“Renunciar
es para los primer ministros y a los que atrapan con sus pantalones en el piso,
no para mí.”
- Brian Clough.
Hay algo que escuchamos
mucho en el fútbol como si fuera el sonar de unos tambores en una jungla
salvaje: las maneras importan. Hay quienes dicen que esto se refiere al estilo
de juego; a la forma en que los equipos consiguen los resultados de acuerdo a
su estatus en el deporte o a sus recursos. Una opinión válida y que tiene su
lógica, por supuesto, pero yo les doblo la apuesta y les digo que las maneras
importan porque son un reflejo de lo que somos. El sentido de representación en el fútbol se ha diluido con el paso del
tiempo y, aunque hoy en día es algo paradójico ver cómo nos desgarramos
apasionadamente por equipos llenos de millonarios que juegan entre sí, eso aún
se mantiene; por eso podemos hallar belleza en un equipo como el Leicester
ganando la Premier League, por ejemplo. Y las maneras todavía siguen siendo
representativas en los seleccionados nacionales más que en cualquier otro lado
porque son un reflejo de sus sociedades y de sus idearios de vida. Es muy
difícil desligar el comportamiento de una selección del de su sociedad, creando
así lo que llamo El Principio Venezolano.
El Principio Venezolano no
es más que la naturaleza misma del ciudadano criollo: somos, en mayor o menor
medida, una definición bastante clara de las mejores y peores virtudes del ser
humano. No hay término medio con nosotros; somos capaces de arrastrarnos por el
barro como los cerdos más inmundos de la granja más desahuciada y somos capaces
de hacer los logros más alocados, como si el concepto de las limitantes fuera
una motivación para superarlos. Y si soy
sincero, somos más propensos a lo primero (a la derrota, a la humillación y a la
falta de honor y orgullo en las dificultades) por una sola razón: es más
sencillo. Así que no puedo evitar realizar estas parrafadas
semi-filosóficas (y profundamente ínfimas para definir al venezolano) cuando
veo en el deporte que me apasiona a una generación de jugadores venezolanos que
supieron recibir golpes en la quijada, patadas en las costillas y escupitajos
en la cara como pocos en este Sudamericano Sub-20 en Ecuador y aun así llevarse
el premio por el que viajaron: ir al Mundial de la categoría en Corea del sur.
Enfocándonos en lo que nos
interesa, debo decir que Venezuela llegó a Ecuador sin generar mucha
expectativa entre los venezolanos: la selección mayor con Dudamel no había
generado muchos resultados en una eliminatoria que ya se ve perdida –aunque un
servidor no culpa al exarquero vinotinto de eso ya que tomó un barco que se
estaba hundiendo-, esta generación no se veía muy prometedora en cuanto a los
nombres y el llegar a un país donde la altura juega un rol importante y que
puede causar estragos en las actuaciones de los futbolistas dificultaba aún más
esta cruzada futbolística. Dudamel y su
cuerpo técnico tomaron cartas en el asunto e hicieron una suerte de
mini-pretemporada en Ecuador para que los muchachos se aclimataran a la altura,
entrenando en las montañas donde se siente más. El resultado fue palpable y
un servidor piensa que marcó una gran diferencia: el rendimiento físico de la
Vinotinto-Sub 20 fue notable en todo momento del Sudamericano y nunca aquejaron
fatiga, a pesar de haber jugado un partido cada dos días en la fase de grupos.
El rendimiento en cuestión
fue creciendo a medida que pasaban los partidos; desde el primer encuentro
contra Uruguay la selección se mostró sólida en el aspecto defensivo y
capacitada para hacerle un partido a los charrúas, pero la creación de juego en
ataque, siempre el talón de Aquiles de todos los combinados nacionales, había
dejado que desear. Fue con el paso de
los partidos que se comenzó a notar la mano de Dudamel, mucho mejor entrenador
cuando tiene al grupo disponible por largos periodos de tiempo (como
cualquiera, ¿no?), y el equipo comenzó a fluir mejor y el juego se tornó mucho
más efectivo, a pesar de la falta de gol de algunos de sus atacantes como
Ronaldo Peña (más acerca de él más adelante).
