“El momento más solitario en la
vida de alguien es contemplar cómo su mundo se derrumba y que solo pueda
quedarse mirando.”
- F.
Scott Fitzgerald
En
Mayo de 1.940, comenzaban a mostrarse los primeros vestigios de lo que sería
conocido como la Segunda Guerra Mundial y éstos tomaban forma de bombardeos a
múltiples ciudades. Las fuerzas armadas de Adolf Hitler atacaron las fronteras
belgas y holandesas hasta comenzar a atacar con sus hombres mediante bombardeos
a diferentes localizaciones del territorio a invadir. Entre todo el terreno
tocado por la barbarie y la brutalidad del armamento Nazi, se encontraba la
ciudad de Róterdam. El centro de la ciudad fue devastado, muchos edificios
ardieron en llamas, miles de personas murieron y muchas más se quedaron sin
hogares. Y otra víctima de todo esto fue el estadio De Kuip del equipo de
fútbol de la ciudad, el Feyenoord, que fue quemado casi hasta sus cimientos por
los ataques germanos tras tan solo tres años de su constitución. Sin ahogarse en la tragedia, el club tomó
los retazos de lo que les quedaba luego de la guerra y construyeron una versión
expandida de De Kuip en el ’49, como un testimonio de que habían superado este
desdeñable suceso que les había tocado padecer. Y verán, esta habilidad
para levantarse de las dificultades y continuar a pesar de todo se ha
convertido en el modus operandi de un
club que siempre se ha sentido orgulloso de ser “uno más” con sus hinchas y
este estadio que una vez fue destruido por la tragedia, hoy en día es visto
como el más apasionante y vivo de Holanda. Un club que se enorgullece de
llamarse “el club de la gente”, pero cuyos hijos hoy se ven olvidados en estos
tiempos modernos.
La
actualidad y los días en los que estamos no han sido para nada alentadores para
los de Róterdam. Ni cerca. Tras un comienzo alentador en la campaña que comenzó
a transmutar en una racha muy negativa, está más que claro que el Feyenoord se
halla en un estado de completa decadencia y el club no parece encontrar el
camino para salir de este abismo en el que se han metido. Aunado a eso, pesan
casi dos décadas de malas decisiones que se han traducido en 17 años sin un
título de liga, pasar varias temporadas sin llegar a competiciones europeas, cortejar
en el 2.010 con el descenso y un sinfín de contrataciones lamentables. Pero lo
más doloroso de todo para sus hinchas es cómo su ilustre historia se ha visto
ninguneada a los ojos del mundo futbolístico. Cuando los aficionados de este
deporte hablan de la Eredivisie, lo más probable es que solo hablen del Ajax de
Ámsterdam y del PSV Eindhoven. Muchas
personas desconocen que detrás de esta actualidad tan desgarradora, se
esconden, en lo profundo de los velos de la nostalgia, algunos de los momentos
más importantes del fútbol holandés a nivel clubes y una de las primeras
aristocracias del balompié europeo. Una aristocracia adicta al caos y que
no parece vivir sin ese toque de ambivalencia para sentirse a gusto. Pero
bueno, ¿acaso nunca hemos sido así en algún punto de nuestras vidas? El fútbol
necesita locura y este club lo ofrece a raudales.
Feyenoord
siempre han sido de los equipos más exitosos en la historia del fútbol
holandés, pero no todos saben que durante los años 60s y 70s fueron los
primeros en poner el nombre de Holanda en la palestra del fútbol europeo. A
finales de los 60s, el club de Róterdam buscaba montar un buen desafío en la
entonces Copa de Europa (ahora llamada UEFA Champions League) y decidió hacerse
con los servicios de uno de los grandes visionaros de la época, Ernst Happel.
El otrora defensor austríaco venía de cosechar un título con el humilde ADO Den
Haag, la copa KNVB Beker al legendario Ajax de Rinus Michels y un cuarto lugar
en la Eredivisie practicando un fútbol ofensivo y agresivo con una formación
táctica que variaba entre 4-3-3 y 4-2-4 que, para esos tiempos, era algo
inédito en Holanda. Aunque el Ajax de
Michels recibió todo el crédito de ser los precursores del Fútbol Total que se
traduciría en la Naranja Mecánica de la selección de Holanda del ’74, el
Feyenoord de Happel fue el primer equipo en practicar este sistema táctico y el
propio Michels tomaría nota de esto para formar su equipo alrededor de un joven
pero irrepetible Johan Cruyff. Basados en la columna vertebral de su gran
capitán Rinus “Iron Rinus” Israël en la defensa central, el también austríaco
Franz Hasil en el mediocentro y el habilidoso extremo Coen Moulijn
–uno de los mejores extremos europeos de la década y conocido como Mr.
