NOTA: Este artículo fue hecho por un colega de
Colombia, Yeison Plazas, quien es un hincha efervescente del América de Cali y
eso es parte de una pasión que fluye por la sangre de su familia. Estoy muy
complacido de contar con su impronta como autor invitado y espero que les guste
su contribución.
Cómo
me dueles, mi rojo querido, con lágrimas en mis ojos, y sintiendo la más grande
impotencia, escuchando el himno de fe y alegría compuesto por el grupo Niche;
mi corazón está roto, algo que la gente del común no entiende. Otro año más en la categoría B del futbol colombiano.
Cómo
me duele mi rojo escuchar la canción que nos identifica y que sonaba en toda
Cali -y en los medios de Colombia- cuando quedábamos campeones; y ahorita
hacerlo de despecho, porque de nuevo estamos otro año sumidos en la B y soportando
burlas. ¿Será que volverá ese sabor que
nos daba el medico Ochoa Uribe donde a finales de los 70s, después de 50 años
de fundación, se ganó el primer torneo, donde todos los obreros de Cali y la
clase humilde fue a verte y por eso te apodan “la pasión de un pueblo”?
En
los 80s fuimos los reyes de Colombia, donde envestíamos como un toro a
cualquier rival, paseábamos por Suramérica dando catedra de un buen futbol de
ataque. Ése América que enamoró a mi
padre, donde nos dábamos el lujo de tener a Juan Manuel Battaglia, Roberto
Cabañas, Willington Ortiz, el Tigre Gareca, “el pibe del barrio obrero” Alex
escobar, el pitufo de Ávila, Julio cesar Falcioni, entre muchos más. Éramos
el ejemplo de tener la cantera más grande del país y hasta pudo haber llegado,
sino es por traspiés en el traspaso, un joven Diego Armando Maradona.
Ese
mismo equipo que perdió 4 finales de Copa Libertadores, pero la más recordada:
un 31 de Octubre de 1987, Estadio Nacional de Santiago y un partido polémico
contra Peñarol porque esta final se definía en tres partidos ya que ése era el
sistema de juego de aquel entonces; si persistía un empate entre los dos
equipos, se debía jugar otro encuentro en cancha neutral. Al plantel no se le
asignó hotel para concentrarse, el vuelo se retrasó, durmieron unas pocas horas
en el aeropuerto chileno y en la precariedad se debía librar este encuentro. Toda
Colombia estaba pendiente del desenlace de esta historia; Cali era una fiesta;
y mi progenitor con un radio de transistores pendiente para celebrar.
El
partido transcurría y pasaban los minutos; era una lucha dentro de la cancha;
pasaron los 90 reglamentarios, y el América con ese empate sin goles sellaba su
destino para ser el más grande del continente. Pasa el tiempo extra. 120
minutos de infarto y faltando dos
segundos para acabar el compromiso, el delantero Diego Aguirre, en un descuido
de la defensa americana, marca un gol agónico que le entrega el título a los
aurinegros.
Hubo
un corte de luz en pleno partido en Cali, exactamente en los minutos finales, y
los hinchas no se habían enterado de lo sucedido. Cuando volvió el fluido
eléctrico lo inimaginable llegó: la noticia del gol de Peñarol, lágrimas en los
ojos de un centenar en Cali, los del rival de patio celebrando la derrota, y mi
papá estrellándose contra las paredes sin explicarse por qué sucedió esto.
En
los 90s y principios de los 2000 se ganaron títulos locales. En 1996 se llegó a
ser el 2do mejor equipo del mundo según el escalafón de historia y estadística de
la FIFA; en ese mismo año se jugó otra final de Libertadores, pero esta vez se
perdería con River Plate.
Pero
la desgracia más grande fue el descenso en el año 2011 y esto no se dio gratis; todo el poderío que consiguieron los Diablos Rojos
era producto del narcotráfico. El capo Miguel Rodríguez Orejuela era el
principal accionista del club. En él se hicieron lavados de dinero con los
traspasos de los jugadores y, consecuencia de esto, el departamento de estado
de los Estados Unidos lo incluye en la lista Clinton en el año ‘96, lo cual
pone al equipo en un bloqueo económico; se tuvo que sobrevivir sin patrocinios
y no se podían hacer transacciones bancarias. A pesar de esto, el equipo sobrevivió principalmente por el apoyo de
sus hinchas, y en el 2008 se consiguió otro título nacional, que es el número
13 en su historia.
Pero
las malas campañas y la falta de patrocinios hacen que, al perder el partido de
promoción contra Patriotas en un diciembre del 2011, caiga a la segunda categoría
donde ha estado por cuatro años consecutivos. Y ése es el dolor más grande. Duele,
América, porque en el transcurrir de estos años, en lo financiero, se ha
tratado recuperar; en el 2013 se les excluyó de la lista Clinton, y esto daba
nuevos “aires” y nueva ilusión de ascender, y tener una nómina respetable para
afrontar el torneo. Pero a pesar de que se han hecho buenas campañas al final
sorpresivamente se pierde. Se ha acusado
de corrupción, o que el equipo tiene un negocio de estar por cinco años en esta
categoría ya que antes de bajar no había ni TV para transmitir los partidos;
el “boom” fue de un “grande” estando allí y darle valorización a la categoría.
El
pasado 26 de noviembre del presente año se pierde otra oportunidad de ascender
y se disputará la temporada 2016 en esta categoría. Duele, mi América, porque si
hay algo que nadie podrá quitarnos, es nuestra historia. Pero estoy cansado de
hablar de ella; de recordar esos partidos que nos hicieron grandes; esas
alegrías junto con mi padre cuando poníamos el himno de Fe y Alegría y reíamos
por ser uno de los más grandes de Colombia.
Duele
todo esto; pero todo se lleva en la sangre. Yo nací un día cuando jugaste y le
ganaste a Atlético Nacional en la fase de grupo de la Copa Libertadores; le
diste una alegría doble a la familia. A pesar de ese desconsuelo y no saber qué
vaya a pasar, uno no deja lo que ama. No sé cuándo recuperaremos nuestra
grandeza, pero de algo estoy seguro: que tienes una de las hinchadas más fieles
que existe y ésta se repondrá del dolor como varias veces lo hemos hecho. Y por
último, ¡y dale y dale, rojo, dale!
Excelente contribución. Me gustó el relato cálido y sincero de Yeison. Espero seguir leyendo muchos artículos más de su autoría. ¡Y dale, dale ROJO dale!
ResponderBorrarExcelente contribución. Me gustó el relato cálido y sincero de Yeison. Espero seguir leyendo muchos artículos más de su autoría. ¡Y dale, dale ROJO dale!
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