Plantándose con una defensa
sólida, la selección Sub-20 solo recibió un gol durante la fase de grupos,
aunque solamente hizo uno también, lo que significó que pasaron con cuatro
empates y sin lucir mucho en el proceso. Hasta ese momento, las señales no eran
muy prometedoras, pero se había clasificado con sufrimiento y pasando
dificultades como expulsiones de jugadores importantes como Yangel Herrera
(nuevo jugador del Manchester City y cedido al New York City de la MLS) o Eduin
Quero (tal vez el elegido para acabar con la Maldición del Lateral Izquierdo
Venezolano); un rasgo característico de los mejores equipos nacionales. Y
teniendo como rivales en el Hexagonal a Colombia, Ecuador, Brasil, Uruguay y
Argentina en ese orden, con cuatro como posibles clasificados, era bastante
lógico asumir que Venezuela no tendría oportunidad; pero ahí es donde se
crecieron estos muchachos y dieron cara a la adversidad con sendas goleadas a
los dos equipos más fuertes de la competición, Uruguay y Ecuador, y dejando en
el camino al Mundial a países como Colombia y Brasil, además de dejar a
Argentina mordiéndose las uñas hasta el último minuto para ver si irían a Corea
del Sur.
Cada clasificación a un
Mundial, sea de divisiones inferiores, de fútbol femenino o masculino, se
celebra sobremanera en este país porque es una de esas pequeñas victorias que
no siempre nos podemos permitir y que demuestran que siempre hay algo de
optimismo incluso en los momentos de mayor penumbra. Esta generación de los
Soteldo, Peña, Herrera, Fariñez, Velazquez o Hernández han sabido aguantar muchos
golpes injustos en este Sudamericano –como las dos expulsiones por reclamos en
el Hexagonal contra Brasil, sin mencionar las suspensiones al cuerpo técnico- y
seguir adelante para cumplir el objetivo. Esa
capacidad de resistencia, de aceptar el sufrimiento y seguir adelante está
dentro de todos los seres humanos en sus mejores momentos, pero en especial
dentro de los venezolanos porque estamos hechos de otra cosa; somos capaces de
dar pena y de sorprender a propios y extraños.
Si hablamos área por área, debemos
decir que la defensa dejó muy buenas sensaciones durante todo el torneo,
demostrando una solidez que rara vez se ve en los combinados nacionales de
Venezuela y siendo muy difícil de penetrar, exceptuando esos minutos de
descalabro contra Argentina en el último partido en el Hexagonal donde
concedieron dos goles en los minutos de descuento del primer tiempo. Wuilker Fariñez está ya llamado
a ser arquero de la selección mayor en los próximos procesos debido a su amplia
experiencia en primera división con el Caracas, en la Copa Libertadores y en
haberse curtido con el seleccionado mayor en diferentes convocatorias, además
del enorme rendimiento que demostró en el torneo y siempre transmitiendo
seguridad y confianza en el arco a pesar de su corta edad.
Aunado a eso, los cuatro en
el fondo conformados por los laterales Quero y Hernández y la dupla de
centrales Mejía y Velázquez, fueron un seguro de vida durante casi todo el
torneo y se merecen un vasto reconocimiento por los éxitos de esta
clasificación. Ronald Hernández ha sido una buena sorpresa como lateral derecho
con sus buenas subidas al ataque y siendo dúctil en defensa, mientras que Quero
no fue espectacular en ningún momento del torneo, pero no logró ningún error y
eso se aprecia como defensor (lastimosamente, por ese reclamo contra Brasil en
la antepenúltima jornada no pudo jugar los dos partidos restantes). Lo de Joshua Mejía y William Velazquez ha
sido uno de los puntos más altos del combinado nacional; el primero mostró una
muy buena salida como central (una rareza en nuestros defensores) y cualidades
de tiempista, como dicen, y el segundo, que ya se ha ganado su fichaje por el
Watford de la Premier, fue uno de los mejores jugadores del torneo siendo
sobrio, constante en su alto rendimiento y siempre haciendo intercepciones
claves. Venezuela no puede presumir de haber producido grandes zagas
defensivas, por lo que una selección juvenil tenga estos posibles baluartes es
de lo mejor que nos pudo haber pasado y un servidor espera que ellos crezcan en
su carrera y no se pierdan.
El mediocampo fue un poco
irregular en la competición, en parte por las suspensiones y en parte por la
falta de consistencia. Yangel Herrera, con todo y sanciones, fue una de las
sensaciones del torneo por su gran nivel como un mediocampista mixto y su
liderazgo, mientras que Ruiz, su compañero en el doble pivote, tuvo una labor
más en las sombras y cautelosa; Ronaldo Lucena, de la dinastía Lucena que
tantos jugadores ha producido para el país, fue el sustituto natural de Herrera
durante el torneo y tuvo un rendimiento algo opaco, sin pena ni gloria. Sergio
Cordova era, a priori, una de las principales armas ofensivas del seleccionado
Vinotinto; el extremo del Caracas es rápido y potente, pero debe mejorar en su
recepción del balón y ser más incisivo. De todos los jugadores del once
inicial, siento que es el que más se quedó a deber, a pesar de ese gran gol que
le marcó a Ecuador en la goleada 4-2 en el Hexagonal.