Feyenoord-, el equipo de Happel supo hacerse con dos títulos de la Eredivisie y
el Olimpo del Feyenoord: la legendaria Copa de Europa de 1.970 al derrotar a
otro histórico del fútbol, el Celtic de Jock Stein, por dos a uno en un partido
que simbolizaría el ascenso del Feyenoord y de toda Holanda a la cima del
deporte.
Luego
de un triunfo histórico en el San Siro contra el Celtic donde Stein diría que
“Celtic no ha perdido contra el Feyenoord; yo he perdido contra Happel”, se
conquistaría la Copa Intercontinental al derrotar a Estudiantes de la Plata en
una final de ida y vuelta. El éxito
abundaba y otro título de liga llegaría en la temporada 1.973/74, además de una
Copa UEFA ese mismo año, pero Happel ya no estaba para ese momento y el club
iría perdiendo esa identidad tan clara e innovadora que habían ostentado con el
una vez defensor del Rapid Viena como entrenador. Por casi una década,
aquel gran Feyenoord que inspiró a una nación entera y que fue vital para la
histórica selección Oranje de los 70s
se fue diluyendo hasta ocupar la segunda plaza de manera repetida detrás de un
Ajax que se había cimentado como el más grande del país por su trío de Copas de
Europa con Cruyff y con el éxito posterior en el ámbito doméstico. Todo esto
sin mencionar la aparición de clubes como el PSV Eindhoven o el AZ Alkmaar. Era
un escenario que se iría volviendo algo rutinario para el club de Róterdam,
pero al mal tiempo siempre le han dado buena cara y éste era uno de esos casos.
¿Y quién hubiera dicho, por allá a comienzos de los 80s, que quien los ayudaría
a retornar a la cima de la Eredivisie sería su más grande enemigo? Creánlo o
no, hubo un año en que Johan Cruyff, leyenda máxima del Ajax, vistió la camisa
del rival eterno.
A
pesar de haber tenido 36 años en el ’83, el futbolista más grande que ha dado
Holanda aún era un jugador fenomenal, pero el club de Ámsterdam pensaba
diferente y decidieron no renovarle el contrato, cosa que resultó en Johan
vistiendo la camisa del eterno rival en la temporada 1.983/84 para conseguir
retribución y demostrar que no estaba acabado. Lo que vino a continuación fue un año olvidado en la carrera de Cruyff,
pero que aún abundaba de buen fútbol y, emparejado con un joven Ruud Gullit en
el ataque, el Feyenoord se embarcó en una gran temporada que incluyó una racha
de 15 partidos sin perder y la obtención de una liga y una copa. Los meses
de Cruyff en De Kuip, apoyado por un grupo bastante bueno de jugadores, supuso
uno de esos periplos futboleros del gran holandés donde se le pudo ver cómodo y
rindiendo a un nivel bastante alto. Luego de ese año, la leyenda del Ajax se
retiraría y Gullit se iría a los contrincantes del PSV, causando que más de un
hincha radical fuera a encarar al otrora ídolo de Róterdam. Los 80s se tornaron
negativos para el Feyenoord y los 90s probarían ser otra prueba amarga al haber
conseguido tan solo dos títulos de liga –los de la 1.992/93 y la 1.998/99-, que
probarían ser los dos últimos del club hasta la actualidad.
El
nuevo milenio supuso un comienzo positivo y que auguraba buenas cosas para el
club holandés, pero, como es su costumbre, tuvieron que alternar la gloria con
el más que pesado sufrimiento.
La
Copa UEFA de la campaña 2.001/2.002 fue un logro vital y que aún se disfruta
entre la hinchada del Feyenoord. La final fue contra un gran equipo del
Borussia Dortmund –antes de que fueran el equipo de moda de los niños rata- en
el mismísimo estadio del Feyenoord, De Kuip, rebosante de hinchas que deseaban
ver a su equipo campeón de Europa. El
partido fue un excitante tres a dos donde se enfrentaban dos grandes equipos;
eran Robin Van Persie, Jon Dahl Tomasson y Pierre Van Hooijdonk contra Jan Koller,
Marcio Amoroso y Tomas Rosicky. Los de Bert van Marwijk se coronaban
campeones de Europa en su propio estadio y esta generación hoy es vista como la
última gran generación que ha ostentado el club.
