno de los ídolos más grandes en
los últimos tiempos del gigante europeo. A pesar de ser parte de una
conquista épica de una liga en sus primeros seis meses con el club, el paso de
Gago por el Madrid quedaría encapsulado en algunos buenos momentos
intermitentes mostrando su calidad, pero las lesiones nunca dejaron ser a un
jugador que era muy frágil en el aspecto físico y, aunque no muchos lo
reconozcan, en el plano emocional.
Hay
que hacer énfasis en mi última acotación acerca de la fragilidad mental de Gago puesto
que representa en última instancia el motivo de su verdadero fracaso en la
entidad blanca y, por más que muchos no quieran admitirlo, el final de su
posible ascenso como uno de los mejores en su puesto. El Real Madrid es, por
naturaleza, un club de estabilidad cambiante y donde los jugadores deben poseer
la fortaleza mental para soportar las críticas de la media, el odio de los
antagonistas e incluso la aversión de sus propios hinchas cuando las cosas no
marchan como deben en el plano individual o colectivo. Algo similar a la
situación de Gareth Bale en el club actualmente, salvando las distancias. Gago siempre ha sido un jugador de
condiciones y en sus dos primeros años en el Madrid demostró que tenía galones
no para ser un fenómeno como Redondo, sino aportando fútbol a un nivel
acorde a sus limitaciones… pero no pudo superar los obstáculos que un
deportista debe derrotar para llegar a la gloria y está documentada la debilidad
de Fernando a la hora de recibir críticas hasta el punto en que han habido casos
en los que se ha aislado de sus conocidos en el plano personal por no ser
convocado a la selección argentina por la época de José Mourinho en el Madrid.
Es un individuo que se toma muy a pecho las negativas y eso, más allá del
calvario de lesiones que enduró y que también afectó su rendimiento, fue el
clavo final en su ataúd madridista. Eso queda bien en claro cuando entrenadores
tan diferentes y dispares en cuanto a estilos futbolísticos se refiere como
Fabio Capello, Bernd Schuster, Juande Ramos, Manuel Pellegrini y el ya
mencionado Mourinho no fueron capaces de sacar lo mejor de Pintita y eso ya es
culpa absoluta del argentino y de nadie más. El entrenador portugués no se
complicó mucho con la antigua joya Xeneize y en lugar de tratar de hacer
relucir el potencial del otrora “nuevo Redondo”, lo usó pocas veces en su
primer año en la capital española y lo cedió la siguiente temporada con opción
de compra a la Roma de Italia a buscar continuidad en la Serie A.
En
esa nueva aventura futbolística, Gago pudo recuperar algo de la confianza
perdida y una continuidad que lo había eludido en sus últimas tres temporadas
como profesional. Jugó más de treinta partidos esa temporada, hizo un gol; pero
al final de ese año deportivo, el club romano no ejerció la opción de compra
por lo que le tocaba regresar al Madrid y fue vendido rápidamente al Valencia
de España. Su nivel en el club valenciano no fue del todo positivo y con
rumores de que deseaba volver a su Boca querido circulando por la media (que
tuvo que desmentir en público), estaba bastante claro que el argentino no iba a
seguir en Europa mucho tiempo más. Así surgió la posibilidad de recalar en Vélez
Sarsfield en 2.013 a modo de préstamo por seis meses, pero las lesiones surgieron una vez más y aunque ganó un torneo de liga
con el equipo de Argentina, el mediocentro no consiguió revivir algo de la forma y
la realidad es que desde que había dejado la Bombonera no había atisbado ni
siquiera un resquicio de ese nivel que hizo que muchos nos ilusionáramos con él
como una de las siguientes estrellas del panorama suramericano. Despojado
de condición física, con un rendimiento pobrísimo y con la confianza en lo más
profundo de los abismos, su equipo, ése que uno como hincha sigue hasta los más
profundos infiernos, su Boca Juniors, decidió apostar por él en las
postrimerías de su carrera y aunque ya no era el joven “5” hambriento de gloria
de abundante melena, vestir la camiseta Xeneize pareció hacerle revivir algo de
la forma perdida e incluso le permitió jugar el Mundial de Brasil 2.014 con su
selección argentina y conseguir un subcampeonato. Lejos están los tiempos de
fichaje rutilante e incluso mediático del Real Madrid, pero ha podido ganar
algo de consistencia en un ambiente conocido y, más importante aún, sentirse
querido por los hinchas una vez más.
Ser
etiquetado como el “nuevo alguien” es una carga inmerecida que nunca vas a
poder sacudirte si no posees la personalidad y el carácter para mirar a las
adversidades y soportar todas las vicisitudes que puedan lanzarte en tu rostro.
Gago pudo haber sido mucho más con su carrera pero entre la falta de
consistencia, lesiones y una fragilidad mental que siempre le ha
resentido, el mediocentro argentino nunca pudo escapar de la tortuosa sombra de
un tal Fernando Redondo que era simplemente muy difícil de hacer olvidar. Gago dejó Europa sin haber perpetuado un partido imperial, una jugada que dejara huella o un momento de dominación futbolística que demostrara que pudo haber sido el crack que tantos de nosotros vislumbramos -sólo meros destellos de calidad que saben a poco, muy poco. No es
demasiado tarde para Pintita –tiene sólo 28 años-, pero se ve harto difícil que
pueda darle vuelta a su carrera y callar bocas en el Viejo Continente en este punto de la historia. Lo que impera en mi mente al hablar de la
carrera de Fernando Rubén Gago es la sensación de un jugador que se fue deformando
con el pasar de los años en una devaluación constante de su fútbol hasta el
punto en que no quedó nada más que la coraza inútil de un mediocentro que aporta su
experiencia y calidad técnica en Boca, pero que no posee los galones ni la
personalidad para dominar un mediocampo. Es el típico caso del jugador que
se montó en su mente una muralla que jamás pudo superar para triunfar. Y eso es
una tristeza. Yo no sé qué pasará por la mente de Gago estos días viendo a
Modric y Kroos siendo una garantía en el mediocampo del Madrid, pero no dudo de
que un pensamiento solitario y portentoso vaguea por su mente: “Pude haber sido
yo”.