Párrafo aparte se merece el
que, para mí, fue el mejor jugador del torneo: el nuevo futbolista de
Huachipato de Chile, Yeferson Soteldo. El
ahora exjugador del Zamora fue un deleite durante toda la competición con sus
desbordes endemoniados, su portentosa velocidad y el hecho de que supo enfocar
todo eso en goles y asistencias para el equipo en los momentos más importantes,
sin mencionar la frialdad con la que manejó los penales claves contra Ecuador y
Uruguay para poder definir los partidos. Es entendible el gran rendimiento
de Soteldo en el Sudamericano si analizamos que ya ha ganado títulos con Zamora
siendo el mejor jugador de la liga venezolana, jugó competiciones
internacionales a gran nivel y que ha debutado en la selección mayor sin
desentonar. Estaba por encima de los demás de la categoría y demostró con
galones que tenía con qué. Y desde aquí
le aconsejo a Soteldo que siga trabajando de la forma en la que lo ha hecho
porque tiene potencial para ser de los mejores jugadores que ha dado Venezuela.
No todo ha sido una
maravilla en el conjunto venezolano y eso se notó con las opciones que se
manejaban en la delantera y los resultados que proveyeron. Ronaldo Chacón hizo
un par de goles, pero su juego con los mediocampistas y su sacrificio no fue el
mejor; por el otro lado, Antonio Romero fue un delantero cuyo mejor aporte fue
una expulsión que todavía no entendemos ante Uruguay en la que no se involucró
en ninguna falta o en cualquier tipo de jugada –en serio, no estoy exagerando-,
pero que también se le notó muy aislado del resto del equipo en varios
partidos.
Lo que nos deja con el
último jugador, el último delantero y el último Ronaldo (sí, hay muchos
Ronaldos en este equipo): Ronaldo Peña. Siendo delantero del equipo B de Las
Palmas de España, Peña era visto como una de las principales figuras de este
seleccionado nacional y se esperaba que contribuyera con goles que al final
nunca llegaron durante todo el torneo, siendo el principal blanco de las críticas
de los venezolanos. Aquí yo quiero
defender a Peña porque si bien no hizo goles y eso hay que criticárselo a
cualquier delantero centro de oficio, el de Acarigua nunca fue ocioso ni se
dejó consumir por la sequía goleadora: siempre estuvo dispuesto a arrastrar
marcas, a bajar a defender, a presionar para el equipo e incluso a jugar de
extremo en tareas defensivas (contra Argentina en la fase grupos jugó incluso
de carrilero derecho). No hay muchos delanteros de 19 o 20 años que tengan
esta disposición y este sacrificio, entendiendo que se trata más del equipo que
de uno mismo y estar dispuesto a contribuir de cualquier otra forma si no puede
anotar. Sí, me hubiera encantado que Peña hiciera más goles, pero nadie puede
negar que el chico le puso cojones al asunto.
En líneas generales,
Venezuela fue uno de los mejores equipos de la competición y uno de los más
constantes, perdiendo solamente un partido muy polémico contra Brasil y otro
contra Argentina donde estaba prácticamente clasificado el elenco Vinotinto
(ambos en el Hexagonal). La labor no fue
sencilla y el equipo aún no está al máximo de su capacidad; Peña deberá
comenzar a anotar y el mediocampo deberá ser más consistente si desean hacer
ruido del bueno en Corea del Sur en mayo. Pero lo más importante es la
mentalidad: hubo momentos en esta competición donde otras selecciones, ante el
rostro inmundo de la injusticia y la adversidad, hubieran capitulado y se
hubieran rendido, pero estos muchachos mostraron la mejor de las disposiciones
y supieron imponerse ante rivales de mayor envergadura y con mejor preparación,
comparando la situación de sus países con la del nuestro.
Al final del día, los
venezolanos no deben sentirse orgullosos de esta selección Sub-20 por la
clasificación al Mundial, sino por el hecho mismo de que lo hicieron de la
manera más venezolana posible: sufriendo, padeciendo injusticias, complicándose
en algunos momentos donde todo parecía sencillo, victorias imperiales cuando
nadie las esperaba y el recibir todo lo malo en la cara pero siguiendo hacia el
objetivo con una fuerza de voluntad incontenible. Lo hicieron a la manera de los venezolanos y lo hicieron demostrando un
gran nivel de juego, sin esconderse ante rivales como Argentina, Brasil,
Uruguay o la talentosa generación local de Ecuador; lo hicieron con garra y con
corazón.
Los venezolanos no tenemos
muchas cosas de qué alegrarnos estos días, pero las formas nunca deben
olvidarse y estos muchachos deben ser felicitados por haber glorificado El
Principio Venezolano.
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