Lo
que vino a continuación es una seguidilla constante hacia el mismísimo abismo
de la decadencia y de perder el lustre que todo equipo grande debe de tener.
Después del 2.002, el Feyenoord ha caído en la peor época de su historia y donde
han tenido que pasar por todos los males que pueden llegar a padecer los clubes
en Europa: perdida de sus mejores jugadores, mala economía, cambio de dueños,
muchos fichajes caros de pobrísimo rendimiento y cambios constantes de
entrenadores. En comparación al Ajax o al PSV, que se han mantenido constantes
en el ámbito doméstico –en competiciones europeas es otro cantar para todos los equipos holandeses-, el Feyenoord es un club que hiede a caos durante cada una
de sus temporadas y que sufre por hallar la consistencia deseada. Todo esto es debido al hecho de que el club
se ha estado administrando de manera errónea y sus directivos siempre han
tomado decisiones reaccionarias para tratar de solventar la situación, pero la
realidad del asunto es que las contrataciones extravagantes del club han
generado más deudas que resultados deportivos y su falta de inversión en las
instalaciones del club y sus juveniles para adaptarse a estos tiempos los ha
puesto por detrás de los grandes de la Eredivisie, incluso cayendo más en la
segunda línea del AZ y el Twente.
Luego
de una debacle (más) pronunciada en la temporada 2.010/11 donde coquetearon con
el descenso, incluyendo una humillante derrota por diez a cero contra el PSV,
el club contrató a Ronald Koeman como entrenador y éste apostó por las
juveniles para reestructurar un equipo dolido. El rendimiento del equipo mejoró
mucho y jugadores como Stefan De Vrij, Bruno Martins Indi y Jordy Clasie,
además del préstamo del prometedor delantero sueco John Guidetti, encontraron
en esta época del club un espacio para debutar y convertirse en íconos modernos
de una institución que hoy en día no tiene mucho de que sentirse orgullosa.
Y
aún así, los aficionados siguen yendo a De Kuip y muestran su apoyo al club. El
estadio del gigante de Róterdam es una caldera cada quince días y es el recinto
más apasionado de toda la Eredivisie, por más que el club no se encuentre en un
buen momento. Para los más jóvenes, se puede comparar a De Kuip y a su hinchada
con los del Borussia Dortmund –clubes que se asemejan mucho en esa dualidad
entre el cielo y el infierno.
Llegamos
al 2016 y podemos decir que los flirteos con la grandeza que terminan en
decepción siguen en pleno auge. Giovanni van Bronckhorst,
leyenda del club, arribó como entrenador y el experimentado Dirk Kuyt, otro
gran ídolo del club, también. Han regresado para inyectarle algo de energía al
club y aunque al principio de la campaña estuvieron peleando por el primer
lugar, el juego del equipo no era el mejor y fueron decayendo hasta cosechar
una racha histórica de siete derrotas consecutivas de la acaban de salir hace
una semana. Tiempos difíciles abundan a
raudales en Róterdam y el club deberá hacer muchos cambios para volver a
celebrar títulos de liga y ni hablar de los internacionales, pero lo que es
seguro del Feyenoord es su capacidad de alternar momentos brillantes con
derrotas desalentadoras. Más que una institución deportiva, son un ejemplo
de cómo es la vida y de cómo hay que compaginar los episodios dulces con los
más amargos. Es un club que ya ha perdido el brillo de otrora y que hoy en día
no suponen ser un gran punto de interés para los entusiastas del deporte, pero
que esconde una pasión inconmensurable en sus hinchas y un patrimonio histórico
que es vital para comprender el fútbol holandés. Sin el Feyenoord y los logros
que cosecharon con Happel, tal vez el Fútbol Total no hubiera existido como lo
conocemos. Feyenoord es una parte esencial de Holanda como ente futbolístico.
Y es que hoy en día son los hijos olvidados
de Róterdam, pero que nadie se equivoque: éste es un club de ésos que pueden
soportar cualquier golpe y seguir adelante. Cuando tiren todas las bombas, los
del Feyenoord tomarán los restos y construirán sobre los cimientos destrozados.
Ya lo han hecho antes.
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